Honduras

Solidaridad para aprender en silencio

A lo largo de 27 años, cientos de niños con diversas discapacidades se han formado en la Escuela Taller para Sordos “Amor en Acción”, donde, además de brindarles educación básica, son instruidos con la impartición de oficios

FOTOGALERÍA
28.05.2016

Tegucigalpa, Honduras
La discapacidad auditiva no es un obstáculo para que 28 niños reciban el pan del saber en la Escuela Taller para Sordos “Amor en Acción”.

Este centro educativo, ubicado en el barrio La Hoya, de Tegucigalpa, funciona desde el 22 de marzo de 1989 y ha atendido a más de 3,500 alumnos diagnosticados con sordera, retraso mental y lento aprendizaje.

Según cuenta su directora Lidia Navas, a lo largo de los 27 años de operación, esta institución ha fusionado la educación elemental, enseñanza de lenguaje de señas y la formación en oficios a través de distintos talleres.

Provenientes de familias de extrema pobreza, estos alumnos con edades entre los 9 y los 38 años, llegan emocionados a sus clases, aunque muchas veces, con el estómago vacío.

“Nuestra función no solamente es enseñarles a leer o el lenguaje de señas; aquí nos convertimos en una familia. Inclusive, a ellos se les provee dinero para el transporte, porque hay días en los que no tienen cómo venir”, confió Navas.

Proceso de enseñanza

En esta escuela taller la mayoría de los alumnos ingresó su ciclo escolar después de los 10 años.

Por tal razón, parte fundamental de la formación de estos menores, diagnosticados con imposibilidad de desarrollar el sentido del oído, radica en la impartición de oficios a través de talleres.

“Aquí hay casos de niños que ingresaron después de los 15 años, algunos sin saber siquiera lenguaje de señas, pues se comunicaban de otras maneras con sus familias”, detalló la maestra.

Para equilibrar, de alguna manera, esta situación, en los tres salones de clase con los que cuenta esta escuela, se instruye a los menores, a través del programa Educatodos, de la Secretaría de Educación, con el cual los instructores traducen a los menores, las lecciones que se reproducen en audio.

“Para los padres de estos menores, la institución es de gran apoyo, porque antes de su creación, no tenían adónde llevarlos”, aseguró Navas.

El edificio de dos plantas, con el que cuenta la institución, se presta para ubicar las tres aulas de clases, el taller de tapicería, y un espacio para costura, así como el taller de belleza y barbería.

Esfuerzo sin frutos

Fernando Martínez es un joven sordo de 23 años que el año pasado se graduó de primaria en esta escuela.

El recién egresado recibió cursos de sastrería durante dos años y de tapicería por cuatro años, sin embargo, cuenta que se siente decepcionado, pues las oportunidades aún no tocan su puerta.

“No he seguido estudiando porque mi familia no me puede costear el colegio, por eso yo quiero trabajar y sentirme útil, ayudarle a mi madre con los gastos de la casa, y poner en práctica todo lo aprendido en esta escuela”, expresó el joven, mediante lenguaje de señas.