Columnistas

Comentar lo bueno

Tengo algunos amigos que me han expresado su preocupación porque el ambiente en Honduras, político y social, no presagia nada favorable.

Yo mismo pienso en lo agradable que sería desplegar las páginas de nuestros (ahora) cuatro periódicos principales así como sintonizar nuestros medios televisivos noticiosos y descubrir que caminamos, con pie firme, hacia terrenos de confianza política así como hacia una nueva era de tranquilidad social, producto, la primera, de una conducción plena de respeto por la ley.

Sobre todo, por los postulados sagrados (pétreos) de nuestra, Constitución donde los políticos se diferencien solamente por sus estilos, pero se identifiquen, todos, por la comunión de objetivos nacionales y donde los candidatos se presenten ante el pueblo demostrando sus dotes de estadistas y perfilando la claridad de sus objetivos de gobierno, con promesas de campaña coherentes, factibles, libres de las chabacanadas típicas de todas las contiendas electorales pasadas.

Dicen los sabios filósofos que los gobiernos de éxito son aquellos que logran satisfacer las “necesidades populares” y no aquellos que lo único que les preocupa es mantener el control sobre los “reclamos callejeros” aunque estos solo provengan de minúsculos grupos que responden no a los intereses de todo un pueblo, sino a los dictados mezquinos.

Por eso, cuando me informo que la cosecha de café será extraordinaria este año y que los precios internacionales se sostendrán en niveles rentables, pienso en las más de cien mil familias que dependen del cultivo y cosecha del café y que serán beneficiarias del mercado, sin necesidad de recurrir a los mentirosos subsidios del Estado.

Me regocijo cuando descubro que nuestras exportaciones de camarón, melón, frutas y vegetales exóticos hallan nuevos nichos comerciales en Europa y Asia pronosticando un desarrollo un poquito más acelerado y sostenible de nuestra agricultura modernizada.

Esta tierra es bendita. Todo es tener la iniciativa y la creatividad suficiente pero, sobre todo, una capacidad aunque sea modesta, si se quiere, de nuestros liderazgos, para identificar las oportunidades y los caminos correctos.

Fijémonos metas, como lo hizo Taiwán en los años 60, alcancemos a Costa Rica para dentro de veinte años y entonces dejaremos de hablar carburo.