Crímenes

Japón, un viaje al futuro con escalas en el pasado

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18.03.2017

Tokio, Japón
Arribar a Japón te obliga como hondureño a adelantar las manecillas del reloj 14 horas, una marcada diferencia horaria que apenas abre este viaje al futuro.

Los autos híbridos, el tren bala, las ciudades rascacielos, la recolección de desechos vía tuberías subterráneas y otros avances tecnológicos invocan un “salto” en el tiempo -digamos de años, lustros y décadas- para cualquier habitante proveniente de un país en vías de desarrollo.

Pero en la isla del sol naciente el tiempo no solo avanza en una dirección. También retrocede y se detiene, como si ningún segundo extra se haya agregado, en majestuosas obras y tradiciones propias del antaño japonés conservadas con una devoción soberbia.

La revista Siempre de EL HERALDO le ofrece a partir de hoy, en cinco entregas, una radiografía amplia de la cultura japonesa, quizá fuera del formato convencional, que despejará arraigados mitos y su empeño por vivir en un mundo que enarbola las banderas de la paz, la naturaleza y el honor.

Por medio del programa Juntos!!, patrocinado por el gobierno nipón, Japón nos ofrece una perspectiva de su visión.

Tierra de contrastes

En el horizonte de Tokio, capital de Japón, se levantan decenas de edificios sólidos -la mayoría, antisísmicos- como si fueran los espigados y firmes pinos de un bosque, uno más alto que el otro; más imponente y moderno que el anterior.

Pero esta isla de 126 millones de habitantes tiene ese encanto que puedes maravillarte tanto con tocar el cielo mientras avanzas hacia el futuro con mantenerte en tierra al compás regresivo del pasado.

Nos referimos, en el primer caso, a la Tokio Skytree, la torre más alta de Japón con 634 metros de altura que sirve como antena de radiodifusión y un atractivo mirador de 360 grados donde las colosales obras de infraestructura de la ciudad quedan reducidas a piezas de lego.

Unos 20 minutos de camino a pie y 10 en automóvil son suficientes para desmontar el futurismo de la cúspide por las pinceladas de antaño de Asakusa, uno de los barrios tradicionales del centro de Tokio.

Este epicentro urbano mantiene vivo al antiguo Japón con extensas peatonales, comercio de artesanías, locales de comida típica, paseos en vehículos de dos ruedas tirados por hombres y la espiritualidad que irradia el templo budista de Sensoji.

Jovencitas vestidas con el tradicional kimono posan ante la cámara en la entrada de un santuario, foto: Eduardo Domínguez / EL HERALDO.

Un grupo de jovencitas lucen el tradicional kimono, reservado solo para ocasiones especiales.

Los japoneses que conservan las tradiciones dan color a este esbozo ancestral, pues Asakusa por momentos literalmente te transporta: las jovencitas se pasean alegres con kimonos -vestimenta ahora reservada para ocasiones especiales-, con su tez aclarada y un nudo en el cabello; los ancianos visten con yukata -otra prenda tradicional- y sandalias de suelo de madera -geta-, además de los ritos de los feligreses.

Fue en el templo Sensoji donde tuvimos el primer contacto con los rituales religiosos de los japoneses. El incienso sube en espirales a la entrada del edificio de gruesas columnas y techos que acaban en puntas. No muy lejos escuchamos correr el agua en una fuente custodiada por un dragón. La gente se purifica en ella, al enjuagar sus manos y su boca, antes de ingresar.

En el interior, la alta afluencia de personas no resta solemnidad al recinto, donde los rezos son silenciosos y la mayoría de los nipones muestran su devoción con la ejecución de la tradicional rutina: dos reverencias, dos aplausos y otra reverencia.

La oración no suele concluir sin donar unas monedas y, para otros, sin probar o pedir suerte. Y vaya que hay para elegir, ya sea para el amor, el dinero, el trabajo, la familia y hasta pasar un examen escolar.

Alta velocidad

Es momento de avanzar en el tiempo y parece perfecto el tren bala, la carta de presentación de los japoneses en materia de transporte e innovación tecnológica.

A las 5:35 PM, puntual y como lo señalaba el ticket, hizo su escala en la estación de Tokio el Nozomi 50, uno de los trenes que conforman la red ferroviaria de alta velocidad de Japón, mejor conocida como Shinkansen.

Los trenes de este circuito alcanzan velocidades de 250 a 300 kilómetros por hora. En nuestro caso, que nos dirigíamos de Hiroshima a Kioto, el viaje duró hora y 40 minutos. Son unos 400 kilómetros de distancia entre ambos puntos que requieren seis horas de viaje en carro particular.

Para entender la magnitud del ahorro de tiempo, en una época donde es oro, significaría viajar de Tegucigalpa a Puerto Cortés en una hora, en contraste con las más de cinco que dura el trayecto en carretera.

Vista panorámica de Tokio desde la torre Skytree, desde donde los imponentes edificios lucen como piezas de lego, foto: Eduardo Domínguez / EL HERALDO.

Majestuosa vista desde el imponente Tokio Skytree.

En el largo recorrido, los japoneses acostumbran a dormirse, comer golosinas y hasta beber cerveza, según nos comenta una guía. Nosotros, nuevos en este sistema de alta velocidad, nos dedicábamos a mirar a través de una ventanilla de unos 50 x 35 centímetros el paisaje en movimiento y como la estampa de los rascacielos se corría en décimas de segundos por la postal de un pueblo y luego por los campos de arroz.

Así es Japón, donde en un momento estás subiendo 48 pisos en 54 segundos de la torre del gobierno metropolitano de Tokio y, minutos después, meditando en un santuario budista en el corazón de la ciudad.