Honduras

A 122 años del fallido intento por unificar Centroamérica

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23.06.2017

Tegucigalpa, Honduras
Este mes se cumplen 122 años del fracaso del antepenúltimo intento que en el pasado hicieron patriotas centroamericanos por tener a un solo país unido política y económicamente, en un esfuerzo por imitar la gesta del héroe Francisco Morazán, que ofrendó su vida por esta causa.

Honduras, El Salvador y Nicaragua siempre estuvieron a la vanguardia en los proyectos de unidad, pero sus esfuerzos fueron truncados por las diferencias ideológicas de grupos de poder, por patriotismos provinciales y por la influencia de Estados Unidos que sabía que entre más división había en el istmo, mayor sería su posibilidad de mantenerlo sometido.

Tras la liberación de estas regiones del yugo español lo primero que surgió entre los sectores progresistas fue la idea de tener una patria grande, unida, fortalecida en los campos económicos, políticos, sociales y culturales.

Fue así como surgieron las grandes figuras que pasaron a la historia como Francisco Morazán, Dionisio de Herrera, José Cecilio del Valle, Pedro Molina, Manuel José Arce, aunque este último, cuando tuvo la oportunidad de consolidarse siendo presidente de la Federación, fue presa fácil del conservadurismo.

Las luchas por reunificar la región costaron tiempo, grandes fueron los esfuerzos y debates que se libraron en sendos encuentros y hasta hubo intentos por lograr este propósito por la vía militar que le costó la vida al presidente de Guatemala, Justo Rufino Barrios, en 1885.

Fueron Honduras, El Salvador y Nicaragua los países que siempre mostraron más interés en la reunificación de la patria grande y los más renuentes, aunque algunas veces sí apoyaron, fueron Guatemala y Costa Rica.

Guatemala, “por su actitud conservadora clerical, y Costa Rica, por su aislamiento tradicional y porque fue el primer Estado que exportó café, economía que le trajo tranquilidad y no deseaba guerras”, en opinión del historiador Mario Argueta.

Los esfuerzos

En junio de 1895 tuvo lugar el antepenúltimo esfuerzo por tener una Centroamérica unida. El historiador Victoriano Sánchez cuenta que “el 20 de junio de 1895 los presidentes de El Salvador, Honduras y Nicaragua suscribieron el Tratado de Amapala, creando la República Mayor de Centroamérica”.

En este penúltimo esfuerzo no estaba Guatemala, porque había perdido en una batalla a su presidente Justo Rufino Barrios, pero se le dio la opción de que se incorporara voluntariamente, al igual que a Costa Rica.

15

de septiembre de
1842 fue ejecutado
el general Morazán.

“En realidad, era un proyecto confederal, ya que los Estados miembros conservarían la autonomía e independencia política y la vigencia de sus propias constituciones”, cuenta el analista.

El Parlamento “estaría conformado por un reducido número de miembros: un propietario y su suplente electos por cada una de las legislaturas de las repúblicas signatarias, por un período de tres años.

En caso de contradicciones, la Dieta actuaría por consenso, sin imponer ningún criterio a los Estados que se opusiesen a determinada medida, convirtiéndose en tribunal arbitral en casos extremos. La Dieta residiría un año en un país distinto”.

Esta República Mayor de Centroamérica adoptó como símbolo patrio el escudo de armas de la República Federal de Centroamérica, que identificó la región entre 1824 y 1838, cuando se disgregó la Federación.

“El 15 de septiembre de 1898 se reunió la Asamblea General en Managua, Nicaragua, y aprobó la Constitución de los Estados Unidos de Centroamérica (como también se le identificó) formalizando el proceso de reconstrucción de un mini Estado Federal”.

Todo iba bien. El entusiasmo se apoderaba de los Estados miembros hasta que “en noviembre de 1898, el general Tomás Regalado (1898-903) dio un golpe de Estado contra el gobierno de Rafael Gutiérrez (1894-1898) y una de sus primeras decisiones como presidente provisional fue retirar a El Salvador de los Estados Unidos de Centroamérica, asestando otro golpe a la reconstrucción del Estado federal”, relata el historiador.

Posteriormente, Nicaragua se retiró y de esta forma la República Mayor de Centroamérica solo quedó en el sueño de buenos compatriotas.

Los anteriores intentos

Antes de 1895 hubo varias luchas por coronar el sueño de Morazán, asesinado a sus 49 años el 15 de septiembre de 1842, por defender esa causa. Justamente antes de la muerte del héroe, el 11 de abril de 1842, El Salvador, Honduras y Nicaragua firmaron en Chinandega, Nicaragua, un Pacto de Confederación, esfuerzo que duró poco “por causa de las guerras que pronto se suscitaron entre los países firmantes”, cuenta el escritor, historiador y político Ángel Zúñiga Huete en su obra “Presidentes de Honduras”.

Por su parte, el también historiador Mario Argueta relata que entre 1856 y 1857 “los gobiernos centroamericanos unen sus ejércitos en la guerra nacional contra los filibusteros que, al mando de William Walker, por petición del Partido Liberal de Nicaragua, llegan a ese país y Walker se proclama presidente”.

