Honduras

Mareros salvadoreños siembran terror en zona recuperada

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10.07.2016

Nahuaterique, Honduras
Los pobladores de esta zona delimitada hace 24 años por la Corte Internacional de Justicia de La Haya están viviendo momentos de zozobra por la presencia de mareros salvadoreños que se refugian en casas abandonadas, de donde salen favorecidos por la oscuridad de la noche a extorsionar y amenazar.

Si bien es cierto la policía y las Fuerzas Armadas tienen sus contigentes en algunos puntos estratégicos, los pandilleros utilizan otros caminos para llegar sigilosamente a las casas a dejar papeles donde piden el dinero con la consiguiente advertencia.

EL HERALDO hizo un recorrido por varias aldeas que conforman este bolsón de Nahuaterique, el más grande de la zona disputada que fue adjudicado a Honduras casi en su totalidad por el máximo organismo de justicia del mundo en su sentencia del 11 de septiembre de 1992.

Está confirmado que son antisociales del vecino país porque exigen los pagos en dólares, la moneda oficial salvadoreña, pero seguramente tienen algún contacto en la misma zona delimitada porque se movilizan rápidamente y evaden los dos retenes militares ubicados, uno en la aduana La Concordia (Pasamonos) y el otro entre las comunidades de El Zancudo y Nahuaterique, este último en el casco urbano del exbolsón. Es tan evidente la participación de pandilleros salvadoreños que a la fecha seis mareros ya fueron capturados y deportados a su país.

Nahuaterique tiene una extensión de 148.4 kilómetros cuadrados, de los cuales 128.03 kilómetros (88 por ciento) fueron adjudicados a Honduras, mientras 20.38 kilómetros (12 por ciento) le quedaron a El Salvador.

Este exbolsón tiene veinte aldeas con unos siete mil habitantes que antes del fallo se consideraban salvadoreños, pero ahora pueden optar a la doble nacionalidad, mientras sus hijos pueden ser inscritos en los dos países, según la Convención sobre Nacionalidad y Derechos Adquiridos firmada por los dos estados el 27 de agosto de 1999.

La educación que reciben los niños es hondureña, al igual que la salud, aunque muchas veces cuando se trata de enfermedades complicadas sus padres optan por llevarlos a hospitales salvadoreños.

Hay otros seis exbolsones de menor tamaño y menos población: Cayaguanca, Sazalapa, La Virtud, Dolores y Goascorán, este último en la zona del departamento de Valle, que fue ratificado a Honduras por la Corte en su sentencia de 2003.

En el resto de estos exterritorios en disputa sus pobladores igualmente no escapan del acecho de los pandilleros, un problema social que ha venido a sumarse a otros propios de la pobreza y del abandono del que han sido víctimas estas poblaciones por parte de los gobiernos.

En el caso de Honduras, hay una presencia gubernamental significativa en Nahuaterique con oficinas del Registro Nacional de las Personas (RNP), Instituto Nacional Agrario (INA) y de la Comisión Especial Honduras/El Salvador, que innecesariamente fue pasada bajo la tutela del ministerio de Gobernación y Justicia.

Estampida salvadoreña

Los mareros, según las indagaciones de EL HERALDO, entran a territorio hondureño por los puntos ciegos conocidos como La Estancia, Mesetas, El Carrizal y El Rancho, y otros que aún no han sido identificados por las autoridades. Generalmente ingresan por las noches, huyendo del acecho de las autoridades salvadoreñas, que no les andan con contemplaciones, pues este es el principal problema de tipo social que vive el vecino país.

No sería extraño que algunos mareros que han sido capturados por las fuerzas del orden hondureño en Tegucigalpa y otros sitios hayan entrado por las zonas delimitadas debido a lo extenso del territorio y la poca presencia militar.

Los pandilleros salvadoreños se refugian en pequeñas casas que fueron abandonadas por sus propietarios desde la época de la guerra. Esta zona fue escenario de combates en la década de los ochenta y fue considerada siempre como un bastión social del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Para evitar ser víctima del fuego cruzado, muchas familias abandonaron la zona, dejaron sus tierras y casas y nunca volvieron.

De acuerdo con las investigaciones de EL HERALDO, los delincuentes esperan que llegue la noche para salir en motocicletas y en carros a las aldeas donde consideran hay familias con capacidad para pagar la extorsión. Dejan los papeles amenazantes cerca de los corredores de las casas y salen corriendo en sus motos acechados por los perros. Generalmente, en estas zonas rurales las familias se acuestan temprano pues poco tienen que hacer porque la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) solo ha instalado la luz a 4 de las 20 comunidades de Nahuaterique.

Los políticos llegan cada cuatro años solo a pedir el voto. Los mareros poco usan los teléfonos para transmitir sus mensajes delictivos porque en estos territorios la señal de las compañías móviles de los dos países, especialmente las hondureñas, no es buena.

A veces la gente tiene que subirse a un árbol, a un cerro o buscar un sitio privilegiado para “conseguir” señal, según testimonios. Un poblador, que no quiso ser identificado, confirmó el problema: “Salen de noche, llevan los papeles y dicen que quieren billete. A algunas gentes les piden hasta cinco mil dólares”, apuntó.

Dijo tener conocimiento de que cinco familias de dos aldeas recibieron los papeles de extorsión y no se atrevió a señalar si las personas ya pagaron.

Otro entrevistado relató que “en el papel dicen que tienen que aportar y les advertían que tienen dos años de estarlos vigilando y si quieren vivir bien tienen que aportar esa cuota”.

“A unos les piden cinco mil dólares, a otros tres mil, otros cien y 500 dólares”, añadió con cierta preocupación.

Los mareros no solo han visitado El Zancudo y Nahuaterique, también han frecuentado la zona de Santa Elena.

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La gente está realmente espantada, pues son tantas las noticias negativas que escuchan por las radios de lo que son capaces estos pandilleros que ya las personas hacen patrullajes por las calles, con el apoyo de las fuerzas del orden y militar.

Ahora bien, lo que quizá ignoran los mareros es que la mayor parte de los jefes de familia fueron guerrilleros o colaboradores y lo que más les sobra es valor, de ahí que no tienen temor de enfrentarlos. Aquí es donde se necesita que la autoridad hondureña se preocupe más y haga su papel preventivo en esta zona adjudicada.