Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: Entre la Bella y la Bestia

27.01.2018

Este relato narra un caso real.

Se han cambiado los nombres y se omiten algunos detalles a petición de las fuentes.

SERIE 1/2
A Nora la encontraron muerta una mañana calurosa de San Pedro Sula en un lugar baldío en una de las colonias más antiguas.

Estaba medio desnuda, tenía marcas de golpes en el rostro, en los brazos, en las piernas y en el abdomen, y las heridas que acompañaban a los moretones habían sangrado, aunque no copiosamente. El forense dijo que la habían torturado antes de violarla. Después, el violador le quitó la vida.

“Creo que a esta muchacha la mató alguien que la conocía –dijo un detective del Departamento de Delitos contra la Vida de la Dirección de Investigación Policial (DPI), observando detenidamente el cadáver y estudiando la escena del crimen–; creo que el asesino la pretendió por mucho tiempo y que siempre fue rechazado”.

Nora era bonita. No muy alta, delgada, agradable y joven. No pasaba los veinticinco años. Era soltera y quienes la conocieron dicen que era amable y servicial.

“¿Tenía novio?”

“Seguramente”.

“¿Qué tipo de relación llevaba con el novio?”

“No sabría decirlo… Aunque era amable y dulce, era muy reservada”.

“¿Saben si alguien más la pretendía? Alguien de la colonia, tal vez”.

“No, no sabemos”.

“Creo –dijo el detective, dirigiéndose a sus compañeros–, que el asesino está cerca…”

“¿Por qué decís eso?”

“Secuestra, tortura y viola a la víctima, ¿verdad?”

“Así es”.

“Pero la mata…”

Nadie dijo nada.

“¿Por qué la mata si lo que quería era violarla?”

“Porque ella lo conocía”.

“¡Eso!”

“¿Y?”

“El primer interés del asesino era someterla y humillarla… La violación es secundaria…”

“¿Y la muerte?”

“Obligatoria… El violador debe matarla para que la víctima no lo reconozca… Sentía desprecio por ella y deseaba destruirla…”

“¿Por qué?”

“Porque ella le gustaba, la pretendió, lo rechazó, se vio minimizado y humillado porque este era un tipo de mujer diferente a lo que está acostumbrado a conquistar el violador y, enfurecido, le hace el mayor daño posible para demostrar su poder y su control… Y la viola; luego, la asesina… según él, para no dejar rastros, ignorando el muy bestia que su firma, su personalidad, queda marcada en cada detalle de la escena del crimen, en cada golpe, en cada acción que cometió contra la víctima, lo que nos ayudará mucho a ponerlo en una celda de por vida”.

El agente suspiró.

“¿Por qué decís que está cerca?”

“Está claro que el asesino no tiene carro ni acceso a uno, por lo que deduzco que vigiló a la muchacha, la secuestró y bajo amenazas de muerte la trajo hasta este lugar, un lugar que conoce bien y en el que se sentía cómodo para hacer lo que hizo, lo cual le llevó cuando más unos treinta minutos. Me refiero a someter a la víctima, golpearla, torturarla, violarla y matarla… No lo hizo a la velocidad de la luz. Él conoce bien este lugar, por lo tanto, vive cerca de aquí y cerca de la víctima… Pero eso es algo que vamos a analizar en la oficina…”

Entrevistas
De poco sirvió el trabajo en el campo. Todos los entrevistados dijeron que Nora era agradable, buena, sociable y dulce, que no le conocieron enemigos y que si tenía novio, se llevaba bien con él.

Era hora de localizar al novio.

“Aunque nada vamos a lograr hablando con él –dijo un detective–; está claro que él no es el asesino”.

“¿Por qué?”

“Si él la hubiera matado, no la hubiera torturado. La mata y ya, sin necesidad de violarla… Aunque debemos comprobar esta teoría”.

En la oficina se hizo el silencio, roto solamente por el ruido de los ventiladores.

“Investiguemos al novio, pero estudiemos primero la escena del crimen y hagamos el perfil psicológico del asesino… que, insisto, no es el novio”.

