Siempre

Guatemala conserva una posada de Belén

En la Zona 1 sobrevive una casona del siglo XVII. Hay mil historias y una familia de origen italiano que da la bienvenida. ¿Se animan a conocerla?
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09.06.2018

CIUDAD DE GUATEMALA, GUATEMALA

Es de noche en el corazón de Guate. A lo lejos se escucha el trote disimulado de unos caballos propiedad de don Arquímedes que finalmente entrarán al patio de esta casona a beber agua; en el arriate la escarcha hace juego con el color del sombrero de aquel personaje que ha llegado a pedir posada.

Hace algunos 50 años que se extinguió la Colonia y seguramente algún día a esta parte de Ciudad de Guatemala le llamarán la Zona 1. Y será la 13 calle. Y habrá un hotel al que conocerán como Posada Belén. Claro que sí.

Es 1873 y el frío penetra en los huesos como ungüento de alcanfor. Por ahora es una casa de huéspedes que tiene forma de finca pequeña, con una capilla en el fondo. Hasta que llegue la familia Sanchinelli, de origen italiano, y divida los cuartos. Eso será un siglo después.

Un rincón colonia en la capital
Preocupadas por la falta de hospedajes en la Zona 1, las autoridades del Instituto Guatemalteco de Turismo les piden a los habitantes del sector que se metan al negocio de la hostelería. Estamos ya en 1972 y aquel hostal donde pasaban la noche campesinos viajeros de la región se ha transformado en un hotel de 10 habitaciones que no pierde su espíritu colonial para servir en bandeja de plata las comodidades que exige
la modernidad.

Cuarenta y seis años después doña Francesca Sanchinelli es la persona que da el “buenos días” en el idioma del huésped para entregar inmediatamente una de las 10 llaves -de esas antiguas, forjadas en hierro- de un hotel que también es museo. Huele a historia en el lugar. Y hasta se puede imaginar a aquel campesino Arquímedes de botas y sombrero entrando con su caballo en el siglo XVII. O se puede recrear el murmullo de los acólitos en el oratorio privado que colinda con la ficción.

“En un inicio era casa de familia, de puro adobe. Pero cuando mi suegra (María Pilón viuda de Milla) la compró ya era casa de huéspedes”, recuerda doña Francesca Sanchinelli, una mujer de palabra pausada, clara, de buena memoria.

“Luego dividió cada habitación grande en dos cuartos pequeños y ahí ya le metió partes de ladrillo. En ese momento se fundó el hotel como tal, como se conoce hoy en día”, sigue trayendo imágenes a su mente, mientras coge unas artesanías que adornan unas estanterías y explica su origen. “Las personas que las trabajan son de un pueblo que se llama Nahualá, cerca del Lago de Atitlán”.

Este hotel colorido que conserva intacto su estilo colonial está situado en el centro histórico de Guatemala.

Este hotel colorido que conserva intacto su estilo colonial está situado en el centro histórico de Guatemala.

Estamos en el centro histórico de Ciudad de Guatemala y cualquier remiendo o modificación que se quiera hacer ocupa obligatoriamente el visto bueno de la Municipalidad de Guatemala. Hay cosas imposibles, como meter los calentadores a los baños o remodelar los pasillos; de cualquier manera el hotel Posada Belén no deja de recibir visitantes, sobre todo en Semana Santa, cuando se convierte en un perfecto palco de honor para ver en primera persona las procesiones que recuerdan los últimos días de Jesús.

No por nada su nombre es un homenaje a las madres betlemitas que se congregaban en un convento que giraba alrededor del Posada Belén y que se conectaba con la iglesia Beatas de Belén por medio de un túnel ahora cerrado. Todo está interrelacionado: cerca del hotel, en la novena avenida y 14 calle, sigue funcionando el legendario Instituto de Señoritas Belén, que mira silenciosamente cuando llegan sobre todo grupos grandes que alquilan y ocupan las 24 plazas disponibles del edificio propiedad de los Sanchinelli.

“Ha venido gente de todo el mundo, pero de las más raras visitas ha sido la de una esquimal que se quedó acá por varios días; luego viene más que todo el turista norteamericano, el alemán, holandés, español, francés e italiano”, explica doña Francesca antes de tocar una mesa de caoba, la más vieja del lugar, que casi cobra vida junto a unos roperos de fachada antigua empotrados en el piso de una de las pocas habitaciones que todavía conserva el ladrillo original del siglo XVII. Es todo un espectáculo ver la forma en que la dueña camina casi levitando para evitar un daño irreversible.

Cada rincón del hotel-museo es una invitación abierta para adentrarse a su historia de antaño.

Son las 7:45 de la noche y esta vez apenas hay dos cuartos habitados. Sobra el silencio. Pero se acaba la renta y el check out espera bien de madrugada. ¡Aguarden! Hay una última historia.

“Cuando estaban restaurando el piso de la cocina se encontró una cruz con unos símbolos raros que hasta hoy no se han descifrado”, termina de contar doña Francesca.

Sí. Se escucha el trotar perezoso de aquellos caballos del siglo XVII. También hace frío. La Posada Belén no tiene ganas de dormir…

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