Siempre

La niñez y sus vulnerabilidades retratadas por el cine hondureño

En el marco del Día del Niño repasemos aquellos filmes con personajes entrañables interpretados por cipotes

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15.09.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- En el minuto 3:52, la madre se le acerca a su hijo, que duerme en un lecho improvisado en el piso, y le dice: “Ángel, levantate que ya nos vamos”. El niño se levanta, abre sus ojos y nos muestra el primer rostro de la niñez en el cine hondureño. Estoy hablando de “Mi amigo Ángel”.

Nuestro cine desde sus inicios llevó de la mano a la niñez, de hecho desde su primera película de ficción, para exponernos su inocencia, sus sueños y alegrías, sus miedos, sus carencias y sufrimientos por culpa de los adultos, su comprensión de la vida en entornos a menudo hostiles.

En el mencionado mediometraje de Sami Kafati de 1962, Roger Membreño Guzmán interpreta a Ángel, el primer protagónico del cine hondureño, un niño que cada día le toca madrugar junto a su madre para salir de su barriada a buscar el sustento diario, que transita descalzo por las calles no para ir a la escuela sino para lustrar zapatos, que se ilusiona con poseer un costoso acordeón que ve en la vitrina, que se toma la siesta en la sombrita del jardín de un edificio, que presencia con estupor cómo su madre es ultrajada, que a temprana edad conoce el odio y luego el arrepentimiento; que hace más labor de padre que su propio padre, quien al principio pasa fondeado en la cama y después lo encuentra fondeado en el piso de un estanco... Por eso su mirada final conmueve y asusta: es la mirada de un niño que sabe que le tocará una vida muy dura. Este retrato desesperanzador de hace seis décadas tristemente sigue vigente en nuestro entorno.

Ángel es nuestro máximo referente en esta temática, pero no el único. Elizabeth Figueroa tocó los temas de la orfandad y el maltrato infantil en “Fantasmas del huracán”, un mediometraje del 2000. Juan José Ortega interpreta a Simón, un niño que perdió a su familia en la catástrofe del huracán Mitch, vive en una covacha en un macroalbergue con su patrón Pedro (César Indiano), quien lo explota laboralmente haciéndole halar bultos en los mercados, lo alimenta solo con frijoles parados y tortillas, y lo maltrata cada vez que este se despierta por las noches traumatizado por lo del Mitch. En una de sus faenas conoce a don Mario (Salvador Lara), un señor bondadoso y campechano que se encariña con el cipote y que, tras un infructuoso diálogo con Pedro (en el que este incluso le insinúa vendérselo por L 5,000), decide hacerse cargo de su crianza y ayudarlo a superar sus miedos allá donde vive, en la apacible Santa Lucía. A diferencia de “Mi amigo Ángel”, en esta película sí hay un final feliz para el niño protagonista ya que logra suplir sus carencias gracias a su nueva familia adoptiva.

En “Anita, la cazadora de insectos” (2002) nos encontramos con un personaje secundario muy interesante. Por medio de la narración de Aníbal, su hermano menor (interpretado por Aníbal Barletta), nos enteramos de todo lo que le sucede a Anita, la protagonista. Ya sea por medio de su lectura del diario íntimo de ella o por las vivencias que le tocó compartir con su hermana, el niño Aníbal es testigo del lento desmoronamiento de una familia de clase media, donde presencia los exabruptos de su padre, la sumisión de su madre, las discusiones y violencia familiar por las deudas y los problemas con Anita. La reflexión final también corre a cargo de él, en la que el niño toma la batuta que dejaron tirada los adultos.

En “11 cipotes” (2014), Tomás Chi nos presenta a un humilde equipo infantil de fútbol de San Marcos, Santa Bárbara que logra competir en un torneo nacional en San Pedro Sula y, contra todos los pronósticos y obstáculos, logra alzarse con la copa. Esa camada de güirros rigiosos con el balón e inquietos, que al menor descuido de los adultos cometen travesuras, logra ganarse al público con su naturalidad. Además, ese elenco infantil interactúa con pesos pesados como Anuar Vindel, Edgar Flores, Álvaro Matute, Jorge Osorto, Jacqueline Salgado, Joel López, entre otros.

En “A toda madre” (2017), una comedia dramática, dos hermanos adultos recuerdan con cariño a su madre y su abnegación y sacrificio por sacarlos adelante cuando eran niños. Esos infantes, Ramón y Chepe, recrean ese anecdotario familiar de la infancia, donde forjaron su carácter en medio de las carencias económicas que les tocó vivir.

El 27 de julio de 2017 apareció “Cipotes”, la esperada adaptación de la famosa novela de Ramón Amaya Amador. Jancel Romero da vida a Folofo y Eisly Martínez encarna a Catica, los hermanitos protagonistas que se ganan la vida lustrando calzado (él) y vendiendo tortillas (ella) y que, tras la muerte de su madre, aprenden de golpe a sobrevivir y protegerse mutuamente en una urbe tan cálida como traicionera, donde Catica tendrá que lidiar con un adulto que intenta abusar sexualmente de ella.

También son personajes infantiles memorables la niña violinista en “El truco de la vida” (2017); Luz, la niña que toca la guitarra y canta en “Una luz en el camino” (2018), entre otros.

Estos retratos de la niñez hondureña nos demuestran que nuestros niños y niñas, al igual que nuestro cine, se desarrollan en entornos con muchas limitaciones, de a poco van entendiendo la realidad de las cosas, la verdadera naturaleza humana, y afrontan situaciones difíciles que les van dejando lecciones de vida con las que podrán construir un mejor porvenir.