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'La Bestia” y 'El Patrón de Patrones”

18.10.2014

Este relato narra un caso real.

Se han cambiado algunos nombres.

LA ENTREVISTA. “El Patrón de Patrones”, Miguel Arnulfo Valle Valle, estaba sentado al otro lado de la mesa junto a su hermano Luis Alonso, sin esposas, con el rostro encendido con un rojo que bien podía ser de cólera o de indignación. La luz de las lámparas se reflejaba en las canas de su barba y, aunque se mostraba abatido, conservaba algo del espíritu de hierro que lo caracterizó por tantos años y que lo hizo uno de los hombres más temidos de Copán.

Frente a él se sentó “La Bestia Negra”, serio, sin parecer repugnante, con el birrete puesto, sin armas ni guardaespaldas. Aunque parecía cansado, se mostraba dominante y satisfecho. Quedó frente a “El Patrón de Patrones” viéndolo directamente, listo para empezar la entrevista. Miguel Arnulfo lo miró sin decir nada, sosteniendo retadoramente la mirada.

“¿Cómo se siente?, le preguntó “La Bestia”.

“El Patrón de Patrones” se quedó mudo. Tenía apretadas las mandíbulas y respiraba con dificultad. Reprimía su furia y, por su actitud, podría decirse que se sentía entre enemigos.

Vestía la camiseta azul con rayas horizontales amarillas y el pantalón jean con que lo habían detenido y aún olía a perfume.

“Estoy bien”, murmuró, segundos después. Bueno, dentro de lo que cabe.

“¿Necesita algo?” Él negó con la cabeza.

“Tengo entendido que usted es diabético”, agregó “La Bestia”; si necesita ayuda médica, dígalo… Está en su derecho. Puede ser el criminal más despiadado, pero aquí le respetamos sus derechos.

“El Patrón de Patrones” poco a poco iba entendiendo que no estaba entre enemigos. La Policía lo había capturado en atención a la orden de un juez de extradición y de acuerdo a la solicitud de los Estados Unidos, que lo reclama para juzgarlo por narcotráfico, y la Policía solo hacía su trabajo. Una vez capturado, Miguel Arnulfo dejaba de ser el objetivo para convertirse en el ciudadano al que debían respetársele sus derechos.

Eugene Vidocq, el delincuente francés convertido en policía que fundó la Suretè en el siglo XIX, dijo:

“No tiene la culpa la Policía de capturar al delincuente, tiene la culpa el delincuente que, haciendo méritos para ser perseguido y capturado, se deja capturar”.

“Queremos que la población sepa que la Policía Nacional es enemiga del delito”, explicó el general Sabillón Pineda en una ocasión, y que el delincuente, una vez capturado, es responsabilidad del Estado. La Policía, en nombre del Estado, ve al delincuente capturado como un sujeto con derechos humanos que deben ser garantizados, defendidos y respetados. Esta es la Policía que estamos formando para los hondureños.

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OPERACIÓN SATURNO. Durante la Segunda Guerra Mundial, entre diciembre de 1942 y febrero de 1943, el Ejército Rojo, de la Unión Soviética, se enfrentó a las tropas de la Alemania nazi, dirigidas por el general Erick von Manstein, en el frente oriental. Von Manstein trataba de liberar a los ejércitos del mariscal Paulus, atrapados en Stalingrado por un millón de soldados rusos. La operación que detuvo el avance de los ejércitos de Hitler se llamó Operación Saturno y estuvo a cargo del general Rodion Malinovsky. La operación de la Policía Nacional de Honduras que rastreó por largo tiempo a los hermanos Valle Valle en el departamento de Copán, se llamó también Operación Saturno. Bien dice la Biblia que no hay nada nuevo bajo el sol.

