Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: ¡Acorralados!

Ningún gobierno, por más que se arme, podrá destruir o desarticular las pandillas que siembran terror y luto a la hora que les dé la gana

14.12.2019

Sin escupir la labor titánica que ejercen los aparatos de seguridad del Estado contra la extorsión de empresarios y pequeños comerciantes, este flagelo, sentimos, que en lugar de bajar se dispara a pasos gigantes en ciudades donde miles no cierran por juicios de “lavado” como se especula, sino porque diversas pandillas los tienen acorralados, casi sin salida.

Entre la vida y la muerte también están dueños de casas en zonas dominadas por los antisociales, sus campos de batalla. Vivir o morir. Viviendas que, aunque pasado un tiempo las recupere la autoridad, nadie vuelve, ni mucho menos nadie piensa en comprarlas. No escapan tortilleras, achineros ni los que polarizan carros en calles de casi todo el país.

Honor

Es un acorralamiento sin precedentes. Un flagelo parecido a un avispero. Entre más lo hurgan más se agita. Tegucigalpa, Comayagüela, San Pedro Sula, La Ceiba, entre las metrópolis más golpeadas por las pandillas que no dan tregua por sus insaciables codicias. Matar es un placer para ascender posiciones. Reciben “honores” por sus maldades.

Los pandilleros usan diversas tretas. De
nadie es ajeno que sufragan hasta la
universidad a sus reclutas.

Octavio Carvajal

La extorsión invade pulperías, panaderías, autorrepuestos, salones de belleza. Es una guerra injusta, paradójica, donde el pobre jode al pobre. Ningún delincuente se toca los hígados para quitarle el poco dinero al emprendedor, al cobrador o conductor de buses.

Pero ¿quiénes o qué poderosos están detrás de las pandillas? ¿Seguirá la Policía y otros fuertes metidos en este cruel atropello?

No es posible que desde la era de Ricardo Maduro Joest, con Óscar Álvarez al frente de la Secretaría de Seguridad, nos vengan hablando de una guerra sin cuartel contra las pandillas, si la calle dice todo lo contrario. Los bandidos están en cada esquina, totalmente organizados, merodeando a sus víctimas, desde secuestro, extorsión hasta liquidarlas.

Desierto

Hay zonas desérticas. Solo la huella de fuertes comercios. No es herir egos, es decir la verdad. En Comayagüela, por ejemplo, hoy solo quedan edificios o cuarterías en total abandono, guarida peligrosa que sirve de ejecución de inocentes. Las famosas “casas locas”. La Policía ni el Ejército penetran otros lugares en poder, no de dos maras, sino de otro chorizo de maleantes que mata sin remordimiento.

Los pandilleros usan diversas tretas. De nadie es ajeno que sufragan hasta la universidad a sus reclutas que visten, hablan y caminan normal, como cualquier buen parroquiano, pero sus mentes solo maquinan maldades. Conocen hasta lo más íntimo de las personas.

Usan a sus mujeres para captar amigos a través de redes sociales. Se debe ser cauto en tiempos donde la tecnología es un arma poderosa que usan estos malhechores para fisgonear todo.

También “prestan” dinero a gente de escasos recursos a tasas altas. Así caen en sus mallas. Si no pagan por el asfixiante interés, mandan al nicho a quien sea. La guerra contra las pandillas no cesa.

Dormimos con los ojos abiertos ante su embestida que ningún gobierno podrá controlar ni “erradicar” como juran los ególatras, porque hay galanes de muy alto que ordenan ordeñar a los de abajo. Es un sistema podrido y atroz.