Crímenes

Crímenes: Con la soga al cuello (Parte II)

26.11.2016

Este relato narra un caso real. Se han cambiado algunos nombres.

SERIE 2/2

+Revista Siempre: Con la soga al cuello (Parte I)

Resumen
A Olvin Pineda lo encontraron muerto en un basurero, en las afueras de Copán Ruinas, un día gris de junio de 2015. La fiscalía acusó a dos de sus amigos de haberlo asesinado. Había estado bebiendo cervezas con ellos en una casa del barrio Clavos de Oro, pero cuando las cervezas se terminaron, un tercer compañero fue a comprar más. Cuando este regresó, Olvin se había ido. No lo volvió a ver con vida. Al día siguiente lo encontraron muerto. Lo habían matado de tres balazos en la cara. Más de un año después, los acusados fueron a juicio. Les esperaba una condena de treinta años de cárcel.

Fiscal
“La culpabilidad de los acusados es más que evidente –dijo el acusador público, dirigiéndose al presidente del tribunal con voz serena y pausada en la que se notaba una gran seguridad–; estas botas, manchadas con la sangre de la víctima, son la evidencia más clara de que el señor Olvin Pineda fue asesinado en esa casa del barrio Clavos de Oro y, ya muerto, fue trasladado hasta el lugar donde los asesinos se deshicieron del cadáver creyendo que su crimen quedaría impune”.

Las botas, dos zapatos “burros”, estaban frente a los jueces. Una de ellas, la izquierda, tenía cerca de la plantilla una mancha rojiza.

“Estas botas, honorable tribunal –siguió diciendo el fiscal–, fueron encontradas en la casa de uno de los acusados el día 24 de junio del año 2015 por técnicos de inspecciones oculares de la Dirección Policial de Investigaciones”.

El hombre hizo una pausa.

“Ese mismo día –agregó, segundos después–, los técnicos encontraron dos manchas de sangre en una piedra del sendero de la entrada a la casa, y la retiraron para realizarle las pruebas laboratoriales respectivas. Nosotros estamos seguros de que estas manchas de sangre se desprendieron del cadáver del señor Olvin Pineda en el momento en que los acusados lo sacaban de la casa para subirlo al vehículo en el que lo fueron a tirar al basurero”.

En la sala el silencio era completo. El hombre añadió, luego de tomar aire para oxigenar su cerebro:

“En la paila del vehículo, señores jueces –dijo, alzando la voz con aires de orador consumado–, también encontramos sangre de la víctima”.

Un murmullo inundó la sala, los acusados se movieron inquietos en sus sillas y los jueces pasearon su mirada inexpresiva por los presentes.

“Contamos, además –añadió el acusador–, con el testimonio del testigo protegido que ya tuvimos a bien presentar ante este honorable tribunal en la audiencia inicial”.

Hizo una nueva pausa y, al final, dijo, para terminar su exposición:

“En la exhumación del cuerpo del señor Olvin Pineda confirmamos la causa de muerte: tres disparos en la cara, hechos a quemarropa, por lo cual, esta fiscalía, en nombre del Estado de Honduras, pide para los acusados la pena máxima…”

La mirada severa del juez presidente detuvo el rumor que inundó la sala después de aquellas palabras.

Defensa
El juez, alta la frente y con el cuello estirado, cubierto completamente de negro, miró hacia la izquierda y, con voz pausada pero sonora, dijo:

“Tiene la palabra la defensa”.

El doctor Denis Castro Bobadilla se puso de pie.

“Señores jueces –empezó a decir el doctor Castro–, la fiscalía presenta una piedra en la que se dice que se encontraron dos puntos de sangre de la víctima, sin embargo, esta prueba debe ser desestimada porque no aporta ningún elemento que indique la culpabilidad de mis defendidos”.

“Protesto, señor juez; esa apreciación del doctor Castro es impertinente”.

“Protesta denegada –dijo el juez presidente–; continúe, doctor”.

“Llamo al estrado al técnico de inspecciones oculares, Carlos Martínez Ruiz” –dijo el doctor Castro, como si no se hubiera interrumpido.

El técnico de la DPI prestó juramento.

“Honorables señores jueces –añadió el doctor–, el señor Martínez Ruiz asegura que en esta piedra habían dos manchas de sangre, sin embargo las pruebas de laboratorio no nos dicen realmente si esas manchas eran sangre, si eran sangre humana o animal y tampoco nos dicen si se encontró ADN de la víctima en ellas.