Días antes, un avión Hércules de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos trajo dos helicópteros de combate Apache para apoyar a las tropas “Tigres” que rastreaban las montañas fronterizas con Guatemala. Al otro lado de la frontera, la Policía Nacional Civil y la Fuerza de Tarea Tecún Umán, de Guatemala, cerraban los espacios por los que pudieran escapar los hermanos Valle. Aunque el vuelo de los helicópteros alertó a la gente, los capos estaban cercados y su captura era cuestión de tiempo. No había lugar que no estuviera vigilado. Y el cinco de octubre, los “Tigres” encontraron solos a Miguel Arnulfo y a Luis Alonso en una casa a cinco kilómetros de la frontera. Días antes habían capturado a su hermano menor José Inocente. De los treinta y cinco guardaespaldas que los cuidaban, los “Tigres” no encontraron ni siquiera uno. A Pablo Escobar le quedó al menos un fiel en su último día.

NOCHE. Los carros de la Policía quedaron lejos, la noche era fría y solitaria y el ruido de los motores y las luces de los focos podrían alertar a los fugitivos. Las montañas son espesas y los “Tigres” avanzaron a pie, apoyándose con aparatos de visión nocturna y por datos de satélite que les proporcionaba la DEA. Era la última noche en libertad de “El Patrón de Patrones” y de su hermano Luis.

PLÁTICA. Todo había terminado. Desde el veinticuatro de julio, cuando agentes federales del Servicio de Alguaciles de los Estados Unidos detuvieron a Digna Valle Valle en Miami, las cosas fueron de mal en peor para sus hermanos.

“Digna Valle Valle y sus hermanos Miguel Arnulfo, Luis Alonso y otro hombre llamado Gerson Ortega Valle, conspiraron para traficar cocaína hacia los Estados Unidos desde Colombia y a través de Honduras, Guatemala y México”, dijo el vocero de los Alguaciles.

EN LOS “COBRAS”. Miguel Arnulfo tomó un trago de agua; detrás de él estaban varios agentes “Tigres”, inmóviles, con los rostros cubiertos con pasamontañas y los fusiles cruzados sobre el pecho.

Cuando “La Bestia Negra” entró, se escuchó un grito de ordenanza:

“¡Atención!”

Los “Tigres” saludaron haciendo chocar los tacones, poniéndose firmes y llevándose una mano a la frente. Un momento después volvieron a su posición original. “La Bestia” se sentó, se quitó el birrete y dijo:

“¿Cómo se siente?”

Aquel era el saludo cortés a un hombre vencido. Miguel Arnulfo lo entendió así.

“Nosotros decíamos que usted era ‘La Bestia negra’”, dijo, un poco más relajado, soltando las palabras despacio, con acento nervioso, más por su situación que por miedo. Aunque había llorado, se decía que “El Patrón de Patrones” no ha sentido miedo jamás.

“¡Ah!”, exclamó “La Bestia” sin mostrar emoción alguna y sin manifestar algún tipo de interés. Miguel Arnulfo agregó:

“Pero ahora le decimos ‘La Bestia Blanca’”, dijo el capo, levantando la cabeza, demostrando que empezaba a recuperar la dignidad y la soberbia perdidas al momento de la captura.

Guardó silencio de pronto y esperó a que “La Bestia” hablara.

“¿Y eso por qué?”, preguntó este, casi de inmediato, frunciendo un poco el ceño y esbozando una sonrisa.

El muro de hielo entre los dos hombres se había roto. No era necesaria la hostilidad. El profesionalismo de “La Bestia” se enfrentaba a la serenidad de Miguel Arnulfo. La guerra entre los dos había terminado.

“¿Por qué me cambiaron el nombre?”, preguntó “La Bestia”, desenroscando la tapa de un bote de agua helada.

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“Sabíamos que con usted no íbamos a jugar”, respondió Miguel Arnulfo; “lo conocemos desde que no le agarró los dos millones de dólares a Páico, cuando usted estaba en la Policía de Fronteras, y cuando rechazó los seiscientos mil dólares mensuales que le ofreció. ¿Se acuerda?”.

