Honduras

Humillante alojamiento de becarios de la UNA

El amontonamiento, la poca limpieza, lo deteriorado de la infraestructura, provoca que los estudiantes hasta se enfermen

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24.07.2016

Catacamas, Honduras
Deprimente y desmoralizante, así son las condiciones en que viven unos dos mil becarios y becarias de la Universidad Nacional de Agricultura (UNA), ubicada en esta ciudad.

EL HERALDO ingresó a diez instalaciones, de una veintena, que las autoridades de la universidad alquilan para alojar a los estudiantes, comprobando la terrible situación en que son albergados la mayoría de estos muchachos que solo anhelan el conocimiento.

La pobreza de donde provienen es una marca que estos jóvenes tienen que arrastrar y que los obliga a soportar el hacinamiento y lo antihigiénico -de la mayoría de locales rentados-, sin embargo, muchos no lo logran y abandonan sus sueños de ser agrónomos.

Aquí el estudiante necesita un gran carácter para mantener sus ilusiones sin que sean debilitadas por el amontonamiento, por el tener que dormir en el piso, por la suciedad, por los enjambres de moscas, así como por las plagas de ratas y de cucarachas.

Aunque la UNA tiene edificios con dormitorios para albergar a los becarios, estos son insuficientes, por lo que la institución alquila inmuebles, unos con buenas fachadas y otras que desde la primera vista muestran su penosa insalubridad.

Aquí, con toda claridad se ve que la necesidad de la juventud pobre e inquieta por el aprendizaje de la agricultura juega un brusco contraste con el negocio que están haciendo algunos con el alquiler de locales, que más se asemejan a horribles prisiones o a pensiones de mala muerte que a dormitorios.

Una terrible realidad

Entre los locales más cuestionados está uno ubicado en el barrio La Hoya, otro en La Mora, un tercero en un lugar que le dicen Las Tablas y un cuarto edificio frente a la UNA.

El de La Hoya, que los estudiantes llaman la cuartería del chino, es una estructura con paredes de tablayeso y techo de láminas de zinc, y la mayor parte sin un cielo falso que disminuya la calor.

En este lugar sucio, mal oliente, con baños y sanitarios antihigiénicos, se albergan unos 700 becarios y la cantidad puede subir o bajar dependiendo de la temporada de clases.

En cada inmueble visitado, EL HERALDO dialogó con varios estudiantes, quienes pidieron proteger su identidad por temor a represalias.

“Hay días que aquí la situación es intolerable, solo la necesidad lo lleva a uno a soportar”, dijo uno de ellos mientras trataba de consumir unas golosinas -entre el aleteo de las moscas- adquiridas en una improvisada cafetería que también es de la esposa del propietario del local.

“Mire, aquí la situación es tan difícil que hay cuartos pequeños que han llegado a tener de 20 a 22 estudiantes y el espacio para moverse es mínimo”, relató el becario.

En verano, como la mayor parte de los cuartos no tiene cielo falso, el calor es insoportable, mientras que en invierno las habitaciones se inundan de agua.

Un video reciente muestra cómo los internos luchan contra las inundaciones de las habitaciones para evitar que se les dañen sus pocas pertenencias.

El amontonamiento, la poca limpieza, lo deteriorado de la infraestructura, provoca que los estudiantes se enfermen y cuando eso sucede unos van a la clínica que está dentro de los predios de la universidad, donde nunca hay medicamentos, o si no los mandan para una clínica que se llama El Samaritano, contó uno de ellos.

“Es que en este lugar, por las pésimas condiciones, uno está propenso a todo. Por ejemplo, aquí la basura se acumula una, dos y hasta tres semanas, imagínese el mal olor que despide”.

“Aquí otra dificultad constante es la falta de agua; para bañarse es otro problema porque son pocos los baños en relación a la gran cantidad de alumnos. Mire, cuando el agua se va, los sanitarios son asquerosos”, relató, recordando que los primeros días le fue difícil adaptarse.

Asimismo, mostrando una fotografía que no se sabe cuándo fue tomada, uno de los estudiantes denunció que hasta comida con gusanos les han servido, pero que los cocineros del comedor universitario niegan tal versión.

