Siempre

Clones: las paradojas del futuro

Hoy reseñamos “Clones”, del escritor Raúl Arechavala, argentino residente en Honduras

23.09.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- Hay un libro singular que se publicó recientemente en Honduras. Se trata de Kλώνες (Editorial Universitaria, 2018), de Raúl Arechavala.

Este título se resiste al placer de la lectura porque está en griego (en accesible castellano sería “Clones”), esta es la primera singularidad del libro. La otra es que contiene 14 relatos de ciencia ficción (15 si contamos el prólogo), género que definitivamente no es común que se cultive en el país.

Todos estos relatos son una ventana al futuro construida a partir de los adelantos a los que la humanidad ha llegado, a través de ella se ve un mundo de tristes paradojas causadas por la manipulación genética, la posibilidad de extender la vida, los viajes espaciales y en el tiempo, la hibernación criónica y la condición de una sociedad que ha evolucionado absurda e inhumanamente.

El placer del juego
En el prólogo se nos presenta un autor ficticio que se declara habitante del año 2096, un futuro donde la lengua ha involucionado hasta las primitivas interjecciones y las publicaciones en papel fueron prohibidas desde el 2050. Pero nuestro autor es de la vieja escuela y decide publicar de la forma tradicional e ilegal: impresa. Para cubrirse recurre al ardid de “envejecer” las páginas y poner el 2018 como fecha de publicación.

En este punto hay un detalle que pone en precario la lucidez de su plan. Y es que en el libro se emplea un lenguaje neutro, por ejemplo: en lugar del tradicional amigas o amigos, usted encontrará amig@s (esta es otra singularidad), para felicidad del público feminista.

El caso es que, según la misma ficción creada para darles sentido a los relatos, fue en 2030 (12 años después de 2018) que se estableció el uso de la @ leída como “e” para subsanar los problemas de género que plantea el lenguaje.

Hablemos claramente: es difícil fingir que un libro es viejo amarillando sus páginas si su lenguaje está totalmente a la moda de la época. No sé si esto fue pensado por Arechavala, pero es una posibilidad en el juego a que da lugar la narrativa, de la que se exige coherencia para que podamos creerla.

El mismo autor ficticio, después de pensarlo mucho, escogió Kλώνες, “palabra griega que tuvo su auge a finales del siglo anterior”, “sonora y misteriosa” en 2096. Sí, lector, a esta singular variación del auge y la sonoridad debemos el título del libro.

¿Dónde está la narrativa?
En la contraportada de “Clones” se dice que sus relatos están hechos con una “prosa diáfana y grácil”, que son “piezas de reflexión y de ameno juego de la palabra y de la inteligencia”. Todo esto es cierto y realmente el lector agradece encontrarse con textos tan correctamente escritos, concebidos con elegancia lúdica y desde un profundo conocimiento de la realidad que permite proyectar imágenes de un futuro que parece consecuencia natural de nuestro tiempo.

Hay, sin embargo, algo que reprocharles y que no es menor. En la mayoría de los cuentos la anécdota se extingue entre la reflexión filosófica y la exposición de elementos e ideas del mundo que se retrata.

En algunos relatos el final llega fácil e inesperadamente, no porque tenga la virtud de ser imprevisible sino porque el desarrollo de la narración no ha sido tan bueno para llegar a esa conclusión. Encontrar esta cualidad es decepcionante para un lector de narrativa, acostumbrado a disfrutar inocentemente con la magia de las historias.