Honduras

Corazones sucios matan más que las balas

20.11.2017

Nos entristece sobremanera que el deceso violento de un activista del gobernante Partido Nacional haya sido politizado por oscuros personajes que no solo dejaron entrever una pérdida total de sus valores sino su desprecio por la vida. Repudiable que corazones sucios maten más que las balas por arriar banderas electoreras.

Tras el vil asesinato de Mario González –seguidor “cacho”- el régimen de Juan Orlando Hernández Alvarado inició el acoso de sus homicidas hasta capturar a unos pandilleros. Lo liquidaron frente a su familia en la capitalina colonia 21 de Octubre. Sobre su cadáver dejaron un rótulo amenazando con matar a quien vote por JOH el próximo 26 de noviembre.

Como de costumbre opositores coparon las redes sociales acusando al gobierno de JOH de montar una campaña de terror. Sin aportar pruebas dijeron que su jefatura sería la responsable de cometer el crimen contra González a quien mareros ya le habían ofrecido el nicho por su simpatía con el lempireño, de acuerdo a pesquisas policiales.

Empero, otros antagonistas fueron más allá de las hipótesis diciendo que “así merece morir un cachureco... un arrastrado menos”, entre sinnúmero de epítetos de individuos anónimos que “brillan” y destapan su odio hacia simples adictos de la política vernácula llevándose de encuentro los sentimientos y el dolor ajenos.

Si un gobierno falla -cualquiera que fuera- no es para que pervertidos, en lugar de exigir castigo para un criminal, se ensañen contra la memoria de las víctimas. La criminalidad no distingue credos, colores políticos, a ricos ni pobres. Las mafias de saco con las callejeras tal vez no tengan mucha diferencia pero es inaceptable que adeptos cobardes escupan el luto popular.

Nadie está exento de sufrir un asalto o morir a manos de bandoleros que aterran por doquier pero mofarse de una víctima con fines políticos nos parece reprochable desde todo punto de vista.

En todo caso, los cabezas caliente deben pedir cuentas al Presidente, jamás decir que un activista merece morir por su afecto político. Penoso desear la muerte a un paisano. ¡Perdónalos Señor!