Honduras

Hallamos la hacienda de María Josefa, esposa de Francisco Morazán

Es la histórica hacienda Jupuara que el líder de la unión menciona en su famoso testamento, horas antes de ser fusilado

13.09.2019

COMAYAGUA, HONDURAS.- La hacienda Jupuara (Valladolid), de la que habla el prócer Francisco Morazán en su testamento, fue encontrada por EL HERALDO a la orilla de un río en este vasto valle de Comayagua (zona centro de Honduras) bajo un ambiente de soledad, nostalgia y abandono.

Esta finca tiene relevancia histórica en lo político y en lo militar y bien haría el Estado por preocuparse y conservar estos vestigios que aún existen por obra y gracia de los tataranietos del héroe y mártir.

Este patrimonio de la región tiene importancia primero porque aquí vivió María Josefa Lastiri con su primer esposo, Esteban Travieso, y, segundo, porque años después de muerto su compañero de hogar la viuda se casó con Morazán y este mantuvo en la casa reuniones políticas constantes en las que participó también José Trinidad Cabañas, entre otros.

Era el período de agitación política, de planificación y de estrategias.

Lo que dice el testamento de Morazán

En su testamento, el 15 de septiembre de 1842, horas antes de ser llevado al patíbulo, Morazán dice: “El desorden con que escribo, por no habérseme dado más que tres horas de tiempo para morir, me había hecho olvidar que tengo cuentas en la Casa de Mr. Marcial Benett, de resultas del corte de maderas en la costa del Norte, en las que considero alcanzar la cantidad de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes pertenecientes a la hacienda de Jupuara...”.

Los historiadores coinciden en que la dama sacrificó sus bienes heredados por acompañar a Morazán hasta su muerte.

13 años

tenía María Josefa cuando fue casada con Esteban Travieso.

“María Josefa Lastiri puso a la orden del General Morazán, sin ninguna reserva, todos sus bienes materiales para suplir las necesidades inherentes a la salvación”, dice Rafael Jerez Alvarado, a la sazón presidente de la Academia Hondureña de Historia, al presentar el libro “La batalla del amor”, de Elvia Castañeda de Machado.

Por su parte, Zúñiga Huete afirma que la viuda era “dueña del rico patrimonio de su difunto marido, en el que se contaba el extenso y productivo fundo denominado Jupuara o Rancho Chiquito, situado al sureste del valle de Comayagua, en la jurisdicción de Lamaní, y que alcanza y sube por las estribaciones de la Montaña de Lepaterique”.

Los cercos de piedra de la hacienda de Jupuara aún se conservan. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

Los cercos de piedra de la hacienda de Jupuara aún se conservan. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

La presencia de María Josefa

¿Cómo llegó María Josefa a este lugar si vivía en Tegucigalpa? El historiador Carlos Turcios, consultado por EL HERALDO, recuerda que “en aquellos tiempos los matrimonios los decidían los padres; Morazán estaba enamorado de María Josefa porque ella vivía a una cuadra de su casa. Pero ya estaba dada en matrimonio al más rico de Tegucigalpa, Esteban Travieso”.

“Travieso la quiso aislar de los mirones y se fue con ella a vivir al Rancho Chiquito, o Jupuara, que es la extensión de todo el valle de Comayagua, él muere en el año de 1823 y le deja una herencia de cuatro hijos y ese gran recurso económico”, recuerda el director de la Casa de Morazán.

Turcios coincide con Ángel Zúñiga Huete, autor de “Morazán”, quien afirma que “a la temprana edad de 13 años, como era frecuente en la época, contrajo matrimonio en primeras nupcias con el señor Esteban Travieso” y “dos años después del fallecimiento de su marido, ella se casó con Morazán, el 30 de diciembre de 1825”.

La hacienda de Jupuara continuó operando bajo la administración del hijo mayor de María Josefa -Esteban- y así siguió a lo largo de varias generaciones de descendientes y ahora, a casi 200 años de aquellas luchas, aún se conservan los vestigios, tanto de la casa como de los corrales ubicados a unos pocos metros del río.

Vea además: Texíguat, el pueblo valiente y rebelde que acogió a Morazán

Los vestigios, “allá al fondo”

Para llegar a esta hacienda se toma el desvío de Las Flores, en la entrada a Comayagua y se recorren unos cinco kilómetros de una carretera de tierra en buen estado.

Primero se pasa por pequeñas comunidades y fincas hasta llegar a la recién lotificada aldea de Valladolid. Aquí, a pocos metros de un enorme árbol de guanacaste, hay un portón de hierro de dos hojas, una abierta y la otra cerrada. No se ve nada de movimiento de gente
ni de animales.

Al lado izquierdo, a unos cuatro metros de la calle, hay una casa semicaída de donde sale una señora que con buen modo señala con su mano derecha: “Allá al fondo es la hacienda de don Ricardo”.

Se refiere a Ricardo Ulloa, hijo de Ricardo Ulloa, quien a su vez era hijo de Ernesto Ulloa, el bisnieto de Adela, la única hija legítima que tuvo Morazán con María Josefa. Estas generaciones han estado administrando la hacienda después de muerto el héroe de Perulapán.

1825

Ya viuda, María Josefa se casó con Francisco Morazán en Comayagua.

Un viejo cerco de piedras curtidas por el sol orienta al visitante hasta el fondo de la hacienda pasando entre árboles que dan sombra y relativa frescura.

Como a unos 200 metros hay unos viejos corrales con cercos de piedra, divididos en varios depósitos.

A un costado de estos centros de ordeño hay un estrecho corral de baño -también cercado con piedra- que tiene en el centro una poza seca por donde los trabajadores de Punuara o Valladolid arriaban el ganado para que se bañara con agua impregnada de garrapaticidas.

Más adelante hay una galera de madera y techo con pocas señales de trabajo. A veinte metros, a la izquierda, está la vieja casona de Jupuara, donde Morazán pernoctó varias veces.

{Esta primera casa da la bienvenida a la morada que alojó por poco tiempo a Morazán y su sposa. Fotos: Emilio Flores / EL HERALDO.

Muerte y abandono

La hacienda sigue siendo de los tataranietos de Morazán y María Josefa, pero está alquilada y otra parte de las tierras fue vendida a la familia Facussé, según una fuente consultada por EL HERALDO.

No se sabe con certeza las causas por las cuales los descendientes del prócer bajaron la producción, pero seguramente tuvo su influencia la muerte -a manos de la delincuencia de Tegucigalpa- de Ricardo Ulloa, tataranieto en la línea directa.

Este hecho ocurrió hace unos ocho años. Al momento de hacer la visita a la hacienda de Punuara no estaba el hijo de Ulloa ni quien la alquila. Solo estaba Ramona Nery Aguilera, de 68 años, quien trabajó 25 años con el descendiente asesinado.

“Yo era ama de casa, aquí había mucho ganado. Esta casa es histórica”, dijo la señora. “Don Ricardo me decía que él era descendiente de Morazán”, contó.

Esta vieja morada, a pocos metros del río Punuara, es otra reliquia morazánica, testigo mudo de la presencia del benemérito de la Patria.

Estos viejos corrales de piedra fueron levantados por los descendientes del prócer y mártir. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.

Estos viejos corrales de piedra fueron levantados por los descendientes del prócer y mártir. Foto: Emilio Flores / EL HERALDO.