Honduras

Humuya y Alubarén ganan la batalla contra la violencia

Ubicados en Comayagua y Francisco Morazán, tienen honorable

distinción de ser los dos municipios de país sin muertes violentas

FOTOGALERÍA
17.09.2017

Humuya, Honduras
Son las 7:45 de la mañana. Un pequeño pero ornamental bulevar le da la bienvenida a Humuya, en el central departamento de Comayagua.

Un endeble y rudimentario cerco de alambre de púas, clavado entre árboles y pequeños palos que sirven como postes, es lo único que separa los patios frontales de las casas con la vía principal de acceso a este pintoresco pueblo.

Casas con techos de teja y paredes de adobe, muy aseadas y pintadas en colores atractivos tienen un aspecto distintivo, pero diferente, al de la mayoría de regiones del país: sus puertas permanecen abiertas.

Este detalle es un verdadero significado de la armonía con la que se vive en este municipio de Honduras, alejado, por mucho, de la violencia, las maras, el narcotráfico, las malas costumbres y la delincuencia en general.

EL HERALDO se adentró en este y en otros cinco municipios, cuyo común denominador es que se han convertido en pueblos de paz.

+'Siempre he caminado sola y nunca me ha pasado nada'

Cero violencia

Con un promedio diario de entre 19 y 14 muertes violentas diarias en los últimos cuatro años en el país, es difícil creer que hay municipios en Honduras en los que en ese mismo período de tiempo no han padecido ni un tan solo homicidio.

Hay otros casos, también muy relevantes, en los que en los últimos cuatro años solo se registraron uno o dos decesos en circunstancias de violencia.

La honorable distinción la ostentan solamente seis de los 298 municipios, que conforman los 112,492 kilómetros cuadrados que comprende nuestro territorio. Ellos se distinguen por tener los índices de violencia más bajos.

Según la estadísticas del Observatorio de la Violencia de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (OV-UNAH), desde 2013 hasta la fecha, Humuya, en Comayagua, y Alubarén, en Francisco Morazán, reportan cero homicidios.

Valladolid, en Lempira, y Mercedes de Oriente, en La Paz, solo han tenido un homicidio cada uno. Caridad, en Valle, y Potrerillos, en El Paraíso, reportan solo dos muertes violentas.

Ni un

solo homicidio se
registra en estos
municipios desde
el año 2013.

“Nada nos quita el sueño”

Con una sonrisa impregnada de humildad y sencillez, don Fernando Vallecillo cuenta que “en Humuya la gente duerme de lo más tranquila, aquí no pierde el sueño uno, por nada, todos somos como una gran familia, son familias grandes y todos nos conocemos”.

Otros como don José Adrián Molina, nativo del pacífico pueblo de Humuya, son del criterio que “la inculcación de valores morales en cada hogar son la base de la calma con la que hoy vivimos en este pueblo, dormimos afuera de las casas y no hay ningún problema”, comenta.

Con una lucidez pasmosa, casi a punto de cumplir un siglo de vida, a sus 94 años, doña Paulina Suazo es una de las personas más longevas de este poblado y relata que “aquí se vive tranquilo”.

Con sus ojos como el color del cielo, doña Paulina Suazo afirma sentirse dichosa de haber llegado a los años que tiene y de vivir en Humuya; también es una experta sobadora, de las reconocidas en los pueblos.

+Cohesión entre sociedad y Estado es la que ha dado seguridad

Solo el ladrido de los perros

La quietud de Humuya, un pequeño pueblo al sur de Comayagua, es tal que “los soldados (en realidad policías preventivos) pasan descansando”, cuenta doña María Cristina Suazo, oriunda de este lugar.

“En la noche usted puede andar en todo el pueblo y no se mueve una hoja, solo los perros que ladran”, expresa doña María Cristina, mientras muele en el patio de su casa, en un molino de mano, varias libras de café previamente tostado.

Y es que debido a la densidad poblacional del municipio, pero más por la baja incidencia delictiva, solo hay dos agentes policiales asignados, mismos que aprovechan estas condiciones para realizar trabajos comunitarios.

Erick Valladares es uno de los agentes de la Policía Preventiva asignados y argumenta que “es uno de los municipios más tranquilos a nivel nacional porque no se dan asaltos, mucho menos homicidios”.