1842

Honduras, El Salvador
y Nicaragua firman en
Chinandega un pacto
de reunificación, pero
fracasó por las guerras.

El 27 de marzo de 1862 el presidente Victoriano Castellanos (que había sustituido al asesinado presidente José Santos Guardiola) recibió al plenipotenciario nicaragüense, Pedro Zeledón, quien venía en nombre de su gobierno a pedir apoyo para reconstruir la República Centroamericana.

Honduras aceptó, “siempre que los demás miembros de la extinta República estuviesen anuentes”. El plan fracasó porque esta condicionante, más la negativa de Guatemala, lo condujo a ese destino. El presidente guatemalteco Justo Rufino Barrios pensó que la ocupación militar facilitaría el retorno de la Federación, pero murió en combate en Chalchuapa, El Salvador, en 1885. Ahí terminó otro intento.

Penúltimo y último esfuerzo

En 1917 y 1921 se hicieron los dos últimos esfuerzos por la reunificación de la patria grande. En el primer caso se trató de una iniciativa hondureña que fracasó porque Nicaragua, influenciada por Estados Unidos, se rehusó a cooperar.

En 1921, Nicaragua era dirigido por un gobierno afín a Estados Unidos, por eso no se integró al proyecto de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, que suscribieron en San José, el 19 de enero de ese año, el Tratado de la Unión Centroamericana.

Representaron a Honduras Alberto Uclés y Mariano Vásquez. La parte introductoria del Pacto de la Unión citada por Medardo Mejía dice: “Los gobiernos de las repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica, estimando como un alto deber patriótico llevar a cabo, en cuanto es posible, la reconstrucción de la República Federal de Centroamérica, mediante bases de justicia y de igualdad que garanticen la paz, mantengan la armonía entre los Estados”, y agrega: “Las repúblicas de Guatemala, El Salvador, Honduras y Costa Rica se unen en unión perpetua e indisoluble”.

Se elaboró una Constitución Federal que entró en vigor “con grandes manifestaciones de júbilo en los países federados”.

1921

Honduras, Guatemala
y El Salvador hacen el
último intento unionista,
pero nuevamente
fracasó el proyecto.

También quedó integrado el Congreso Federal con diputados de los cuatro Estados, entre los cuales estaban (por Honduras) Tiburcio Carías Andino, Jacinto A. Meza, Silverio Laínez, Ricardo Alduvín, Julián Baires, Manuel Ugarte, Manuel F. Rodríguez, Samuel Laínez, Rafael Alduvín, Ricardo Pineda, Salomón Bueso, Rafael Medina Raudales, Francisco A. Matute, Luis Bográn y Ángel Sevilla.

Para Medardo Mejía, Estados Unidos “se valió de su agente guatemalteco, general José María Orellana, quien dio el golpe militar del 6 de diciembre de 1921”. Este fue el último intento.

Localismos dieron al traste con la patria grande

Los analistas e historiadores nacionales consideran casi imposible que Centroamérica algún día logre una integración política, pero la económica y otras sí son probables. Todo dependerá de la voluntad política de las naciones.

Para Miguel Cálix Suazo, historiador y estudioso de la obra de Francisco Morazán, los intentos por regresar al esquema federal fracasaron porque “siempre han prevalecido los intereses de cada Estado. No hemos comprendido que es mediante la unión que podríamos ser respetados en el mundo”.

Por su parte, el también historiador Mario Argueta es del criterio que “Centroamérica nunca estuvo unida ni siquiera durante el período precolombino. Donde tuvo cierta unidad administrativa y política fue durante la colonia, pero el espíritu localista estaba demasiado arraigado, se pensaba en función de pueblo, de valle, de montaña, ni siquiera se pensaba en función de país, mucho menos en una patria grande”.

“Ese fraccionalismo, ese localismo”, dice Argueta, “fue una herencia precolombina que nunca se logró superar, y a eso añádale algo más: la primera generación que proclama la independencia no tiene un concepto de patria común”.

Para este estudioso de la historia, “la ideología y los intereses creados dividen a esa primera generación en dos bandos: el liberal, que quiere la modernización capitalista, y el conservador, que es una tradición hispánica clerical arraigada en el pasado, en el monopolio comercial, en la posición privilegiada de la Iglesia”.

A su criterio, “esos conceptos de la economía, de la política, de la vida, chocaron y militaron en contra de la unidad de la República Federal de Centroamérica”, por la que luchó hasta su muerte el general Morazán.
Ambos historiadores coinciden en que es difícil a estas alturas una unidad política regional, pero sí en otras áreas dependiendo del interés de cada Estado, de cada gobierno.

“Yo creo que es indispensable que comprendamos que la integración centroamericana es el vehículo adecuado, que cobremos los mismos impuestos, tengamos la misma circulación”, dijo Cálix Suazo.

No es posible, según Cálix, que en algunos países de Centroamérica se pida solo la tarjeta de identidad para cruzar las fronteras y en otros el pasaporte.

Este historiador lamenta el atraso integracionista de la región.