Al llegar frente a la puerta de acceso de uno de los negocios que son el objetivo de la pareja encubierta se encuentran dos hombres de la tercera edad que se cambian de lugar para apreciar los encantos de Tania, pero que no generan ningún tipo de amenaza, por lo que ella y su pareja han llegado a la recepción del hospedaje sin problema.
De frente a la vista se observa una mesa blanca que simula la recepción, en las paredes varios pósteres con imágenes de mujeres desnudas.
El silencio que se percibe es irrumpido por el saludo que lanza Ismael: “Buenas tardes”, pero no llega ninguna respuesta, por lo que ambos deciden avanzar hasta llegar a un patio donde permanece un hombre alto, trigueño, de unos 45 años, que doblaba una toalla que alguna vez fue blanca.
-Buenas tardes -vuelve expresarle Ismael-, ¿nos puede dar una habitación?
La respuesta llegó: -Buenas, pasen por allá -señala la recepción-, ¿pero usted es menor de edad?, preguntó el hombre.
De inmediato llega la respuesta de Tania.
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-No, yo soy mayor de edad.
-¿Anda su identidad?, le pregunta el arrendatario en tono más enérgico.
-No, pero yo tengo 25 años y él es mi pareja.
-No les puedo dar habitación a menores, así que lo siento.
Al escuchar su respuesta ambos decidieron salir y quizás tratar de buscar otro lugar, pero no habían llegado al umbral de la puerta cuando les dijo: -Vengan pues... pero la próxima vez traiga la identidad porque si no nos topan y salimos perdiendo.
Lo que desconocía el recepcionista es que Tania y su pareja eran reporteros infiltrados de EL HERALDO que buscaban comprobar cómo varios hospedajes funcionan como sedes de la prostitución en la capital de Honduras y otra serie de irregularidades en su funcionamiento.
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