“La Bestia” no mostró ninguna emoción, pero vino a su mente la mañana en la que capturó a José Israel Pineda Duarte, alias Páico, en la posta El Durazno, y lo llevó detenido a la Policía de Fronteras, frente al aeropuerto Toncontín.

“Yo no soy su enemigo, comisionado -le dijo Páico-, y lo que hago es trabajar…”

“Traficar con drogas no es trabajo -le contestó el comisionado-, es un delito”.

“Yo quiero negociar con usted…”

“No pueden haber negociaciones entre la Policía y la delincuencia”.

“Mire, aquí tengo dos millones de dólares. Son para usted…, si los quiere, y le ofrezco seiscientos mil mensuales para que no nos persiga… Usted entiende.”

“A mí no me interesa tu dinero putrefacto, podrido…”

“No lo tome como un soborno -interrumpió Páico, nervioso-, es un apoyo… Yo sé que usted me quiere matar… Me lo dijo un compañero suyo, por eso quiero que nos arreglemos…”

“Yo no te quiero matar -respondió el comisionado-, yo lo que quiero es echarte preso… Vos sos un delincuente, yo soy policía. Mi deber es agarrarte y meterte preso. Yo no mato delincuentes. Yo solo cumplo la ley y los capturo. Hay una línea amarilla entre vos y yo, y esa línea es la ley. Vos violás la ley, yo defiendo la ley y por eso te persigo, para meterte preso”.

“Pero su compañero me aconsejó que hablara con usted…”

“A mí no me importa lo que te haya dicho mi compañero. No te mando a la cárcel por intento de soborno porque eso no es prueba suficiente, y saldrías en seis días. Mirá, si yo quisiera matarte ya estarías muerto. ¿Te acordás cuando te encontré en aquel hotel de San Pedro, hablando por teléfono? Vos creíste que yo andaba detrás de vos. No; andaba en otra misión. Pero vos mandaste a un mesero para averiguar en qué habitación estaba hospedado… Y ese mesero era gente tuya, infiltrada en el hotel… Cuando el mesero tocó la puerta, yo sabía que venía a matarme, pero yo te estaba viendo desde mi ventana… Vos estabas parado en la puerta de tu carro con Julissa, tu mujer, y yo te estaba apuntando con un M-16 a la cabeza. Si el llavín de la puerta hubiera dado una sola vuelta, los tres primeros disparos hubieran sido para vos… No, yo no te quiero matar. Yo te quiero poner preso, igual que a Pedro García Montes, tu segundo. Llevate tu dinero podrido. No te detengo porque andás legal, aunque cargués ese dinero en el carro, pero no voy a descansar hasta llevarte a los tribunales. Y una última cosa, decile a los jueces, fiscales, policías que te son tan leales, que también van a caer”.

Los recuerdos desaparecieron. Páico nunca fue detenido. Murió asesinado en Guatemala por orden del “Chapo” Guzmán.

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SIGUE. Miguel Arnulfo y su hermano estaban mudos. Sabían a qué atenerse con aquel hombre al que ellos llamaban “El Hombre de Acero”, “La Bestia Negra” y “La Bestia de Hierro”, al que no pudieron comprar cuando era subcomisionado, menos ahora, que dirigía la lucha contra el narco bajo las órdenes del Presidente. Sabían que tenían dos opciones: rendirse o enfrentarse a él, y con esto, o caían capturados o morían. Ni siquiera Pablo Escobar pudo derrotar al Estado, y el Estado de Honduras los enfrentaba con la Policía Nacional. No tenían opciones. Además, con la captura de Digna Valle en Miami, “El Mayo” Zambada se sentiría inseguro y podría mandar a callar algunas bocas. Huir no podían, esconderse en Guatemala era imposible, y refugiarse en Sinaloa era como meterse en la boca del lobo. Rendirse era mejor. Pero los capturaron los hombres de “La Bestia Blanca”, y, a la larga, era lo mejor.

