Honduras

Don 'Toñín”, el sastre de oro de Comayagua

A sus 72 años, don Marco Antonio Membreño sigue trabajando como un jovencito, de día y de noche sentado en una máquina de coser para ayudar a la economía de su hogar

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23.03.2019

COMAYAGUA, HONDURAS.- 52 años de su vida los ha pasado junto a una máquina de coser, confeccionando pantalones para adultos, jóvenes y niños .

Con 72 años, don Marco Antonio Membreño, mejor conocido como don “Toñín”, sigue atinándole a la precisión al cortar telas y hacer tejidos que no dejan duda alguna que nació para ser un sastre de alta costura.

Membreño es considerado uno de los más antiguos sastres que aún ejercen el oficio en la antañona Comayagua.

El taller de don “Toñín” está instalado en su propia vivienda en el barrio Abajo de la ciudad colonial.

Debido a su avanzada edad, sus dedos ya no tienen la misma agilidad ni sus ojos la misma visión que cuando tenía 22, pero su experiencia sigue siendo su mejor carta de presentación y la garantía de que los clientes recibirán un excelente trabajo de sastrería.

En la actualidad solo se dedica a costurar pantalones por la gran demanda que tiene esta prenda en su taller.

Desde joven tiene la costumbre de salir en bicicleta a comprar hilos, agujas, botones y otros materiales a una tienda cercana.

Don “Toñín” está casado desde hace 43 años con Zoila Moreno, con quien procreó tres hijas que ahora son profesionales gracias a las interminables jornadas de costura de su padre.

Su primer trabajo fue de mensajero en el telégrafo de Comayagua, luego pasó a ser conserje en el Museo Arqueológico de Comayagua a los 14 años.

Años más tarde tuvo la oportunidad de trabajar como portero del cine Palace, el único que existía en la ciudad 50 años atrás.

Con los años fue realizando otras actividades como colocar los horarios de las películas y cambiar los carretes de las cintas cinematográficas de los proyectores.

“En el telégrafo y el museo ganaba 29 lempiras con 10 centavos, ya cuando estuve en el cine el salario mejoró a 30 lempiras mensuales porque hacía varios trabajos”, recordó.

En algún momento de su juventud quiso estudiar para ser maestro de primaria, pero no se le dio la oportunidad.

Habilidad para coser
La habilidad para confeccionar prendas de vestir lo aprendió de su ya fallecido padre Antonio Membreño y de su cuñado Amílcar Gonzales.

“Mi padre sabía sastrería y durante ese tiempo aprendí a hacer específicamente pantalones, chalecos y gorras”, declaró.

Por semana logra confeccionar hasta una docena de pantalones, más otros remiendos que llegan a sus manos.

El 80% del trabajo que llega a su taller es para hacer pantalones de uniformes escolares.

El 20% restante de sus clientes son personas profesionales como abogados, médicos y licenciados, que buscan lucir un buen pantalón a su medida.

Los precios de las prendas para adultos rondan los 250 lempiras y los de niños 200.

Crisis en la sastrería
Don “Toñín” asegura que la sastrería es menos rentable que hace 40 años.

Para él, los negocios de venta de ropa usada son la principal razón de la poca demanda de clientes en los talleres de sastrería de la ciudad.

“Los negocios de ropa de segunda vinieron a que bajara la demanda de clientes porque las personas pueden comprar dos o tres pantalones con el dinero que pueden venir a dejar a un taller de sastrería para hacer un pantalón”, explicó.

A pesar de la difícil situación, en la ciudad se mantienen activos varios talleres de sastrería gracias a la demanda de personas que siguen prefiriendo una prenda ajustada de manera adecuada a su cuerpo y con el estilo que ellos quieren. Retirarse de la sastrería no es por ahora una opción para don “Toñín”. “La vida está dura y hay que trabajar para sostener la familia, por eso seguiré trabajando hasta que me muera”, aseguró.

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