Honduras

Hospedajes son centros de prostitución en Honduras

En algunos negocios vale más pagar los cien lempiras de alquiler

de una habitación que constatar identificación y edad de clientes

03.07.2017

SERIE 2/5

Tegucigalpa, Honduras
La presencia de personas en una de las calles del barrio El Chile es casi nula. Por la zona solo se desplaza una pareja conformada por una joven que viste un diminuto short negro y blusa sin mangas color blanco, acompañada de un hombre robusto, de estatura mediana y tez trigueña, de unos 40 años.

Son las 2:15 de la tarde, el tráfico vehicular es fluido y el destino elegido por la pareja es llegar a alguno de los hospedajes que funcionan en el centro de la ciudad, cerca de la plaza Los Dolores.

Al llegar a un esquina cercana a uno de los negocios que busca la pareja se encuentran cuatro hombres adultos en plena conversación, pero callan sus diálogos para lanzar miradas pervertidas a la jovencita que transita con sus piernas blancas al descubierto.

Los hombres desconocían que la mujer que en esta ocasión muestra su cuerpo es Tania, periodista infiltrada de diario EL HERALDO en compañía de Ismael, el reportero gráfico que busca constatar que en los hospedajes se comercializan los preservativos que son propiedad del Estado de Honduras.

El equipo de EL HERALDO verificó otras irregularidades en estos establecimientos, como permitir el ingreso de menores de edad.

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Irregularidades

Al llegar frente a la puerta de acceso de uno de los negocios que son el objetivo de la pareja se encuentran dos hombres de la tercera edad que se cambian de lugar para apreciar los encantos de Tania, pero que no generan ningún tipo de amenaza, por lo que ambos reporteros han llegado a la recepción del hospedaje.

De frente a la vista se observa una mesa blanca que simula la recepción, en las paredes varios pósteres con imágenes de mujeres desnudas.

El silencio que se percibe es irrumpido por el saludo que lanza Ismael: “Buenas tardes”, pero no llega ninguna respuesta, por lo que ambos deciden avanzar hasta llegar a un patio donde permanece un hombre alto, trigueño, de unos 45 años, que doblaba una toalla que alguna vez fue blanca.

-Buenas tardes -vuelve expresarle Ismael-, ¿nos puede dar una habitación?

La respuesta llegó: -Buenas, pasen por allá -señala la recepción-, pero usted es menor de edad?, preguntó el hombre.

10

lempiras es el precio
por el que venden los
preservativos del
Estado algunos
dueños de moteles.

De inmediato llega la respuesta de Tania.

-No, yo soy mayor de edad.

-¿Anda su identidad?, le pregunta el arrendatario en tono más enérgico.

-No, pero yo tengo 25 años y él es mi pareja.

El recepcionista aseguró que no puede aceptar la presencia de una menor en el local.

-No les puedo dar habitación a menores, así que lo siento.

Al escuchar su respuesta ambos decidieron salir y quizá tratar de buscar otro lugar, pero no habían llegado al umbral de la puerta cuando les dijo: -Vengan pues... pero la próxima vez traiga la identidad porque si no nos topan y salimos perdiendo.

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- ¿La quieren completa o sencilla?

-Démela con baño, respondió Ismael antes de que conociera el costo de la habitación.

-Son cien lempiras, manifestó el arrendatario, y luego de cancelar el costo del cuarto Ismael invitó a Tania a que le esperara en la pieza.

Al avanzar observaron cómo una pareja se despedía, el hombre se le acercó a la dama y le dio un beso en el cuello, pero no lograron conocer más de la pareja porque detrás avanzaba el administrador del local para indicar cuál era la pieza que debían de utilizar.

-¿Qué habitación es?, pregunta Tania.

'Vengan pues... pero la próxima vez
traigan la identidad porque si no nos
topan y salimos perdiendo'.

Dueño de hospedaje

-Es la cinco, dice Ismael y la toma del brazo para enfatizar que existe un amorío entre ambos. Una puerta de madera blanca, mal pintada, es el portal para ingresar a la habitación.

