Honduras

Cirujana de libros y curadora de historias

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25.03.2017

Tegucigalpa, Honduras
El olor de un libro es uno de esos placeres que muchas personas consideran único y que pareciera estar a punto de desaparecer por la preferencia de leer en formato digital.

Y a pesar de que en los estantes de las librerías muchos de esos libros van quedando en el olvido, hasta que finalmente son desechados, hay una persona en un pequeño taller de la Biblioteca Nacional Juan Ramón Molina que se niega a dejarlos ir.

Su nombre es Martha Aceituno y es unas de las pocas restauradoras de libros que hay en el país. Ella es la responsable de que al menos 2,000 libros antiguos todavía tengan una historia que contar.

Hoja por hoja, se ha dado a la tarea de restaurar y curar obras que datan desde 1900 en las que los hongos, las polillas o simplemente un mal manejo de sus páginas les ha provocado deterioros.

“Trabajo en el Departamento de Conservación y Restauración de Libros Antiguos, me siento bien al hacer esto porque me siento útil”, dijo doña Martha.

Han pasado más de 10 años desde que comenzó con la “curación” de textos.

El trabajo de la restauración de libros no es para cualquiera, se necesita mucho más que la intención de repararlos, se necesita pasión.

Ella se pasea por los anaqueles de la Biblioteca Nacional para “reclutar” a nuevos pacientes que curar.

Ella se pasea por los anaqueles de la Biblioteca Nacional para “reclutar” a nuevos pacientes que curar.

Esa pasión estaba dormida hace 10 años, cuando no tenía idea de cómo era que los libros podían ser recuperados y reconstruidos.

Su taller es como un pequeño hospital de libros en donde las heridas de esas páginas, que muchos dan por perdidas, son sanadas.

“El libro más antiguo que me ha tocado restaurar ha sido un Código Civil de 1906, yo me siento muy feliz por ser útil a la bibliografía nacional de Honduras”, comentó.

Martha

Ella es una de las pocas
restauradoras de libros
que hay en el país.

Pero no todo es “miel sobre hojuelas” en la restauración de obras literarias, pues la antigüedad no solo da valor a los libros, también conlleva una increíble responsabilidad debido a lo delicado que debe ser su manipulación.

“No a mucha gente le gusta aprender de esto, porque es un trabajo que lleva su tiempo, restaurar un libro lleva mucho tiempo, pero al verlo restaurado yo me siento orgullosa de ver que le estoy renovando la vida... Las compañeras me dicen que yo soy la doctora de los libros”, cuenta doña Martha mientras sonríe.

De vuelta a la vida

Cada libro es un pequeño paciente para ella, cada uno tiene cientos de historias que deben ser rescatadas, su trabajo encaja muy bien en su personalidad paciente y noble. Ella relata que dependiendo de lo grave que se encuentre un libro, así es el tiempo que tardará su recuperación, pero una vez que los textos se encuentran en su mesa de trabajo es hora de ponerse en marcha. A curar el papel con papel.

“Cuando me llega un libro que necesita ser restaurado tengo que realizar el análisis de lo que se necesita hacer primero, lo más común es el desgaste en las hojas, daños por la polilla, libros rotos debido a la mala manipulación que se le da al libro”, relató.

Entre los materiales que ella utiliza se encuentra el papel Gampi, que es de origen japonés; la metilcelulosa, que se entiende como una especie de fibra que se endurece formando una especie de tela o papel delgado.

Lavado

Parte del proceso de la renovación de libros es probar los materiales previo a su lavado. Sí, así como lo lee, ya que doña Martha lava con agua y jabón las páginas de los textos con el fin de retirar la gran cantidad de hongos que puede contener el libro y que son sumamente dañinos para las personas.

“Antes de hacer el lavado de los libros debo hacer una prueba para saber si la tinta se derrama. Si es así, ese documento no puede ser lavado y se debe hacer otro proceso”, detalló la restauradora.

Ver cómo las páginas son sumergidas en agua y jabón es una experiencia casi irreal pues al ser tan antiguas uno piensa que comenzarán a diluirse como si fuesen de azúcar.

“No les pasa nada”, dice la doctora de libros, al notar la expresión de asombro en el rostro del equipo que está en la sala.

Pese al gran esfuerzo que hace para recuperar cada libro, no todos son restaurados.

Cuando un libro se contamina con hongos es muy probable que no pueda ser reutilizado si el daño está muy avanzado.

Para no perder la información, es necesario la digitalización de la información, aunque queda el pesar de haber perdido el documento en físico.

Amor a los libros

Tras conocer el trabajo que toma recomponer los textos, la conciencia del cuidado de los libros ha quedado muy arraigado en la restauradora.

“Yo creo que es importante cuidar los libros, yo antes no le daba mucha importancia, pero ahora que sé el trabajo que toma restaurar uno, los manejo con amor y sumo cuidado”, comentó.

Esta misma enseñanza es la que ella espera dar a la demás generaciones, el amor a los libros que tienen el poder de transportar a la gente a lugares inesperados.

Libros que datan de 1900 han pasado por sus pacientes y delicadas manos. Afirma que todavía no ha restaurado una biblia.

Por eso, cada tanto, ella se da una vuelta por los anaqueles en busca de su próximo paciente mientras que en otras ocasiones estos llegan a sus manos en carácter de urgencia.

Posiblemente, la labor que ella realice no llame la atención de las generaciones que tienen acceso a librerías completas con tan solo un clic en sus computadoras o con deslizar la yema de sus dedos por la pantalla del teléfono, pero preservar la historia, restaurar las páginas, devolver la vida a los libros, hace de Martha una mujer excepcional.

Como ella hay pocos en el país, pues no todos están dispuestos a aprender sobre ese arte de la restauración sin saber que al hacerlo curan de la ignorancia a cualquier persona que lo vuelva a leer.