Crímenes

Inmortalidad del Museo del Prado se teje en el claustro de los Jerónimos

La “Cátedra del Prado”, como se denomina al taller de restauración de la pinacoteca madrileña, rejuvenece el arte

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20.05.2017

Tegucigalpa, Honduras
El Museo del Prado de Madrid es el sagrario que custodia las obras maestras de El Bosco, Tiziano, El Greco, Rubens, Velázquez o Goya.

En la majestuosa pinacoteca madrileña más de 1,150 piezas trasladan a través de la vista a los visitantes a la gloria de los lienzos de artistas de los siglos XVI y XVII .

Basta con cruzar la Puerta de los Jerónimos para transportarse hacia la exquisitas muestras españolas de 1100-1910, italianas de 1300-1600, flamencas 1430-1570 y alemana 1471-1568, con obras de Durero, Brueghel, Fra Angelico y el Veronese.

Al repasar con la vista lienzos tan antiguos, los ojos más curiosos tratan de encontrar las imperfecciones propias del tiempo, pero las imágenes permanecen majestuosas y plagadas de color, como si fuesen dueñas de una magia inmortal que las hace prevalecer en el tiempo y espacio.

El secreto de la aparente vida imperecedera de las obras se esconde en torno al restaurado Claustro de los Jerónimos, donde se ubica el taller de restauración de pintura del museo. En un recorrido por el taller develado por el diario El País se retratan las manos de los profesionales que tienen la delicada tarea de rejuvenecer y mantener vivas las obras de una de las más grandes colecciones del mundo.

Cátedra

El mantenimiento de 8,600 pinturas, 950 esculturas, 6,400 dibujos, 2,400 grabados, 800 objetos decorativos, 900 monedas y 800 medallas descansa en profesionales con prestigio internacional, acostumbrados a trabajar a diario con “tizianos”, “rubens” y “goyas”.

Es el cuarto piso del edificio Jerónimos donde el equipo de restauradores trabaja junto con el resto de profesionales del museo: los conservadores deciden qué obras deben pasar por el taller y hacen el seguimiento del proceso; los químicos, biólogos y demás personal de los laboratorios de análisis juegan un papel fundamental: son los primeros que reciben los cuadros, se fotografían, en el búnker de rayos X los radiografían y aplican la reflectografía infrarroja, estudian los materiales.

Toda una analítica que da multitud de información y que ayuda al restaurador a actuar sobre la obra. Enrique Quintana, coordinador jefe de Restauración y Documentación Técnica, dijo a El País que las obras “hablan” y que su función es que sigan “hablándole” a las generaciones venideras.

En los pasillos de la denominada “Cátedra del Prado” es habitual ver a cada restaurador trabajando en dos obras a la vez.

“Necesitamos descansar, reflexionar, retirar la mirada y ponerte con otra para luego volver con otros ojos”, explicó Herlinda Cabrero, mientras trabajaba sobre “El tríptico del maestro de la redención”, una obra de mediados del siglo XV realizada por un discípulo de Van der Weyden y a su espalda descansaba “El juicio de París” (1606 – 1608), de Rubens.

Según los restauradores, los materiales se varían al envejecer, sobre todo los barnices que se oxidan y alteran la visión.

Enrique Quintana, coordinador jefe de Restauración y Documentación Técnica, explica la diferencia entre un paisaje oscuro y sucio por el paso del tiempo y otro luminoso y transparente tras una limpieza: “En los cuadros hay que adentrarse, por los paisajes hay que poder pasear, para eso los han pintado sus autores”.

El prestigio que tiene el equipo de restauración del Prado se debe a que siempre ha estado a la vanguardia de la tecnología y a las reconocidas trayectorias de sus profesionales. Tiene una plantilla muy amplia, solamente superada por el Museo Hermitage de San Petersburgo.

Aunque son autónomos gracias a los laboratorios y al búnker de rayos X del museo, si carecen de algo piden colaboración a otras instituciones. Por ejemplo: no tienen especialistas en pintura mural.