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Fortaleza, La Cuba que se aferra a su sentido de solidaridad

El embajador de la isla caribeña en Honduras reflexiona sobre los desafíos de su país ante el embargo económico

21.10.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Si a usted le preguntaran cuántas injusticias se cometen a diario en este mundo, de seguro se echaría para atrás, lo pensaría dos veces y se diría a sí mismo…cualquier cantidad, probablemente no caben ni siquiera en la llamada nube de Internet.

Bueno, hoy le pido un poquito de su tiempo para que reflexionemos juntos sobre el sufrimiento, la escasez y los efectos inhumanos que le ha causado al pueblo de Cuba la política agresiva, sistemática y superada por la historia y la verdad, que se resume en el concepto del bloqueo económico, comercial y financiero que las autoridades de los Estados Unidos de Norteamérica han aplicado desde 1962 contra la mayor de la Antillas.

Aquí hablamos de una flagrante violación de los DDHH, no contra un gobierno o un grupo de funcionarios, que por cualquier razón le resulten antipáticos a los gobernantes norteamericanos.

Se trata de una política que explícitamente constituye un obstáculo para el desarrollo de Cuba e impide la realización de las aspiraciones de progreso y bienestar de varias generaciones. Las cifras son elocuentes.

Desde abril de 2017 hasta marzo de 2018, Cuba enfrentó afectaciones en el orden de los 4,321,200,000 dólares, solo su mención ocupa la mitad del renglón; peor si le digo que los daños acumulados por esta agresión permanente desde que comenzó hace casi 60 años suman los 933 mil millones 678 mil dólares, si se toma en consideración la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado internacional.

Cualquiera puede imaginar cuántas cosas más no hubiera podido hacerse con semejante cantidad de recursos.

Cuba se precia de sus logros y avances en materia social, especialmente en la salud, la educación, el desarrollo científico, cultural y deportivo. Siempre cabe la otra pregunta obvia: si la principal, hasta ahora, potencia económica y militar del mundo, ubicada a un aliento de las costas cubanas, hizo lo imposible por hacer colapsar nuestra economía, ¿cómo es posible que aun así hayamos avanzado?

Siguiendo incluso la lógica de la Casa Blanca, si el bloqueo o embargo -como le dicen en un intento por suavizarlo- se pensó para destruir a la Revolución Cubana, entonces, ¿de qué ha servido la tal política? ¿Por qué se mantiene?

Empezaría por evocar a Eduardo Galeano, el maestro de las metáforas de la lengua castellana, quien en su libro “Patas arriba, la escuela del mundo al revés” ofrece la siguiente y tal vez originaria explicación:… “Cuba ignoró que su libertad de comercio consistía en aceptar los precios que se le imponían, compró el prohibido petróleo ruso y ahí se armó el tremendo lío que desembocó en la invasión de Playa Girón y en el bloqueo interminable”.

Podrían decirse muchas cosas, pero me limito a recordar las posturas de una minoría, mejor dicho, ultraminoría anquilosada en el pasado de la guerra fría, probablemente sin futuro político, que hizo de su guerra contra Cuba su signo distintivo en la abigarra política de Washington.

Aluden a un lejano origen cubano y sin embargo no entienden por qué más del 60% de los llamados cubanoamericanos, eventual base electoral de este grupo, rechazan el bloqueo y prefieren mantener una relación normal con la nación de donde emigraron.

También es una política que provoca muy escasa simpatía entre la población norteamericana, muchos de sus sectores se ven particularmente afectados por esta peculiar guerra, a pocos kilómetros de su país; es la motivación que legitima los esfuerzos de grupos de lobby tan importantes como el denominado Engage Cuba, o la Cámara de Comercio de los EE UU, o la Asociación Nacional de Departamentos de Agricultura, por solo citar algunos muy representativos, así como legisladores republicanos como demócratas, múltiples organizaciones religiosas, reconocidos intelectuales, artistas y líderes de opinión en ese país.

Y cuando hablamos de guerra no es una exageración; justamente la base legal del bloqueo es una antiquísima ley de comercio con el enemigo, así se denomina, que establece límites y prohibiciones para comerciar con otra nación en conflicto bélico.

Resulta, como es harto conocido y obvio, que Cuba y EE UU no están en guerra, por el contrario, decidieron establecer relaciones diplomáticas en el 2014, con embajadas incluidas y 22 acuerdos de intercambio en temas de mutuo interés.

Incluso recientemente instituciones científicas de ambos países firmaron un acuerdo para la producción conjunta de una novísima vacuna contra el cáncer de pulmón; esperemos que el bloqueo no le impida a miles de pacientes norteamericanos de esa dolencia tener acceso a este medicamento.

El próximo 31 de octubre, posiblemente antes del mediodía hondureño, la Asamblea General de las Naciones Unidas, a la que asisten todos sus miembros, debe opinar por vigésima séptima vez si el bloqueo debe o no eliminarse.

No es necesario ser un experto en política exterior para augurar los resultados de la votación que allí se realizará, tomando en cuenta el patrón de votación acumulado: La última vez 191 países lo rechazaron, solo EE UU e Israel se manifestaron en contra.

Asumimos que será igual, salvo que los dos arriba mencionados recapaciten, buscando salvarse de semejante repulsa internacional, de las pocas que concitan un casi unánime apoyo mundial.

En esta ya larga batalla, Cuba se aferró a su sentido de solidaridad, aquel que hace a la especie humana una civilización, con valores de amistad y gratitud universalmente aceptados.

Quizás el haber brindado nuestro apoyo desinteresado en más de 180 naciones en estos mismos años que dura el bloqueo, expliquen en definitiva las votaciones masivas contra esta agresión.

Tal vez aún prevalece en el concierto de las naciones cierto decoro y se rescatan todavía alientos de respeto por el derecho de los pueblos a la autodeterminación. En todo caso, tanta gente no puede estar equivocada.

Un ejemplo concreto de lo anterior se aprecia en este noble país, donde las brigadas médicas cubanas cumplirán el próximo 2 de noviembre 20 años de presencia casi ininterrumpida.

Las cifras que develan su actuación son sorprendentes; por razones de espacio les muestro estas: hasta el 30 de septiembre último se dieron 29,636,522 consultas que, entre otras cosas, permitieron salvarle la vida a 261,993 hondureñas y hondureñas, o la vista
a 59,637 pacientes.

La tenacidad de los cubanos mucho me recuerda a José Martí, el apóstol de la Independencia de Cuba, gesta que este 2018 cumple 150 años de haberse iniciado.

Martí comparaba a Cuba con David, aquel hijo de pastor que derribó con una piedra al coloso Goliat, cuando los israelitas enfrentaban con estoicismo y en el nombre de Jehová a los filisteos, según se nos cuenta en el primer libro de Samuel, Capítulo 17, del Antiguo Testamento.

Para terminar este artículo prefiero citar al presidente cubano Miguel Díaz-Canel, genuino representante de la generación que le dará continuidad a la Revolución, quien a nombre de su pueblo expresó recientemente el 26 de septiembre, en el plenario de la Asamblea General de las Naciones Unidas: .. “Cuba siempre estará dispuesta a dialogar y a cooperar desde el respeto y el trato entre iguales. Nunca realizaremos concesiones que afecten la soberanía e independencia nacional, no negociaremos nuestros principios ni aceptaremos condicionamientos.

A pesar del bloqueo, la hostilidad y las acciones que ejecuta Estados Unidos para imponer un cambio de régimen en Cuba, ¡aquí está la Revolución Cubana, viva y pujante, fiel a sus principios!