La estación policial pasa a ser una oficina estatal más, sin mucho tránsito de denuncias, pero abierta al servicio de la ciudadanía.

Parte vital del buen vivir

Este municipio cuenta con dos aldeas y 11 caseríos, todas tienen una escuela primaria y algunas de ellas hasta jardín de niños. Este aspecto, según sus pobladores, ha sido fundamental para llevar la vida que hoy llevan, su gente se ha educado.

Maribel Santos, maestra y directora del Centro Básico José Cecilio del Valle, en el casco urbano de Humuya, señala que en sus 36 años de laborar en ese centro educativo ha conocido muy bien a sus alumnos y a los padres.

“Este es un pueblo muy tranquilo y laborioso, dedicado a trabajar en el campo y su gente es acogedora, al momento de una visita siempre se le da hospitalidad cuando necesita de alojamiento”, destaca la maestra Santos.

Aunque este pueblo goza de la tranquilidad añorada por otros, sus municipales no desconocen de las condiciones de inseguridad del país. Es por esto que a manera de prevención, recientemente instalaron 13 cámaras de seguridad en todo el perímetro del casco urbano, con el fin de evitar acontecimientos que interrumpan su paz.

Foto: El Heraldo


Alubarén

Un par de días después la brújula de EL HERALDO cambió de norte.

Enclavado en la ruta de lo que hoy se conoce como el corredor seco, por las precariedades que pasan sus habitantes en los meses de verano, está el pequeño municipio de Alubarén, en el sur de Francisco Morazán.

El calor alcanza los 32 grados centígrados de temperatura a plena mañana, aun así se puede ver a muchas personas, la mayoría de ellas con rasgos lencas, caminando por las calles empedradas del casco urbano.

Según el Observatorio de la Violencia, este término municipal, al igual que Humuya, no ha registrado decesos violentos de personas en los últimos cuatro años.

Del año 2013 hasta la fecha, Alubarén es parte de esa estadística que difiere mucho de la mayor parte del territorio nacional, tomando en cuenta que en la actualidad se reportan al menos diez homicidios diarios.

Óscar Fiallos, alcalde de Alubarén, manifiesta que “la convivencia aquí es sana, es un pueblo muy dedicado al trabajo”.

“Hay una cultura que ha cambiado mucho a la población, muchas personas se congregan en las iglesias católicas y evangélicas, la gente concurre a escuchar la palabra de Dios y va naciendo ese temor a no dedicarse a asesinar o a otro tipo de delitos”, asegura.

En señal de la exigua incidencia delictiva, aún se pueden ver las casas, desde las más humildes hasta las que denotan mayor poder adquisitivo de las familias, con sus puertas abiertas de par en par. La posibilidad de que un vecino pueda introducirse a una casa ajena a tomar lo que no es suyo, es mínima, su gente a aprendido desde antaño a respetar lo ajeno aseguran sus colonos.

Sin ser nativa de este lugar, Teddy Pineda, subdirectora del Instituto Técnico Francisco García Cruz, ha aprendido a conocer a su gente y apunta que “aquí la gente es acogedora y muy amable”.

Dentro del instituto los indicios de violencia son nulos, cosas normales como cualquier joven pero nunca una riña que eleve el estrés entre el estudiantado de este centro educativo, afirma.

Con cierto recelo ante la presencia extraña de reporteros en su recóndito pueblo, don José Sevilla, de oficio agricultor, como la mayor parte de sus habitantes, comenta que “aquí estamos algo tranquilos, es raro que se den muertes”.

Recostada en una hamaca en la sala de su casa y con las puertas abiertas, doña Segunda Villalta reconoce que “al menos no estamos como en otros lados que se oye decir que no se puede vivir con la puerta abierta”.

A la sombra de un árbol de mango, y todas pasando las seis décadas de vida, tres señoras, tratan de evadir los 33 grados de temperatura que para ese momento se sienten en Alubarén.

Es casi la 1:00 de la tarde. Doña María Facunda, de 77 años, su hermana Margarita Reyes, de 85 años, y la amiga de ambas, doña Tella Mendoza, de 65 años, relatan cómo pasan los días, sin preocupación alguna, al menos no de delincuencia.

Estos dos pueblos hacen la diferencia en un país con más de 5,000 muertes violentas cada año.

Foto: El Heraldo