Temor
Ante la irritante realidad, el becario recordó que ahora los estudiantes están perdiendo el miedo a hablar, pero cuando eso sucede las máximas autoridades de la rectoría los amenazan con quitarles al beca.

Hace unos meses los universitarios se le revolvieron al rector Marlon Escoto, quien en la emotiva discusión que fue grabada les dijo que la culpa de que ellos estuvieran en esa actitud era de él, por haberlos llevado.

La mora
Otra especie de cuartería, donde se ha colocado a un centenar de estudiantes, está ubicada en el barrio La Mora, frente al mercado municipal.
Se trata de una estructura construida de madera, con algunas ventanas con redes rotas y puertas a punto de caerse. Igual que en la cuartería del chino, aquí lo que sobresale es lo antihigiénico y la aglomeración. La suciedad está a primera vista con un promontorio de basura de muchos días, la nube de moscas y lo repugnante de los baños y sanitarios.

En este edificio se alberga a un centenar de jóvenes procedentes de distintas partes del país. Aquí hay unas tres habitaciones y lo demás es un cajón, sin baño, donde el amontonamiento no deja espacio para la movilización, agregó uno de los becarios.

“En este edificio hay como 120 estudiantes. El hacinamiento es exagerado. Mire, ese es un solo cajón, sin baño, ellos deben ir allá atrás y ahí es un desastre. Es difícil vivir así, pero si uno tiene las ganas de estudiar trata de aguantar”, dijo uno de los internos, con resignación.

Relató que, aparte de la infraestructura, “estudiar es complicado porque uno no se puede concentrar”.
La esperanza que guardan estos muchachos es que a los meses o al año los pasen a los dormitorios de la universidad, donde los cuartos, supuestamente, son más espaciosos.

Un joven presente recordó que desde hace varios años en la universidad se viene hablando de la construcción de un edificio para dormitorios, pero hasta la fecha no se ha concretado.

Las Tablas
El local conocido como Las Tablas es una cuartería de ocho habitaciones donde unos 60 estudiantes de primer año duermen en el piso.

“Mire, aquí nos tratan como si no valiéramos nada. Es cierto que estamos becados, pero también las autoridades de la universidad deben recordar que nuestros padres pagan impuestos y lo que están es retribuyéndose un poco ese sacrificio”, reprochó un becario.

Al principio “en cada cuarto había hasta diez estudiantes, estábamos amontonados. Como unos no se adaptaron se fueron, quedando espacio para que coloquemos nuestras maletas”, recordó. Estos jóvenes exigen por lo menos una tarima donde dormir porque hay noches de invierno que no pueden descansar porque los cuartos también se inundan de agua.

A los dueños del local no les importan nuestras condiciones. Tengo seis meses de estar aquí y no les he visto que vengan a preguntar si hay algún problema”, reclamó.

La china
Otro de los inmuebles alquilados es el que le dicen la china, ubicado en el sector de El Espino, un local de 12 habitaciones pequeñas donde viven también hacinados unos cien estudiantes de segundo y tercer año. De acuerdo con uno de los becarios, después de haber pasado por La cuartería del chino, para nosotros esto ha sido lo mejor, porque por lo menos aquí ventila el aire”.

“En este edificio hay literas, pero hay otros donde los estudiantes duermen en el piso, en colchonetas y amontonados. Uno de estos lugares está ubicado en San José, otro en Las Gradas, igual que en una casa que le dicen Papabeto las mujeres viven en igual condición”.

“En mi lucha por graduarme yo he dicho que si mil obstáculos se me presentan, mil obstáculos venceré, pero eso no significa que siempre agacharé la cabeza”, reflexionó el universitario.

Igualmente, EL HERALDO conoció las lamentables condiciones en que están los estudiantes en otras instalaciones, como la que se alquila en el lugar conocido como El Seguro Social, El Encuentro, El Rastro. En el caso de las mujeres, los locales -uno llamado Papabeto y otro situado en el sitio conocido como El Campo- tienen mejor presentación, pero una buena parte de ellas, igual que centenares de varones, duerme en el piso.

Los fines de semana, muchos de los estudiantes, para aliviar un poco la presión de la precariedad en que viven, prefieren deambular por las calles de esta ciudad hasta que cae la noche.