Siempre

Mary Morales o la pintura que se desangra en los acantilados de la luz

Esta pintura no conoce límites, es como un pájaro doloroso que con sus alas va rompiendo el horizonte

FOTOGALERÍA
11.08.2019

TEGUCIGALPA, HONDURAS.-“El arte es la forma de la imagen que se forma sobre los nervios, el corazón, el cerebro y los ojos del hombre”. Edvard Munch

Cuando el maestro Armando Lara, homenajeado en la tercera edición del Festival Internacional de Poesía Los Confines, vio el proyecto “Tensiones cromáticas”, de Mary Morales, en la sala del hotel Guancascos, de Gracias, Lempira, me dijo: “Si nadie me explica que esta pintura la hizo una chica de 20 años y que además no cursó por la academia, diría que es la pintura de un pintor experimentado”.

Con este proyecto Morales debutó como artista. Su actitud ante la pintura está revestida de audacia, atrevimiento y, sobre todo, pasión.

Al ser autodidacta, su conocimiento del color es intuitivo, quizá esto le permite ese estado de libertad procedimental que se advierte en sus trabajos, quiero aclarar que intuición no significa ausencia de rigurosidad, Millor Fernández tiene razón: “La intuición es la ciencia que no fue a la escuela”; Morales reconoce que hay artistas de talla universal que han sido referente en su pintura, pero ha procurado sostenerse en los pilares de su poderosa fuerza creativa, al respecto dijo: “No pinto siguiendo una influencia y queriendo revivirla en mi pintura, pero sí me encanta y aprendo del color de Goya, Turner, Delacroix, Ressendi y Corot”.

“Migrantes cruzando el río Suchiate”. Cuerpos en tránsito, pincel-cuchillo que al mutilar la luz despedaza el espacio; el migrante es un fantasma abatido por las sombras.

“Migrantes cruzando el río Suchiate”. Cuerpos en tránsito, pincel-cuchillo que al mutilar la luz despedaza el espacio; el migrante es un fantasma abatido por las sombras.

Está claro que no cita referencias por vanidad intelectual, precisamente, durante la muestra le comenté a varios artistas presentes: “Veo trazos que me remiten a Goya, pero su pincelada tiene el ímpetu de su propia personalidad”.

Como decía el maestro Zelaya Sierra: “Hay que estudiar a los grandes maestros para distinguir lo anecdótico de lo esencial”, lo esencial en la obra de Mary Morales está en la rebeldía con que acomete el espacio pictórico, literalmente lo descuartiza.

De la rebeldía social a la traducción pictórica

Sorprende cómo una joven artista sin academia tiene clara una premisa que muchos artistas formados en Bellas Artes no han resuelto, esa premisa consiste en entender que el arte es una forma de expresión espiritual e intelectual que se sustenta en un lenguaje particular, si no se está en posesión de las claves de este lenguaje, todo lo que se hace queda diluido en referencias extra artísticas.

Morales tiene completa conciencia de que existe una realidad social, humana y natural pero, a su vez, tiene claro que opera desde una matriz creadora, por lo tanto, su tarea es convertir esa realidad objetiva o subjetiva en realidad artística, es por ello que limitar su obra a una lectura sociológica o política equivale a empobrecerla, dejando a un lado la potencia comunicativa de su lenguaje visual.

En la obra que lleva por título “Retirada”, la artista no esconde su denuncia social y literalmente toma partido ante la crisis política que vive el país, pero esta obra no seduce por la escena temática, sino por la calidad de los planos visuales resueltos magistralmente, por la cantidad de veladuras o transparencias, además, resuelve la perspectiva a puros contrastes de luz y no sobre líneas y punto de fuga, más que perspectiva, ese cuadro tiene profundidad.

“Calle en llamas”. Con cuatro colores la artista devora el espacio, entre calle y cielo cabe este infierno, que conste, nada quema más que una pintura ardiendo en la memoria.

“Calle en llamas”. Con cuatro colores la artista devora el espacio, entre calle y cielo cabe este infierno, que conste, nada quema más que una pintura ardiendo en la memoria.

Quienes simpatizan con la “oposición” aplaudirán el tema, debo decir que particularmente simpatizo con el carácter político de esta pieza, pero yo veo a la artista no a la militante, yo veo la pintura, no el documento político, veo el lenguaje pictórico no las categorías sociopolíticas.

Esta pasión por el color como argumento central de su trabajo también podemos observarla en otras obras como “27 de enero” (no tan lograda como “Retirada”), “Calle en llamas” donde muestra una enorme capacidad de síntesis pictórica (con cuatro colores resuelve una escena intensa y cargada), “Migrantes cruzando el río Suchiate”, a mi juicio, una de sus mejores obras de la muestra.

Deseo detenerme en esta obra: aquí Morales rompe con los esquemas visuales con los que tradicionalmente se ha abordado el tema de la migración, la mayoría de los pintores, escultores e instaladores han resuelto este tema con una retórica facilona, sustentada en elementos simbólicos hipercodificados como el uso de zapatos o la representación de pies para significar el hecho de caminar; en cambio, Morales resuelve el tópico con un lenguaje que se mueve entre la abstracción y la figuración; los migrantes de Morales son seres fantasmagóricos tratados con una luz tenebrosa, lúgubre, sórdida; son seres evaporados que se disuelven entre sombras; la zona de color oscuro en la que representa a los migrantes segmenta la composición en dos planos de luz (el plano inferior y superior), quizá este sea un recurso para expresar la clásica metáfora barroca que postula la libertad del hombre desde los laberintos de la oscuridad. Este mismo tratamiento pictórico lo observamos en “Infancia entre sombras”.

“Aldea hondureña” es una obra peculiar, además de su fuerza visual, plantea un problema estético: o embellecemos la realidad grotesca como lo ha hecho la práctica primitivista, que convirtió las casuchas miserables de los pueblos y aldeas en estampas de postal, o mostramos la dolorosa realidad de esa pobreza que se esconde entre precarias tablas de pino y bajareque.

Una pintura que viaja a la otra orilla

Pintura violenta, capaz de convertir una manzana en un círculo agitado, una mariposa en fragmentos de fuego, la naturaleza en tierra tostada y triste; en la obra de Mary Morales la materia pictórica es un ejército de átomos devorando el espacio, pintura desequilibrante, explosiva, arranques de pasión convertidos en jirones de luz, lugar donde la atmósfera desconcertante guillotina la mirada, cuajos de óleo desgarrándose entre sí, manchas que agonizan en su deseo de ser forma, sombras que como agujeros negros tragan toda la luz dejando el color en la sed de su brillo, texturas que arrancan la piel del lienzo, planos visuales que estrujan la composición, la sofocan y liberan a la vez. Pude decir “expresionismo”, pero a veces clasificar diseca, es mejor sentir la poesía de la pintura, es mejor escuchar entre colores la voz segura y firme de Mary Morales.

¿Qué vendrá después? No lo sé, pero sí sé lo que deseo: espero que esta pintura sobreviva a los tiempos, que se niegue a sí misma para ser cada día más pintura, que no se rinda a las coyunturas políticas porque las coyunturas de este tipo solo trascienden cuando el color se convierte en el centro del debate estético, dejad entonces que la pintura perturbe los códigos de la historia.