Crímenes

Selección de Grandes Crímenes: Sin cuerpo no hay delito

Todavía sigo preguntándome ¿dónde está mi padre?

05.07.2020

(Segunda parte)
Este relato narra un caso real. Se han cambiado los nombres.

TEGUCIGALPA, HONDURAS.- don Jorge lo vieron por última vez una tarde de domingo. Dijo su hija que estaba triste y deprimido porque se había peleado con su esposa y esta se había ido de la casa. Desde entonces, no supo nada más de él.

La esposa dijo que se habían enojado, por asuntos de celos, y que se había ido para la casa de la mamá, que trató de comunicarse con él, pero creyó que estaba enojado todavía porque no contestó sus llamadas. Fue a buscarlo al día siguiente, lunes, pero no estaba, aunque su carro estaba en el estacionamiento, la casa estaba en orden y solo la cama estaba desarreglada como señal de que había dormido allí. También la trabajadora doméstica dijo que había llegado temprano a la casa y que nadie le abrió. No sabía nada de don Jorge. ¿Qué había pasado con él?

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DNIC

Los agentes de la sección de personas desaparecidas de la Dirección Nacional de Investigación estaban en un callejón sin salida.

“¿Dónde está este señor? -se preguntaban- el parqueo, las puertas de la casa no fueron forzadas, ni las ventanas ni el portón y no hay señales de que alguien haya saltado por los muros; tampoco hay señales de violencia en la casa, porque todo está en orden, y, además, hay un detalle en el que parece que no nos habíamos fijado antes: las llaves de la casa que manejaba, o usaba el señor de vez en cuando, están colgadas en el llavero. Entonces, ¿dónde está? ¿Cómo salió de la casa? ¿Con quien se fue, porque su carro está allí, en el parqueo? Y, ¿quién es esta persona con la que salió?”.

Eran muchas preguntas, y tenían que ser contestadas. Se trataba de la desaparición de un hombre, y la Policía debía encontrar una respuesta.

“Si este hombre salió de la casa, y lo hizo solo, parece, entonces, se fue a pie”.

“Es posible”.

“Pero, si salió, tenía intenciones de regresar, y para regresar, debió llevar sus llaves, y las llaves están en la casa. Además, ¿a dónde iba a ir? ¿A caminar?”.

“Es posible”.

“Pero, ¿a que hora? Bien sabemos que durmió, o al menos, estuvo en su cama. La cama está desarreglada, como bien vimos…”.

“Es posible que haya salido en la madrugada. Tal vez estaba angustiado por lo de su esposa, y decidió salir a refrescarse. Esta colonia es, por lo general, muy segura…”.

“Estamos de acuerdo en eso, pero allí está ese detalle que se nos olvida siempre: las llaves que él usaba. Están en la casa. No iba a salir de ella sin las llaves. Aparte de esto, nadie lo vio en la madrugada. Los guardias que hacen sus rondas con frecuencia, no recuerdan haberlo visto, y dicen que fue una noche normal, como casi todas”.

“¿Vieron algún carro sospechoso?”.

“Nadie reportó nada anormal, o que pareciera sospechoso”.

“Entonces, ¿qué fue lo que pasó con este señor? ¿Dónde está? ¿A dónde fue?”.

“A ninguna parte, si entendemos bien lo que dice la esposa de que don Jorge nunca salía solo, o no salía sin ella… Es más, casi no usaba su propio carro porque estaba enfermo…”.

El agente levantó una mano.

“¿Por qué estás hablando en pasado?”.

“Sencillamente, por la experiencia en casos como estos… Creo que este señor está muerto”.

“Bueno -dijo el agente-, desde ese punto de vista, yo también creo lo mismo”.

“Y, si está muerto, como estoy seguro, porque hasta este momento nadie ha pedido rescate por él para decir que fue secuestrado, me inclino a creer que alguien de su extrema confianza lo sacó de la cama y de la casa en horas de la madrugada, siendo como era, un hombre de rutinas sencillas, y que casi nunca salía sin su esposa”.

El agente dio un salto.

“¡La esposa! -dijo-. ¿Es posible?”.

“Bueno, se han visto casos…”.

“Pero, la esposa tiene una buena coartada… Dice que desde que llegó a la casa de la mamá no salió hasta el lunes siguiente que fue a buscar a su marido, entró a su casa y no lo encontró”.

“Y está diciendo la verdad de que ese día no lo encontró…”.

“No te entiendo”.

“Vamos a dirigirnos por el principio de que todo el mundo es culpable mientras no se demuestre lo contrario”.

“A ver…”.

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Hipótesis

El agente hizo una pausa, y luego dijo, como inspirado:

“El señor estaba desesperado por su mujer, y, quizá, deseaba buscarla, pero ella dice que lo llamó y no le respondió, y en el vaciado telefónico vemos que están las llamadas sin responder. Por ahí vamos bien. En el vaciado telefónico del señor, vemos que están las llamadas recibidas, y que no respondió. Y la última es a las tres de la mañana, de parte de su mujer. Y, entre dos y media y tres de la mañana, hay treinta y dos llamadas de ella. Muchas menos de las que hizo desde las seis de la tarde, o antes”.

“¿Qué puede significar eso?”.

El agente rió.

“Me parece demasiada desesperación de la mujer entre las dos y media y las tres de la mañana, y me parece que las cinco llamadas que hizo el lunes, hasta el momento en que llegó a la casa, son demasiado pocas, y muestran un interés menor en el señor, aunque, tal vez pueda ser porque ella quiso dejarlo descansar…”.

