Columnistas

La fresca confesión de un lobo

Tegucigalpa, Honduras
A confesión de parte relevo de pruebas deberían emplear al exjefe Porfirio Lobo Sosa quien –a lo fresco- aceptó ante la prensa que su dilecta esposa Rosa Elena Bonilla habría sustraído doce millones de lempiras de Casa de Gobierno. “Se devolvieron cinco millones”, dijo calladito mientras sonreía muy bonito. No me ayudes compadre.

El día que “Mi Rosa” fue arrestada, uno de sus numerosos abogados adelantó que habían retornado esa bicoca al Estado. “Pepe” ratificó a los cronistas que supuestamente “invirtieron” siete millones en la niñez huérfana y que el resto (cinco millones de indios) los restituyeron. Ja, ja, ja. ¿Así borraron el delito?

Hace un par de años un capitalino admitió en una televisora haber robado por pura necesidad más de cien mil lempiras, pero luego los repuso y pidió perdón. Apenas salió del foro lo capturó la Policía. Empero, Lobo dice las cosas muy libertino, sin vergüenza alguna, siendo un irrespeto al pueblo. Un expresidente no puede ni debe ultrajar de esa forma.

Parece no darse cuenta que cada vez que habla comete cualquier desaguisado como cuando cantó -en diciembre de 2013- el pillaje colosal al Seguro Social y no castigó a nadie sino que heredó el saqueo a Juan Orlando Hernández Alvarado, quien se ha visto acorralado por dar respuestas claras para castigar a los atracadores. El proceso que enfrenta la consorte de Lobo denominado por la Maccih “la caja chica de la dama” no son cinco lempiras, sino millones por los que está engrillada. Además, es una ristra de cómplices. Figuran altos personajes de la política, en cuenta un lugarteniente de su régimen que con cara de manso está refugiado en Guatemala.

Dinamitaron “la caja chica” para llevarse toneladas de billete del erario que pararon en bolsillos ajenos, de almas sin escrúpulos que poniendo de parche a la niñez se peinaron con total descaro la merienda, el sustento de los faltos. Ya entendimos por qué la “maldita justicia” no aplastó a galanes que por décadas han venido haciendo orgías y hoy se caen a pedazos por bandidos (as). Inició el ocaso de su vil fiesta. Prohibido olvidar.