Siempre

Artículo de Octavio Carvajal: Los hambrientos

14.10.2017

A las puertas de conocer un nuevo presidente o si el actual logrará la reelección, seguimos pasmados como muchas caras que ahora nos hablan de reducir la ruina, la delincuencia, de luchar contra la corrupción y los narcos, son casi las mismas bocas codiciosas desde que se instauró la cacareada “democracia” en 1982. Uff, momias al ataque.

Aquí la masa de loros tiene mente corta (salvando nuevas crías). Quienes se han deleitado con el poder olvidan adrede sus vicios y torpezas. Desde los tiempos de Roberto Suazo Córdova (Rosuco) se reparten el país libremente. Lo empeñaron y se lo robaron. En pleno adelanto saltan famélicos por el trono. Se sueñan redentores de la crisis que parieron. ¡Bandidos!

Serviles

Suazo Córdova asumió jurando “revolución del trabajo y la honestidad”, pero rindió su charra a los poderosos militares que sometían la nación bajo golpes de Estado y “gobiernos” mimados por Estados Unidos que a estas alturas sigue aflojando y apretando a civiles y uniformados según sus intereses. ¿Cuál amistad?

Algunos exservidores de Rosuco siguen activos en política y varios de ellos son “nuevos brillos” en la famosa alianza y otros partidos, donde cínicamente cansan hablando de transformar el país y cuando tuvieron el chance colgados de la teta durante la tenebrosa guerra fría, eran mansos y serviles de los gringos. ¿Mentimos?

El régimen del suazocordovismo nos heredó un déficit fiscal indócil por subir desmesurada y groseramente el presupuesto militar para retar las células guerrilleras de Guatemala y El Salvador y fortalecer la contrarrevolución sandinista. John Dimitri Negroponte, entonces embajador del imperio, solo era picos y abrazos con Rosuco.

F-5

Para muchos de la época, Suazo Córdova fue un “títere” de Estados Unidos que “nunca gobernó el país”. Cayó José Simón Azcona Hoyo, se peleó con los del norte, pero admitió a cinco mil militares en Palmerola, Comayagua. Avaló la compra de aviones caza F-5 a un costo de 75 millones de dólares con la excusa de una posible guerra con Nicaragua.

Azcona –estimado un hombre honesto- realizó proyectos carreteros, construyó varios edificios públicos y, en el ocaso de su gestión, nos dejó largas filas de automóviles en busca de combustible. No había dinero para comprar carburantes al verse ignorado por los entes de crédito internacional al negarse a visar la depreciación de la moneda.

Azul

Llegó Rafael Leonardo Callejas Romero, apasionado del fútbol y como todo un “biónico” nos metió un solo golazo –su estilo- que desplumó el lempira a más de siete frente al dólar con el famoso “paquetazo fiscal 18-90” maquillado como “Ajuste Estructural de la Economía”. ¿Cuál cambio?

De “bendición”, su régimen recibió un perdón de la deuda de 500 millones de dólares. Paradójicamente nos endeudó en más de 200 millones de dólares, aumentó nuestra mora externa a 3,500 millones de dólares y heredó un déficit fiscal de 10.6 por ciento. “Me duele”, dijo al irse, pero más le ha de doler el grillete.

Entra Carlos Roberto Reina, jura una “revolución moral” adquiriendo su lujosa casa en Loma Linda, donde “murió”. Atrás quedaron las 50 mil viviendas para los pobres. No pudo reducir la inflación anual del 26 por ciento con Hugo Noé Pino como presidente del Banco Central de Honduras (BCH), quien ahora critica todo desde su descontrolada tribuna económica.

Leñazos

De remate, pese a resistir más tributos, accedió a subir el impuesto sobre ventas del 7 al 9 por ciento, que luego lo elevó al 12 por ciento su sucesor Carlos Roberto Flores Facussé, cuya “nueva agenda” fue rota por el huracán Mitch a finales de octubre de 1998. Socorros de un lado y de otro. Mil países volcados hacia la bolsa de muchos.

Ricardo Maduro Joest sucede a Flores. Metió tres leñazos fiscales y gana un indulto casi total de la deuda externa. Sirve el plato a Manuel Zelaya Rosales quien, según sus aleros, es el más digno de la novela. Pasó el trono a Porfirio Lobo Sosa, acusado de liarse al bajo mundo. Enreda al trono a Juan Orlando Hernández Alvarado, que cojea en medio de acusaciones y contraacusaciones de corrupción. Los morales están con hambre.