“Vamos por partes”.

“Está bien. Por partes. Decime, ¿con quién, sino con su mujer, iba a salir de la casa el señor en total confianza?”.

“Estoy de acuerdo”.

“Según la hija, ¿cuánto dinero deja su padre?”.

“Una buena cantidad de millones, empresas y propiedades”.

“Y, ¿quiénes son los herederos del señor?”.

“Ella y la madrastra, la esposa…”.

“Y falta que se incluyan los seguros de vida, que benefician también a las dos…”.

“Muy buenas razones para hacer desaparecer a alguien”.

“Pero a alguien que tenga mucha paciencia, porque si no aparece el cuerpo del señor, no se le dará por muerto hasta en diez años, y entonces, nadie podrá cobrar herencia…”.

“Entonces, vos creés que no tardamos en encontrar el cadáver de don Jorge…”.

“Es posible… Bueno, estoy casi seguro… En el caso de que esté muerto, y su muerte le haya venido por mano conocida, ya que debemos estar seguros de que nunca salió de su casa por su propio pie, ni forzado por nadie, porque, además, y este es un detalle que se me olvida mencionar, es el hecho de que su teléfono celular estaba sobre la mesita de noche de su cama… de su enorme y fina cama, que conste”.

“Ajá”.

“Alguien fue por él, y en horas de la madrugada; quizá a las dos… por ahí”.

“Y, por eso es que la mujer llamó y llamó de dos y media a tres más de treinta veces…”.

“Para dejar una coartada…”.

“En caso de que ella haya ido por él…”.

“Para hacerlo desaparecer”.

“¿Por qué razón?”.

“Muchos millones de razones, ella es una mujer joven, él era un hombre mayor, con muchos achaques, y más, ahora con fiebre de celos, y, en caso de que se enojara, porque era un hombre de carácter y de decisiones firmes, se divorciara y la dejara en la calle… Hay muchas razones…”.

“¿Es posible?”.

“Se han visto casos… En San Pedro Sula una mujer mató al marido en complicidad con el amante, se quedó con una súper fortuna, y se escapó con el querido para Argentina, desde donde lo fue a traer mi general Leonel Sauceda Guifarro, cuando era director de Interpol…”.

“Sí, tenés razón; se han visto casos”.

“Y el caso de aquella mujer, una chilena bella, que se casó con un hombre millonario, que padecía del corazón, y ella se encargaba de asustarlo, de hacerle berrinches, de pelear con él y de humillarlo en público, hasta que l2ogró que el corazón se cansara, y se muriera… Y se quedó con muchos millones… Ese es un caso de parricidio preterintencional, pero como en Honduras no existen leyes que castiguen ese delito, pues, allí está la mujer, disfrutando los millones…”.

“Sí, son muchos casos”.

“También está el caso de aquella mujer a la que el marido le regaló un riñón y se lo trasplantaron en Estados Unidos, y él estaba trabajando duro para hacer dinero, y logró hacer sus cositas en San Pedro, y ella, cuando regresó el marido, estaba embarazada de otro, y lo mandó a matar a la salida de la iglesia, con uno de sus hermanos y con su propia pistola, pero el hombre sobrevivió, y ella se encargó de cuidarlo, sin saber que había reconocido al cuñado en la moto desde donde le dispararon, y él se quedó callado, se dedicó a cuidarla y le daba las medicinas para que el cuerpo no rechazara el riñón, y le cambiaba el medicamento por polvitos de pastillas para curar frijoles, en pequeñas cantidades, hasta que la mujer murió en el Mario Catarino Rivas, y de él no se sabe nada hasta el día de hoy; vendió todo, o ya lo había vendido, y se fue para Estados Unidos de nuevo, o para Canadá, o para China… Dios sabe…”.

“Sí, son muchos casos”.

“Entonces, ¿en qué quedamos?”.

“Esperemos a encontrar el cuerpo”.

“Y, ¿si no aparece?”.

“Es que el que se lo llevó y lo hizo desaparecer, ha cometido el crimen perfecto”.

“La mujer…”.

“El no hubiera confiado en nadie más…”.

“Excelente”.

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Nota final

El caso de don Jorge sigue en el misterio, sin embargo, en una finca de una aldea del Distrito Central, un campesino que buscaba leña encontró un barril azul, lo abrió para ver que contenía, porque no lo había visto antes, y casi se muere del susto. Los vapores que salieron del barril casi lo asfixian. Era ácido clorhídrico, casi treinta galones. Cuando la Policía llegó al lugar, empezaron las investigaciones.

¿De quién era la finca? ¿Qué hacía allí aquel barril? ¿De dónde salió tanto ácido clorhídrico? ¿Por qué estaba abandonado en aquella espesura, en esa finca abandonada?

Cuando los detectives, después de algún tiempo, supieron que la finca era de un cuñado del esposo de la hija de don Jorge, dieron un salto. Además, supieron que este muchacho compró treinta y cinco galones de ácido clorhídrico “a un amigo”. Hay registros de llamadas entre este amigo y el esposo de la hija de don Jorge. Pero, de aquí, no se ha hecho nada más… A manera de infidencia, me dijo un técnico del laboratorio que encontraron en el fondo del barril una pieza de cerámica, una molar, con endoposte… Es posible que haya estado en la boca de alguien… Pero no dicen nada más porque el registro del odontólogo de don Jorge se perdió, extrañamente…

Pero, hasta hoy, no lo han declarado por muerto, y la herencia sigue esperando dueños, o dueñas…

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