Siempre

Argentina Gálvez de Abraham, la primera actriz del cine hondureño

Homenaje Siempre nos acordaremos de usted, siempre estaremos muy agradecidos por su aporte a la cultura y al cine nacional

FOTOGALERÍA
28.07.2018

TEGUCIGALPA, HONDURAS

Estudiar el cine hondureño implica conocerlo desde sus orígenes y siempre tener presente sus principales figuras. Hoy, en este espacio dedicado al cine nacional, quiero rendir un merecido homenaje a una de las más importantes actrices de nuestro cine: Doña Argentina Gálvez, viuda de Abraham.

Si los cineastas, investigadores e historiadores mantenemos prácticamente al unísono que “Mi amigo Ángel” de Sami Kafati es la catalogada como la primera película hondureña de ficción, doña Argentina debe ser honrada como la primera actriz profesional en el cine hondureño. Además del cine, incursionó en la televisión (también en los inicios de esta) y en la poesía con obra aún sin publicar. Con esto se abre el compromiso de seguir documentando la labor creadora de doña Argentina y con ello, esquinas enriquecedoras de la historia de la cultura en Honduras.

El pasado domingo 22 de julio, lamentablemente ha fallecido en su casa de habitación -a los 86 años- doña Argentina, quien deja un legado valiosísimo e incalculable para nuestro cine y un ejemplo de motivación para toda una nueva generación de actrices y actores que están dando vida al nuevo
cine hondureño.

¿Qué nos regaló doña Argentina en su actuación en la película “Mi Amigo Ángel”?

En una frase podría decir que: “... hasta ahora, -la interpretación femenina más memorable de nuestro cine y el reflejo de la belleza más natural de la mujer
hondureña-...”.

En el ya mencionado filme de Kafati de 1962, doña Argentina interpreta mucho más que el papel de la madre de Ángel, un desventurado niño lustrabotas. Ella, en definitiva, interpreta el centro fuerte de esa familia hondureña retratada por Sami en su película, con dos niños a su cargo, un marido que más que un apoyo es un lastre para ella y con una realidad social que no solo la desprotege, sino que literalmente la agrede como mujer.

Toda esta carga dramática fue puesta sobre los hombros de una muy joven y talentosa actriz, que en el momento de ser solicitada para este papel cinematográfico estaba trabajando bajo la tutela de uno de los más renombrados maestros de teatro de nuestro país: Francisco Salvador.

Basta revisionar el filme para dejarnos nuevamente convencer por doña Argentina en su actuación, que es una frustrada madre luchando por la supervivencia de su familia en la más precaria periferia de la ciudad de Tegucigalpa. Esto nos da la certeza de la incalculable capacidad actoral que ya demostraba en esos inicios doña Argentina, con solo contrastar esa realidad a su momento de vida personal en ese preciso momento de rodaje, nos damos cuenta que cumple a cabalidad “el genio para transformarse”, uno de los tres requisitos indispensables que el gran maestro español de actuación para cine Alberto Miralles propone.

En ese momento de su vida personal, la joven Argentina Gálvez, hija de una de las figuras más emblemáticas de nuestra historia social, era madre de tres hijos y estaba casada con don Miguel Abraham Galo, como vivió toda su vida, feliz con una familia llena de amor, educación y cultura; sin embargo, su actuación es tan verídica y su belleza es tan notable que se cuenta la anécdota de una compañía de teatro mexicana en gira por Honduras que le sugirieron irse con ellos a México para seguir actuando y sobresalir en la industria mexicana del cine. A esto, la joven Argentina, con cierta pena por dejar de lado un posible futuro brillante en tierras aztecas, dijo tajantemente que no, pues era una mujer entregada a su familia, como vivió toda su vida, con la esperanza de que en Honduras se desarrollase la industria del cine -más pronto que tarde- , poder crecer y trabajar aquí.

Vemos lo injusto que es el lento desarrollo cultural que ha llevado nuestro país, pues de haber seguido en aquel momento creciendo el cine hondureño, tendríamos mucho más buen cine y muchas más actrices y actores de la talla de doña Argentina.

Para conocer un poco más de la vida de esta gran actriz hondureña me reuní con la señora Susana Abraham Gálvez, su hija mayor, y lo primero que me muestra son algunas fotografías de su madre joven; no hay duda, tenía el porte y la belleza tal vez comparada solo a las grandes divas del cine clásico como Ava Gardner y María Félix, esta última era para nuestra actriz una figura adorada.

En su vida personal, doña Argentina era una persona católica muy devota del Sagrado Corazón de Jesús, exquisita cocinera y amante de la cultura y del cine clásico.

Doña Susana me comenta el agradecimiento y la inmensa felicidad que le causó a su madre asistir con su familia a un homenaje en vida realizado por los colegas Roberto Bude y Eduardo Bahr en la Biblioteca Nacional, agradecimiento al que me uno, por dar el merecido valor a la labor cultural de quienes amamos y nos entregamos al cine.

Por otro lado, el documentalista Rene Pauck tiene una extensa entrevista grabada con ella, que está a disposición del público en la Cinemateca Universitaria Enrique Ponce Garay de la UNAH, donde también, junto a estos tres trabajadores incansables del cine, grabamos conjuntamente -ya hace unos meses- un programa dedicado a la figura de Sami Kafati, donde justamente le enviamos un saludo y un merecido aplauso y agradecimiento a través del canal de TV a doña Argentina por su labor incalculable en nuestro cine; ahora, a través de mi plática con doña Susana, es satisfactorio saber de su reacción en casa al darse cuenta de esto, fue de felicidad y dicha expresándole a su hija un “¡Qué bueno que todavía se acuerdan de mí!”. Siempre nos acordaremos de usted, doña Argentina, y siempre le estaremos muy agradecidos por su aporte a la cultura y al cine hondureño. Siempre la tendremos presente como un referente de persona invaluable, humilde y de buen corazón que dio mucho de su vida para que las nuevas generaciones puedan disfrutar del cine, teatro y poesía hechos en Honduras. Descanse en paz doña Argentina, y desde
aquí: ¡GRACIAS!