DPI
En Honduras existe una Escuela de Investigación Criminal, lo que representa un avance en la lucha contra la delincuencia en todas sus manifestaciones y que, en teoría, ayuda mucho en la lucha contra la impunidad. Pero la Escuela no basta. Hay que mejorar los resultados en Medicina Forense, hay que profesionalizar a sus empleados y hay que invertir en laboratorios de última generación. Y hay que hacerlo ya, porque la mora investigativa debe reducirse y porque la justicia debe estar bien servida. Por lo pronto, los investigadores criminales de la DPI están demostrando mucho profesionalismo, gran capacidad y, mejor aún, sabiduría y buena voluntad para luchar científicamente contra el crimen, lo que es una gran ganancia para Honduras. Y este caso es una muestra de ello. Ahora, solo deseo que el nuevo director de la Policía Nacional, general director José David Aguilar Morán, le dé un apoyo efectivo a la DPI, estimule a su personal y los guíe con el buen ejemplo y la buena voluntad de darle al país una mejor y cada vez más confiable Policía Nacional.

Perfil
El ambiente era pesado en la oficina de homicidios de la DPI. Hacía calor en San Pedro Sula, a pesar de la lluvia que caía sobre la ciudad, y la humedad se metía por los poros. Aun así, los agentes trabajaban.

“Quien hizo esto no es un enfermo mental –decía uno de los detectives, con voz pausada–, pero estamos ante un hombre violento, controlador, impulsivo y dueño de una personalidad marcadamente psicópata. Creo que al torturar a la víctima lo hace por castigo, esto es, que castiga a la mujer que no cedió o no se rindió ante sus esfuerzos por conquistarla. Por supuesto, con sus acciones podemos deducir que él mismo reconoce que esta mujer estaba muy por encima de lo que puede conseguir, o sea, que la consideraba superior a sí mismo, por lo que creo que el violador es un hombre con escasa educación, un poco mayor de treinta años y de oficio obrero, albañil o dependiente en algún comercio… En resumen, un hombre con baja autoestima, que se sabe marginado y que se siente poca cosa dentro de la sociedad… Incluso, me atrevo a decir que fue abusado en su infancia y que viene de una familia pobre en la que dominaba la violencia y el abuso a la mujer…”

El detective hizo una pausa.
“Es un hombre fuerte –agregó, poco después–, y seguramente tiene una familia propia… Es un frustrado social que pretendió a la muchacha por largo tiempo y que, al verse rechazado constantemente, y por lo tanto humillado, optó por el secuestro, la tortura y la violación. Pero no lo hizo por sexo, no. Lo hizo para mostrar su poder de macho alfa, dominante y controlador, pero un falso macho alfa, ya que este muestra un instinto animal y usa la violencia para imponerse. De aquí que podemos confirmar que es un individuo sin estudios, de escasa preparación académica, con nula preparación intelectual, es de clase baja-baja, de origen miserable, de familia problemática y tiene algún problema físico o un trauma psíquico producido a causa de abusos en su infancia”.

Alrededor todo estaba en silencio.
Las fotografías de la víctima hablaban por sí solas y el detective interpretaba cada detalle que iba descubriendo, escarbando en ellos la personalidad del violador y asesino.

Eran fotos grotescas.

Ya dijimos antes que a la muchacha la encontraron semidesnuda, con señales de haber sido torturada antes de reducirla a la impotencia; luego, la violaron con violencia y, después, la mataron.

“¿Por qué tuvo que asesinar a la víctima? –preguntó un detective–. Ya la había violado, que era en realidad lo que quería. Entonces, ¿por qué quitarle la vida?”

“No estamos ante un violador del tipo oportunista –respondió uno de los agentes de homicidios–; este hombre conocía a la víctima y la pretendió -o al menos la enamoró- y ella lo rechazó, él no resistió el desprecio y la secuestró, para hacerle ver su poder sobre ella, y para reafirmar dentro de sí mismo su poder sobre cualquier otra mujer; la golpeó, para debilitar su resistencia, la torturó, para castigarla por su rechazo, y la violó, no para conseguir un trofeo sexual simplemente, sino para someterle, humillarla y demostrar su poder… Y la mata porque lo conoce, lo que nos dice que los dos son de la misma colonia o del mismo barrio. Es más, quizás son vecinos, lo que reduce nuestra área geográfica a la zona donde fue encontrado el cuerpo”.

Siguió a esto una pausa.