Una cama, una mesa y una pequeña banca de madera son los únicos muebles en la pieza.

El piso rojo y las paredes color blanco y rojo.

La puerta es asegurada con un pasador dorado, desgastado por el paso del tiempo.

En la mesa hay un rollo de papel higiénico y una barra de jabón de olor sobre una desgastada toalla de color amarillento.

Al lado de la habitación alquilada por los reporteros se encuentran otras parejas y justo al lado derecho se escuchan gemidos y ruidos de la joven que minutos antes despedía a otro cliente.

A esto se suma una canción del género reguetón del artista Héctor el Father: “Gata fiera... envuelve a los hombres y los deja... gata fiera a mí no me vas a aruñar”.

La contagiosa melodía envuelve ambas habitaciones mientras Tania e Ismael comienzan a escudriñar las condiciones del lugar.

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La compra

Por la ventana de vidrio, que está unos cuatro pasos de la cama, que permanece cubierta con una cortina de tela delgada con estampado de flores, observan por unos minutos el ingreso y salida de otras personas.

De forma posterior Ismael decidió salir de la habitación con cincuenta lempiras en su mano derecha para solicitar que le vendieran preservativos, pues era parte del plan de investigación constatar que este producto, aunque ha sido adquirido por el Estado, es comercializado en estos negocios.

-Regáleme condones, amigo -fue su expresión.

-Cuestan cinco lempiras cada uno -respondió el administrador del local.

-Deme dos pues -y de inmediato recibe lo que solicitó. La prueba que buscaban se había logrado, pues les entregaron los preservativos, pero aún faltaba conocer más sobre las condiciones de estos sitios donde se ejerce el trabajo sexual.

Para simular mejor el encuentro amoroso decidieron copiar lo de la música y en uno de sus celulares comenzó a sonar la melodía back-it-up, de los artistas Pitbull, Jenifer López y Prince Royce.

Para ese momento un grupo de personas se apostaron afuera de la habitación y comenzaron a conversar sobre cómo había estado la actividad durante el día.

-Hay que estar listos para hoy en la noche porque ya pagaron -expresó una mujer, pero luego se apartaron y no se logró escuchar más detalles.

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Condiciones

La toma de imágenes y de captar con sus propios ojos las condiciones del lugar llevó a los investigadores al cuarto de baño, donde permanecía un inodoro sucio, con restos de heces y sangre.

A la par del sanitario se encontraba la ducha cubierta con una cortina blanca con círculos de colores y en su parte de abajo inundada de lodo.

En el interior del baño la mugre y restos de pintura eran el estilo de decoración del lugar. Para el aseo de los posibles clientes habían colocado una paila verde con agua, ya que a través de las tuberías no se contaba con el vital líquido.

Desde del ingreso de Tania e Ismael habían transcurrido unos 25 minutos, por lo que continuaban con su labor de reporteros hasta que se completó el tiempo marcado por el arrendatario para salir de la habitación.

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Para la despedida decidieron que saliera Ismael y sin ningún contratiempo llegaron nuevamente hasta la recepción del establecimiento que una vez más lucía vacía.

Se encaminaron hacia la puerta de salida, sitio donde se encontraba el recepcionista, quien no dejaba de observar a Tania, pues de acuerdo con su mirada estaba seguro de que la joven era menor de edad, pero pese a ello decidió dejarla ingresar al local.

-Hasta luego, le dijo Ismael.

-Vaya, fue su respuesta.

La misma condición se encontró más allá en otro hospedaje cercano a la iglesia Los Dolores.

En este lugar el ingreso y la compra fue más fácil, al entrar la persona que los atendió solo dejó claro que “el precio por el alquiler es de 200 lempiras por media hora, si se pasan más de 30 minutos tendrán que pagar nuevamente este mismo precio”.

Esta explicación de parte del arrendatario bastó para que ingresaran a una de las habitaciones y para la compra de los preservativos solo fue necesario pedirlos y se adquirieron a 10 lempiras cada uno.

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