¿Por qué razón? Pues, porque como ha dicho el señor técnico de la DPI, él mismo roció las manchas con el reactivo conocido como Blue Star, usado para revelar manchas de sangre, sin saber que este reactivo destruye el ADN presente en la sangre, por lo cual nunca sabremos si esas manchas son de sangre y si era esta sangre de la víctima, por lo cual, esta prueba carece de valor. Para ilustrar mejor al tribunal, presento un documento que me extendió el fabricante del reactivo Blue Star en el que dice que destruye el ADN, y presento, además, una caja de este reactivo en el que el fabricante advierte en inglés que destruye el ADN. El hecho de que el técnico no sepa leer inglés es algo lamentable ya que esa ignorancia destruyó…”

“Protesto, señor juez –vociferó el fiscal–, las apreciaciones del doctor Castro son impertinentes”.

“Protesta aceptada –dijo el juez–; el doctor Castro guardará sus opiniones personales y se dirigirá a este tribunal solamente en lo que se refiere al caso”.

“Pido perdón humildemente, señor juez” –dijo el doctor, haciendo una corta reverencia.

Carro
“Puede continuar” –respondió el juez.

“¿Quién nos asegura que las manchas rojizas que se encontraron en la paila del carro son sangre? –preguntó el doctor, levantando la voz–.

En el informe del laboratorio nos dice la forense que en esas manchas se encontró hierro, el cual, como bien sabemos, es un componente de la sangre, sin embargo, el hierro también se encuentra en el brócoli, en las zanahorias, en el repollo, en la remolacha, en la coliflor… Además, tampoco se encontró ADN de la víctima en estas manchas, por lo cual, estas pruebas carecen también de valor…”

“Protesto, señor juez; esa apreciación corresponde solo al honorable tribunal y las palabras del doctor Castro son impertinentes y ambiguas”.

“Protesta aceptada”.

“Llamo al estrado al señor Toni Rivera, agente de la Dirección Policial de Investigaciones”.

El policía prestó juramento. El doctor Castro se dirigió a él:

“El día miércoles 24 de junio de 2015 usted recolectó en la casa de uno de los acusados estas botas que presenta la fiscalía como pruebas del crimen del señor Olvin Pineda, ¿cierto?”

“Sí, doctor”.

“Usted inició la cadena de custodia de las evidencias a las siete y veinte de la mañana de ese mismo día, decomisando las botas, ¿cierto?”

“Sí, doctor”.

“¿Podría decirnos qué hizo después con las botas después de la recolección como evidencia?”

“Las guardé, doctor”.

“¿Las guardó? ¿Por cuánto tiempo?”

“Hasta que se las entregué al Ministerio Público”.

“Usted entregó las botas al Fiscal el miércoles once de noviembre de dos mil quince, casi cinco meses después de haber sido recolectadas, ¿cierto?”

“Cierto, doctor”.

El doctor Castro dio media vuelta y miró al tribunal.

“Señores jueces –dijo–, por lo que hemos escuchado, sabemos que las botas fueron decomisadas en el mes de junio y entregadas a la fiscalía cinco meses después, como podemos ver en la hoja de cadena de custodia.

Y yo pregunto, ¿dónde estuvieron guardadas o almacenadas las botas? Como dijo el agente, en su escritorio. ¿Bajo qué condiciones?, pregunto yo. Pues, bajo condiciones no aptas para protegerlas y preservarlas como manda la ley”.

El doctor hizo una pausa.

“Gracias, señor Rivera –dijo–, es todo… Ahora, señor juez, deseo interrogar a la doctora forense que realizó las pruebas de laboratorio”.

Forense
Cuando la doctora juró decir la verdad y nada más que la verdad, el doctor dijo:

“Después de cinco largos meses de haber sido recolectadas las botas, llegan a sus manos y usted encuentra una mancha de sangre en la bota izquierda, ¿cierto, doctora?”

“Así es, doctor”.

“Señores jueces –agregó el doctor Castro–, la doctora nos dice en su informe de laboratorio que la sangre encontrada en la bota izquierda es “sangre rutilante”, y yo me pregunto: ¿Cómo es posible que se encuentre sangre rutilante en esa bota después de ciento cincuenta días de haber sido decomisadas?”

Nueva pausa.

