Siempre

La pasión de Cristo: Un acto espantoso y casi sin piedad

El Hombre de la Sábana recibió unas 600 heridas por unos 100 golpes de látigo

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26.08.2017

Tegucigalpa, Honduras
El Hombre de la Sábana, en opinión de los peritos forenses que han estudiado la reliquia, fue torturado de forma inmisericorde con una malicia inusitada.

Si la Síndone es una falsificación, es la prueba de que en algún momento de la historia algún falsario torturó y crucificó a una víctima exactamente igual a como nos dicen los Evangelios que se hizo con Jesús.

Sigamos el relato de la Pasión según los Evangelios y comparémoslo con lo que nos muestra la Síndone.

Los juicios

Jesús es sometido a dos juicios. El primero, por blasfemo al decir de sí mismo que era el Hijo de Dios. Mientras es interrogado por el Sumo Sacerdote recibe un golpe en la mejilla. En el texto original del Evangelio de San Juan se dice que el siervo de Caifás le da a Jesús un golpe y erróneamente se traduce ese término griego por “bofetada”.

En realidad, habría que traducirlo por “porrazo”, “golpe seco y contundente infligido con un palo”, “bastonazo”. También en la Palestina del siglo I los soldados iban armados con porras y es con ese instrumento con el que golpean a Jesús.

El Hombre de la Síndone muestra una excoriación en el pómulo dirigida hacia la nariz y se aprecia que el tabique nasal ha sido desplazado por el golpe y muestra, además, múltiples magulladuras. Recordemos que desde que Jesús es detenido en el Huerto de Getsemaní hasta el momento de morir recibe golpes que le van desfigurando la cara.

Es inconcebible la crudeza de este castigo teniendo en cuenta que se trata de un reo que en ningún momento presenta resistencia.

El segundo juicio tiene como juez al octavo procurador romano en la Judea, Poncio Pilatos. La acusación es sedición, porque Jesús afirmó públicamente ser rey de un Reino que no es de este mundo.

Pilatos estaba convencido de la inocencia de Jesús, según nos cuentan los mismos Evangelios, y se le ocurrió una estratagema para salvarle la vida: mandó que lo azotaran y luego lo mostró al pueblo ensangrentado, buscando sin éxito su misericordia.

+Sábana santa, la historia de la reliquia

El castigo

A Jesús, por tanto, lo flagelan con terrible dureza, pero atendiendo a la orden de Pilatos de respetar su vida, los verdugos se cuidan de no golpear la zona del corazón.

Para este castigo emplean el llamado flagrum taxilatum, un látigo con dos o tres cuerdas de cuero y unas piezas de hierro pequeñas en los extremos que escorian la piel cuando la golpean. Por su crueldad, este flagelo recibía el nombre de “escorpión” o “caricia de Satanás”.

La pérdida de sangre tuvo que haber sido profusa y es de suponer que Jesús perdió el conocimiento.

El Dr. Milklik cita el número de escritores romanos que describen la inaudita crudeza del suplicio de la flagelación. El Hombre de la Sábana fue azotado con método y precisión por gente que dominaba perfectamente la técnica de su oficio, y mientras estaba atado.

La Síndone nos demuestra que las heridas de la flagelación en los glúteos y la cadera tienen la misma profundidad que el resto del cuerpo, con lo que se deduce que el castigo se le practicó mientras el Hombre de la Sábana estaba desnudo.

Asombra el sadismo escalofriante de los verdugos, que golpearon con mayor intensidad en la parte delantera superior interna de ambos muslos, junto a las ingles. El flagelo era lacerante, abría la piel y provocaba la salida de sangre con cada golpe.

La duración de la flagelación pudo ser de 25 a 35 minutos.

Se pueden contabilizar unas 600 heridas por unos 100 golpes de látigo. De ningún otro crucificado más que de Jesús de Nazaret se sabe que haya sido coronado con espinas. Era una burla cruel a un Hombre que había afirmado ser rey. Estamos acostumbrados a ver la corona en forma de anillo que rodea la frente y las sienes, pero la realidad fue otra.

Existen en la imagen de la Síndone graves lesiones distribuidas por las regiones frontal, tempo-parietales y parieto-occipitales. Todos los estudiosos coinciden en que se trata de lesiones provocadas por objetos punzantes en el cuero cabelludo que, debido a su gran número, produjeron una hemorragia múltiple y un agudísimo dolor.

Estas lesiones son explicables porque la cabeza del Hombre de la Sábana estuvo cubierta por un casco de púas.

