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Sábana Santa, la historia de la reliquia

La Síndone, cuya réplica se exhibe en la Basílica Menor de Suyapa, está conservada en una cápsula de cristal irrompible alimentada con argón

FOTOGALERÍA
26.08.2017

Tegucigalpa, Honduras
Su existencia no solo está relacionada con la fe, sino con la ciencia y la historia. Al recorrer la exposición en la Basílica Menor de Suyapa, en la que se exhibe una réplica de la Sábana Santa, muchos se preguntan sobre su origen.

La primera vez que se menciona es en los Evangelios. Mateo (27:59), Marcos (15:46) y Lucas (23:53) nos cuentan que José de Arimatea se hizo cargo del cadáver de Jesús, bajándolo de la cruz y envolviéndolo en una sábana limpia, luego lo depositó en un sepulcro nuevo excavado en una peña. Los Evangelios se escribieron en griego, y en esa lengua la palabra “sábana” se dice sentóni, razón por la que a esta reliquia también se le conoce con el nombre de Síndone.

A partir de ahora nos referiremos a ella también con este término técnico. La Sindonología es, por tanto, el esfuerzo de múltiples disciplinas científicas para tratar de comprender en su conjunto qué es la Síndone y verificar o no su autenticidad.

El hallazgo
El cuerpo de Cristo fue envuelto de pies a cabeza y de cabeza a pies con un largo lienzo. Cuando el domingo temprano fueron las mujeres a terminar los ritos de entierro, el cuerpo había desaparecido, la tumba estaba abierta y vacía, pero habían quedado los lienzos y la sábana y, en esta última, unas huellas misteriosas.

La Síndone es lo suficientemente larga como para envolver el cuerpo humano. Una de las objeciones que a menudo se plantean es que los hebreos sepultaban los cadáveres de una forma mucho más compleja, no solo cubiertos en una tela, pero esto se responde fácilmente.

Cuando deducimos por el relato evangélico que al cadáver de Jesús lo ponen en el sepulcro provisionalmente dado que tienen que dejar de trabajar, según la ley judía, antes de que comience el sagrado sábado. Esa es la razón por la que las mujeres acuden el domingo por la mañana con los aromas para terminar de ungir el cadáver.

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Cuenta el Evangelio que la primera persona a la que se aparece Jesús Resucitado es María Magdalena y a ella le encarga que vaya a contárselo a los Apóstoles. Cuando la Magdalena cumple esta misión, Pedro y Juan corren para comprobar por sí mismos la veracidad del relato y, efectivamente, encuentran el sepulcro vacío y la sábana.

Para un judío una mortaja, así como todo lo que hubiese estado en contacto con un cadáver, era algo impuro: estaba manchada de sangre y dentro de una tumba. No obstante, no es descabellado pensar que los Apóstoles la conservaran porque si Cristo había en verdad resucitado ya no se podía aplicar a la sábana aquella idea de impureza legal.

Eusebio de Cesarea, un historiador cristiano del siglo IV, da a entender que la Síndone fue resguardada por los discípulos en la cercana ciudad de Pella para evitar su destrucción ante el asedio de las legiones romanas de Tito (año 70 d. de C.). Los evangelios apócrifos nos dan una pista de cuál pudo haber sido su auténtico destino.

La corona de espinas, uno de los objetos de la muestra.

La corona de espinas, uno de los objetos de la muestra.

Los milagros
En uno de estos evangelios apócrifos, el denominado “Doctrina de Tadeo”, se cuenta la historia del rey Abgar V de Edesa que, según parece, padecía de lepra. Este rey envió una carta a Jesús rogándole que fuese hasta allí para curarle, a lo que Jesús responde que una vez haya consumado su misión en este mundo enviará a uno de sus discípulos hasta Edesa en su nombre.

El relato cuenta, además, que el rey Abgar se curó milagrosamente cuando recibió al discípulo que le llevaba una imagen de Jesús “arquerópita”, es decir, “no hecha por mano humana”.

Según el historiador de la Universidad de Oxford Ian Wilson, ese “retrato”, entre comillas, no era otro que la Sábana Santa doblada de tal forma que solo mostraba la cara de la enigmática imagen frontal que se puede apreciar claramente en ella. A esto apunta el hecho de que a la tela venerada en Edesa como el verdadero Rostro de Cristo se la conocía, entre otros, con el nombre de “Tetradiplon” (que quiere decir “doblado cuatro veces”, en griego).