“Para ilustrar al tribunal y a los presentes –añadió el doctor–, nos referimos a sangre rutilante cuando la sangre es fresca, para decirlo de forma clara, o sea, sangre que tiene pocas horas o unos cuantos días de haber sido derramada… ¿Y cómo es posible que haya sangre fresca en la bota después de cinco meses?”

La doctora miró hacia un lado, apretando los dientes.

“Doctora –le dijo el doctor Castro–, ¿qué importancia tiene para usted la cadena de custodia?”

La doctora guardó silencio. El doctor Castro repitió la pregunta. La doctora no dijo nada.

“Pido al honorable tribunal que le diga a la doctora que conteste mi pregunta” –dijo, entonces, el doctor Castro, mirando hacia los jueces.

“Conteste la pregunta, doctora” –dijo el juez presidente, levantando la voz. El doctor Castro le dijo:

“¿Qué importancia tiene para usted la cadena de custodia, doctora?”

“Para mí no tiene ninguna importancia –dijo la forense, alta la frente y con acento firme–; yo me dedico a hacer mi trabajo con las pruebas que me llevan y no me interesa la cadena de custodia”.

Los jueces abrieron los ojos asombrados, un murmullo se extendió por la sala y el propio doctor Castro se quedó con las palabras en la boca.

“Señores jueces –dijo, poco después–, sabemos bien que la cadena de custodia es la pieza de convicción del debido proceso investigativo y, por tanto, es vital para la justicia, sin embargo, la doctora, una perito con veinte años de experiencia, dice que no es importante para ella la cadena de custodia por lo cual podemos decir que si a ella le llega una prueba contaminada, sin que a ella le importe saber su procedencia y la seguridad de esa procedencia, entonces le estará entregando a los jueces resultados equivocados o falsos, lo que ayudaría a condenar a inocentes”.

“Protesto, señor juez”.

“Protesta denegada; continúe, doctor”.

“Honorable tribunal –dijo el doctor, luego de sorber un poco de agua–, las botas aparecen después de que fuera exhumado el cadáver del señor Pineda, y es allí donde comienza la cadena de custodia de las botas. ¿Por qué no se dijo el día de la recolección que la bota izquierda tenía sangre? ¿Por qué la doctora dice que la sangre que está en la bota es sangre rutilante, o sea, sangre roja, sangre fresca? ¿Es posible que esta sangre estuviera fresca después de ciento cincuenta días? ¿No se coaguló la sangre? ¿No se secó la sangre en todo este tiempo? ¿No cambió de color la sangre en cinco meses?”

El doctor bebió otro poco de agua.

“La perito dice que encontró ADN de la víctima en la sangre de la bota. Bien. Pero, ¿por qué no estaba esta sangre en la bota la mañana del miércoles 24 de junio de 2015 cuando el agente de la DPI, Toni Rivera, la recolectó en la casa de uno de los acusados? Y, si esa sangre estaba allí ese día, ¿por qué no se dijo en ese momento sino hasta cinco meses después? ¿Alguien plantó esa sangre en la bota, señor juez?”

“Protesto, señor juez”.

“Protesta denegada”.

“Pregunto, señor juez: ¿Por qué la sangre fresca aparece en la bota después de la exhumación del cuerpo? Sabemos que la sangre puede sobrevivir en la médula de los huesos, donde es que se forma, y si no hay bacterias que la descompongan o elementos que la destruyan puede encontrarse en ella ADN… Pero, ¿por qué esa sangre de la bota es sangre fresca y no presenta ninguna antigüedad como es de esperarse, científicamente?”

El doctor hizo una reverencia al tribunal y dijo:

“Es todo, señores jueces”.

Decisión
El juez presidente entró a la sala seguido de sus compañeros. Todos se pusieron de pie. La decisión estaba tomada.

“Este tribunal decide absolver a los acusados en vista de que las pruebas presentadas por el Ministerio Público son impúreas, se violó el debido proceso en la recolección y custodia de las pruebas…”

Una prueba impúrea es aquella que carece de pureza desde su recolección hasta la pericia en el laboratorio, por lo que se presume que está contaminada o que pudo haber sido creada a propósito o dolosamente. Y, si es así, ¿quién puso la sangre en la bota? ¿Alguien sacó sangre de la médula de algún hueso del cadáver exhumado? ¿Es posible esto?

+Revista Siempre: Con la soga al cuello (Parte I)