Los experimentos médicos realizados al respecto confirmaron esta hipótesis. No olvidemos que, según el relato evangélico, los soldados, con satánica malicia, comenzaron además a golpearle sobre la corona con un palo para clavársela más profundamente. Esto tuvo que provocarle un dolor de paroxismo.

En la Sábana se aprecia un reguero de sangre en forma de tres invertido que se produjo al perforar con una de las espinas la vena frontal y manar la sangre sobre una frente arrugada por el dolor. La Síndone muestra también claramente que se empleó un solo clavo para clavar los dos pies, el izquierdo sobre el derecho, al madero vertical.

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No hay un solo médico que se haya acercado a la Síndone que no esté plenamente convencido de su autenticidad atendiendo a los datos anatómico-forenses presentes en la reliquia.

Uno de ellos, el Dr. Yves Delages, agnóstico, declaró que “en el estudio del Lienzo de Turín se ha introducido una innecesaria cuestión religiosa, puesto que si el personaje histórico no hubiese sido Jesús de Nazaret sino Aquiles o un faraón, nadie habría planteado objeciones a su autenticidad. No hay tan siquiera una probabilidad sobre un millón de que la Síndone no sea la Sábana fúnebre de Cristo”.

En la Sábana hallamos huellas de tormentos que sabemos que solo le infligieron a Jesús, con lo que, tal y como afirma un reciente cálculo estadístico, sería más probable sacar el mismo número y el mismo color en una ruleta 52 veces seguidas que admitir que la Sábana Santa no es la tela en la que se envolvió el cadáver de Jesús de Nazaret.

Bruno Barberis, matemático de la Universidad de Turín, ha afinado esta estadística aún más concluyendo que si hubiese habido 200,000 millones de crucificados, uno solo puede haber tenido estadísticamente hablando las mismas características comunes a Jesús y al Hombre de la Sábana.

Uno de los símbolos que recuerdan la pasión de Jesucristo.
San Juan Pablo II explica la Sábana Santa

El 24 de mayo de 1998, san Juan Pablo II visitó Turín. Después de rezar ante la Sábana Santa, en su discurso el Papa explicó que la Sábana Santa es uno de los signos más conmovedores del amor sufriente del Redentor.

El precioso lienzo nos puede ayudar a comprender mejor el misterio del amor que nos tiene el Hijo de Dios.

La Sábana santa es un reto a la inteligencia. Ante todo, exige de cada hombre, en particular del investigador, un esfuerzo para captar con humildad el mensaje profundo que transmite a su razón y a su vida.

San Juan Pablo II explicó que no le compete a la Iglesia responder a las preguntas relacionadas a la Sábana Santa. Que eso es competencia de los científicos. Luego añadió que el creyente cuenta sobre todo el hecho de que la Sábana santa es espejo del Evangelio.

Para el Papa, cualquier hombre que contemple y reflexione sobre la Sábana Santa puede descubrir lo que es el sufrimiento humano. Ante la Sábana santa, ¿cómo no pensar en los millones de hombres que mueren de hambre, especialmente en los países en vías de desarrollo?

Pero la Sábana Santa no sólo nos habla de muerte y sufrimiento, nos habla del amor inmenso de Dios por los hombres. Por último san Juan Pablo II explicó que la Sábana santa es imagen del silencio.

La Sábana santa nos presenta a Jesús en el momento de su máxima impotencia, y nos recuerda que en la anulación de esa muerte está la salvación del mundo entero.

Papa Francisco y su opinión sobre la Sábana Santa

No se trata simplemente de observar, sino de venerar; es una mirada de oración. Y diría aún más: es un dejarse mirar. Este rostro tiene los ojos cerrados, es el rostro de un difunto y, sin embargo, misteriosamente nos mira y, en el silencio, nos habla.

Porque el hombre de la Sábana Santa nos invita a contemplar a Jesús de Nazaret. Esta imagen –grabada en el lienzo– habla a nuestro corazón y nos lleva a subir al monte del Calvario, a mirar el madero de la cruz, a sumergirnos en el silencio elocuente del amor.

Así pues, dejémonos alcanzar por esta mirada, que no va en busca de nuestros ojos, sino de nuestro corazón. Escuchemos lo que nos quiere decir, en el silencio, sobrepasando la muerte misma.

A través de la Sábana Santa nos llega la Palabra única y última de Dios: el Amor hecho hombre, encarnado en nuestra historia; el Amor misericordioso de Dios, que ha tomado sobre sí todo el mal del mundo para liberarnos de su dominio.

Este rostro desfigurado se asemeja a tantos rostros de hombres y mujeres heridos por una vida que no respeta su dignidad, por guerras y violencias que afligen a los más vulnerables... Sin embargo, el rostro de la Sábana Santa transmite una gran paz.