Veneración
En textos de siglos posteriores, a esa tela se le denomina Mandylión (es decir, “sudario”, en siríaco).El Mandylión fue venerado en Edesa -en un marco de oro- en el lugar más importante de la ciudad. No obstante, uno de los hijos de Abgar volvió al paganismo y comenzó una persecución contra los cristianos que motivó que la reliquia fuese escondida en un nicho sobre la puerta occidental de la muralla.

Allí permaneció oculta hasta que en el año 525 una enorme riada la puso al descubierto (las aguas hicieron que se desmoronaran algunas partes del muro donde se había ocultado la sábana).

La palabra sábana en griego es sentóni o síndone.
“El cuerpo de Cristo, fue envuelto de pies a cabeza
y de cabeza a pies”. “La Síndone es tan larga como
para cubrir un cuerpo humano”.


El mismo emperador bizantino Justiniano II, enterado del hallazgo, envió dinero para construir una catedral donde conservarla.
Los persas intentaron conquistar Edesa en el año 544, pero se asustaron al ver que sus habitantes utilizaban la imagen de Jesús grabada en la tela como escudo protector.

Más tarde, en el año 944, el entonces emperador bizantino Romano I Lecapeno compró el Mandylión a los árabes que dominaban Edesa en ese momento por 12,000 denarios de plata, la liberación de doscientos prisioneros y la promesa formal de que los ejércitos imperiales no volverían a poner los pies en Edesa. El 16 de agosto de ese año, el Mandylión fue trasladado solemnemente a Constantinopla. Casi un año tardó el recorrido.

Al llegar a Constantinopla, un clérigo llamado Gregorio pronuncia un sermón en la catedral de Santa Sofía en el que afirma que le impresiona contemplar en el Mandylión la herida del costado del Señor.

Esto, junto a otros documentos descubiertos en el Monte Athos por Mark Guscin, investigador del Centro Español de Sindonología, confirman que, en efecto, el Mandylión no era más que la Sábana Santa doblada, y que con el traslado se dieron cuenta de que conservaba una impronta de cuerpo entero y no solo de la cara.

Robert de Clary, cronista de la IV Cruzada, relata textualmente en 1204 que en el monasterio de Santa María de Blanquerna se guardaba la Sábana “en la que Nuestro Señor fue envuelto, y cada viernes se izaba toda derecha, y se podía ver bien la figura de Nuestro Señor”.

Es en este punto donde la historia de la Síndone se conecta con la de la Orden de los Templarios. Una posible teoría es que fue extraída de Constantinopla y guardada luego en Chipre, donde los Templarios tenían una sede y que desde ahí llegó a Francia por medio de un caballero templario de apellido Charny.

Con el paso del tiempo, la Orden de los Templarios fue acusada ante el Papa de venerar un extraño rostro de Cristo, además de otras cosas. En la noche del 6 de octubre de 1307, pocas horas antes del ajusticiamiento de los principales dirigentes templarios, un carro abandonó la fortaleza del Temple en las afueras de París. El hombre que lo conducía se protegía con una simple sábana.

Siete años después, en 1314, Jacques de Molay, gran maestre de la Orden del Temple y Godofredo de Charny, su lugarteniente y comendador de Normandía, eran quemados.

En 1349, por orden del Papa Clemente V, otro Godofredo de Charny, se?or de la ciudad francesa de Lirey y quizá familiar del caballero templario ajusticiado, expone la Sábana Santa a la veneración de los fieles.
Margarita de Charny, nieta de Godofredo, retiró la Sábana de allí y la trasladó al castillo de San Hippolyte. Finalmente, se la vendió a los Duques de Saboya el 22 de marzo de 1453 y estos se la llevaron a Chambéry, donde etaba su corte.

La Sábana pasa a ser propiedad de la familia de los Saboya.

La exposición de la síndone estará en Expocentro
de San Pedro Sula desde el martes 29 de agosto
hasta el 10 de septiembre. Según datos de la
Iglesia Católica, más de 6,000 personas diarias
han visitado la exposición.


En la noche del 3 al 4 de diciembre de 1532 se produjo un incendio en la capilla en la que se guardaba la Síndone. La reliquia se encontraba doblada y metida dentro de una doble caja, de madera en el interior y de plata por fuera. Cuando el fuego alcanzó el relicario, una gota de plata fundida penetró en el interior y cayó sobre la tela quemando el tejido y dañando la Sábana para siempre con dieciséis agujeros.

La temperatura tuvo que haber alcanzado los 920 grados necesarios para que la plata se fundiera. El agua arrojada sobre la urna para enfriarla penetró por las rendijas y mojó parte del tejido dejando unas manchas que aún hoy se pueden apreciar.