DEA. La personalidad de “El Patrón de Patrones” impone respeto, un respeto mezclado con el miedo que ha inspirado por años. La DEA lo sindica como el narcotraficante más poderoso del occidente de Honduras. Según el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, tiene una fortuna incalculable y sus socios principales son el Cartel de Sinaloa, de “El Mayo” Zambada. En Guatemala, trabajaban con Jairo Orellana, “El Pelón”, capturado junto al “Tres Quiebres” y a un alto funcionario guatemalteco, y con José López Morales, alias “El Ché”, prófugo todavía. Fuentes de la DEA dicen que en Honduras los narcos son como una sola familia, con excepción de “El Rojo”.

Miguel Arnulfo siguió hablando:

“Cuando Juan Orlando nombró a las nuevas autoridades -dijo- y lo puso a usted al frente de la Policía, supimos que teníamos un enemigo mortal. Unos dijeron que como no lo podíamos comprar, lo mejor era que lo mandáramos a matar, pero decir y hacer son dos cosas distintas. Nadie tuvo ‘güevos’. En diez meses usted nos echó carrera, nos dejó en la calle y nos agarró… Por eso le decíamos ‘La Bestia Negra’”…

El general mantuvo su sonrisa.

“¿Y ahora por qué ‘La Bestia Blanca’?”, le preguntó.

“Porque usted nos hizo creer en Dios…

La cara de “La Bestia Blanca” no mostró ninguna emoción, aunque estaba satisfecho del trabajo realizado. La Policía había triunfado. La ley había triunfado y él era el ejecutor de la ley. Su labor la reconocían nacional e internacionalmente y altos mandos de la DEA dicen que es el brazo fuerte del presidente Hernández, el brazo duro, el brazo de acero con el que el presidente hace cumplir la ley.

“Porque en Honduras nadie está por encima de la ley… dice el Presidente. ¡Nadie!”

FINAL. El sábado once de octubre, pandilleros de la mara 18 se enfrentaron a balazos a policías y militares en el barrio Chamelecón, en San Pedro Sula. El tiroteo duró tres horas. El general Sabillón estaba al frente de los policías. Los pandilleros llamaron a monseñor Emiliani para entregarse y que les garantizaran la vida.

“Nosotros no andamos asesinando delincuentes”, aclara el general Sabillón mientras se escuchan los disparos. “La delincuencia tiene que entender que las cosas han cambiado en Honduras. Queremos la paz en las calles, los inversionistas vendrán a Honduras y van a abrir fuentes de trabajo, que tanta falta hacen, la gente va a vivir tranquila y nuestro país dejará de ser visto como el más violento del mundo. Las órdenes del Presidente son ‘ir con todo contra la delincuencia’. Cuando desbaratemos los carteles de la droga, se van a reducir los delitos relacionados. Después vamos a derrotar a los extorsionadores. Van a hacer falta cárceles en Honduras, pero la gente va a vivir en paz porque las órdenes del Presidente y del señor ministro son ‘hacer lo que tengamos que hacer para darle seguridad a los hondureños’. Y la Policía cumple órdenes.”

Las palabras se las lleva el viento, pero los hechos hablan por sí solos.

“¿Por qué todo este operativo para capturar a estos pandilleros?”

“Ellos mataron a las dos fiscales, y el señor Presidente nos ordenó quedarnos en San Pedro hasta que resolvamos el caso. Allí está ‘La Loba’; Inteligencia de la Policía dice que ella organizó el asesinato de las fiscales. No los vamos a dejar que se escapen. O se rinden o… ellos saben. Aquí no andamos jugando”.

Los pandilleros se entregaron. Dentro de poco, “El Patrón de Patrones” estará en Estados Unidos.

Esto nos demuestra una vez más una verdad tan grande como El Picacho: El delito nunca paga.

“Quiero agradecer a los medios de comunicación -dice el general- porque le muestran al pueblo la labor de la Policía. Mi agradecimiento especial a EL HERALDO por la objetividad con que maneja los temas y mis felicitaciones sinceras por haber sido seleccionado entre los mejores cien periódicos del mundo.”