Crímenes

Andy Warhol, genio y visionario

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25.02.2017

Nueva York, Estados Unidos
Es considerado el artista norteamericano más influyente de la segunda mitad del siglo XX. Andy Warhol consiguió materializar el sueño americano alcanzando la fama a los 30 años.

El llamado padre del pop art era un auténtico visionario, cuyo legado artístico, valorado en 220 millones de dólares, se resumen en una frase: “En el futuro, todo el mundo será famoso durante quince minutos”.

Y es que, treinta años después de su muerte, el artista estadounidense continúa siendo uno de los más influyentes y carismáticos de la historia del arte y la cultura contemporáneas.

La prueba son las enormes filas que se forman frente a las salas de arte de cualquiera de sus exposiciones.

Aunque no siempre fue así. Según un artículo del diario El País, fue tachado de frívolo, cualidad de la que alardeaba, “fue tratado duramente por la crítica, que obnubilada por su polémica y licenciosa vida y su extraño aspecto, no supo apreciar su talento”.

Artista completo

Pero nadie puede negar que Warhol fue un innovador que desmitificó la concepción del artista como un difícil oficio que precisaba de duros años de formación y perfeccionamiento. La transformó en un mero negocio cuyo único mérito radicaba en ser una celebridad y… ganar dinero.

Su objetivo no era crear algo nuevo y original, para Andy triunfo era sinónimo de ganancia y para ello bastaba con seguir las normas de la publicidad, no del arte.

Junto a Wesselman, Rosenquist, Oldemburg y Lichtenstein, es considerado el fundador del pop art americano a principios de los sesenta. Se erigió como gurú al romper las barreras entre el arte y la cultura de masas.

Alcanzar la fama que, como prototipo del artista joven, consiguió a los treinta años, era su deseo más íntimo. Una vez alcanzada, la utilizó como si de un experto en redes sociales se tratase para hacer de sí mismo una rentable marca. “El arte comercial es mucho mejor que el arte por el arte”, afirmaba. Y en la Factory, legendario almacén donde Andy y su cohorte “trabajaban”, vivían y celebraban legendarias fiestas, actuaba en consecuencia produciendo en serie sus creaciones.

Y lo consiguió, se convirtió en una celebridad, logró el pasaporte a la fama eterna inspirándose en las estanterías de los supermercados, convirtiendo en obras de arte objetos tan cotidianos y populares como los detergentes, los plátanos o las latas de sopa Campbell, que compulsivamente ingería a diario.

¿Quién era?

Su nombre de pila era Andrew Warhola. Nació en Pittsburgh bajo el signo de Leo en 1928. Tercer hijo de una humilde familia católica de inmigrantes eslovacos, vivió una dura infancia. En tercero de primaria, contrajo la corea de Sydenham, popularmente conocida como “baile de San Vito”, enfermedad que le provocó cambios en la pigmentación de su piel y le obligó a guardar largos períodos de convalecencia que aprovechó para dibujar y pintar, rodeado de revistas y paredes decoradas con fotografías de estrellas cinematográficas. Este fue el nacimiento del genio.

Al fallecer su padre, que era minero, la familia vivió al borde de la miseria. Así surgió un fuerte vínculo con su madre, Julia. Gran parte de los textos de sus primeros trabajos eran manuscritos realizados por ella, su ingenua caligrafía encandiló al artista hasta el punto de confiarle su propia firma.

Tras graduarse en diseño gráfico en el Instituto de Tecnología Carnegie a los veintiún años, se trasladó a Nueva York, donde adoptó el nombre que le haría famoso, Andy Warhol, marcando así el punto de partida de su carrera artística.