Los agujeros fueron remendados dos años más tarde por las monjas clarisas empleando corporales bendecidos. Esta labor la realizaron de rodillas y utilizando agujas de oro mientras pronunciaban oraciones de desagravio.

En 1576 una epidemia de peste asoló la diócesis de Milán. Su cardenal, San Carlos Borromeo, prometió que si la enfermedad cesaba iría a pie a venerar la Síndone hasta Chambéry. Los duques de Saboya quisieron acortar el viaje del santo y evitar que tuviese que atravesar los Alpes siendo un hombre mayor. Por eso, en 1578, trasladaron la Síndone hasta la ciudad de Turín, donde se conserva desde entonces, en la capilla construida por Guarino Guarini.

La Síndone solo ha abandonado Turín, y en secreto, durante la II Guerra Mundial, cuando fue trasladada por motivos de seguridad al santuario benedictino de Montevergine. La Sábana Santa fue propiedad de los Duques de Saboya durante más de quinientos años, hasta que en 1983, Humberto II de Saboya, se la regaló a la Santa Sede.

El Vaticano ha considerado que la reliquia, conocida en todo el mundo como “la Sábana de Turín”, permanezca en la capital piamontesa.

En la actualidad, la Síndone se conserva en una cápsula de cristal irrompible alimentada con argón, un gas inerte que frena la proliferación de bacterias que podrían dañar la celulosa del tejido.

El complejo sistema de conservación está controlado en todo momento por ordenador y dispone de ruedas que permiten su traslado.

La Sábana Santa de Turín ha sido considerada una reliquia y un objeto de culto desde los comienzos del cristianismo. Existen documentos que atestiguan que la Sábana Santa la han venerado reyes, papas, santos y creyentes de toda clase y condición.

Según la tradición cristiana es el lienzo que cubrió el cuerpo muerto de Jesús, al ser descolgado de la cruz y ser trasladado al sepulcro.

¿Qué características tiene este lienzo?

En cuanto a sus medidas, después de que se restaurara en el año 2002 al quitarle los forros que restringían la extensión completa de la tela y se le eliminaran algunas arrugas, la Sábana mide 4,42 metros de longitud por 1,13 de anchura, aproximadamente.

La Sábana Santa es una tela de lino, tejida en forma de espiga. Sabemos que es un tipo de tejido que se utilizó en tiempo de Jesús en Oriente, mientras que en Europa no se utilizó antes del Siglo XV.

Los Evangelios mencionan la Sábana Santa

La primera vez que se menciona a la Sábana Santa es en los Evangelios. Mateo (27, 59), Marcos (15, 46) y Lucas (23, 53) nos cuentan que José de Arimatea se hizo cargo del cadáver de Jesús, descolgándolo de la cruz y envolviéndolo en una sábana limpia, luego lo depositó en un sepulcro nuevo excavado en una roca.

Los Evangelios se escribieron en griego, y en esa lengua la palabra “sábana” se dice σεντόνι (sentóni), razón por la que a esta reliquia también se le conoce con el nombre de “Síndone”.

¿Quién está representado en la Sábana Santa? ¿Es Jesucristo?

Los científicos y médicos afirman que estamos ante la huella de un hombre torturado, lleno de heridas, contusiones y de todo tipo de deformaciones reales.

El hombre representado en la Sábana refleja lo que nos dice los evangelios sobre lo que padeció Jesús. La muerte de Jesús es algo completamente distinto a las ejecuciones que se realizarían de otros crucificados, porque las circunstancias específicas en la muerte de Cristo son muy especiales.

No es atado sino clavado. Es coronado de espinas, es flagelado y crucificado, es enterrado. Todos estos detalles narrados por los evangelios se encuentran en la imagen del hombre de la Sábana de Turín.

Estadísticamente hablando podemos decir que es remotísima la probabilidad de que no fuera otro más que Jesús que está representado en la Sábana.

¿Cuáles son las características físicas del hombre de la Sábana?

El análisis de los médicos que han estudiado la Sábana es el siguiente:

Varón de unos 30 años. Caucásico. Mide entre 1’81 y 1’86 de estatura (la medida varía a causa de los pliegues de la tela y a la torsión del cadáver debida a la propia crucifixión). 99 centímetros de torso. 82 centímetros desde el hombro a la punta de los dedos de la mano. 94 centímetros de piernas. 42 centímetros el perímetro máximo de las rodillas. 80 kilos. En resumen, un cuerpo humano atlético.