Al final, el detective exclamó:
“Damas y caballeros, nuestro violador y asesino está cerca de la casa donde vivía la víctima, tiene allí su propia familia y de allí sale todos los días a trabajar como obrero, como albañil o como dependiente… o, quizás, como guardia de seguridad”.

Nuevo silencio.
“Todo eso está bien –dijo uno de los detectives–, pero, ¿por dónde empezamos?”

“Primero, hay que hacer una visita a la zona. Es posible que alguien sepa algo sobre el crimen… Recuerden que la gente habla, hace comentarios, que más de alguno conocía a la muchacha y tal vez esta comentó que alguien la acosaba, o, tal vez, alguien sepa algo sobre el violador porque quizás este comentó en alguna ocasión que la muchacha le gustaba y, a partir del perfil que acabamos de elaborar, es posible que haya jurado que la muchacha sería suya, por la buena o por la mala… ¡Algo se puede encontrar en el lugar!”

“¿Quiénes van a la zona?”

“Gente de perfil bajo, que pregunte sin exponerse y que genere confianza… Recordemos que somos desconocidos en la zona y que somos policías, lo que no se puede esconder por más que lo intentemos”.

“Bien”.

“Hay que tener en cuenta esto… Vamos detrás de un hombre de piel clara, aunque quemada por el sol a causa de su trabajo; tiene entre treinta y treinta y tres años, es fuerte, fornido, tiene rasgos algo indígenas, sin discriminar, seguramente usa el pelo bajo, se conduce como macho poderoso, controlador y violento; quizás vaya armado con cuchillo, ya que no mató a la muchacha con arma de fuego. Este hombre es de baja condición social, pobre, y seguramente viste ropa de bulto. Además, tiene mujer, una mujer de baja autoestima que quizás trabaja en una maquila o como cocinera… Solo es una suposición. Empecemos a partir de la casa de la víctima y caminemos por la calle por donde ella caminaba al ir y venir de su trabajo… Por allí cerca vamos a encontrar un cuarto, una cuartería o una casa donde vivía el asesino”.

“¿Vivía? ¿Por qué decís vivía?”

“Perdón… Creo que este tipo es un cobarde y que por mientras se calman las cosas, se alejó por un tiempo de la casa… Es posible”.

“¿Le pedimos al dibujante que nos haga un retrato? Puede ayudar”.

“Me parece bien”.

Alguien
Armados con el perfil psicológico y con una idea clara del físico del criminal, un equipo de agentes de la DPI fue a la zona del crimen. Trabajaron una semana entera, hasta que el esfuerzo dio resultados.

“Mire –les dijo un hombre–, yo conozco a alguien así como el que usted dice… No es muy alto, está curtido por el sol y se peina así, bien bajo el pelo…”

“¿Sabe cómo se llama?”

“César”.

“¿Apellidos? ¿Los sabe?”

“No, pero creo que es albañil…, así como ustedes dicen. Y parece fuerte y de esos que no se dejan de nadie…”

“Perdone, señor –lo interrumpió el detective–, pero a mí me parece que usted sabe algo más del crimen…”

El hombre se rascó detrás de una oreja.

“Es que yo no quiero problemas…”

“No tendrá problemas…”

“Mire –dijo el hombre, después de dudar un rato–, yo vi a ese hombre caminar cerca de allí donde hallaron a la muchacha… Bueno, lo vi que salía de ese lugar…”

“¿Cómo fue eso?”

“Yo tenía que hacer una necesidad… orinar, pues, y busqué un lugar solo… y lo vi salir de allí, aunque no lo vi hacer nada y no vi a la muchacha… Supe de eso hasta que fue la bulla en la colonia…”

“¿Puede averiguar el nombre completo?”

“César Rodríguez, creo… O algo así… Es albañil y vive en la calle donde vivía la muchacha… en un cuarto, con una mujer…”

Los detectives se miraron entre sí y sonrieron. Estaban satisfechos. Ahora empezaría la cacería del asesino. La DPI estaba demostrando su capacidad como Policía científica… Solo faltaba cazar al criminal…

“Pues, mire que César se ha perdido desde hace como unos diez días” –le dijo una señora a uno de los detectives que llegó hasta ella buscando a un albañil que le habían recomendado…

Continuará la próxima semana...

De interés: La historia de Grandes Crímenes de la semana pasada: “Haciendo justicia”