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Roberto Micheletti rompe el silencio cinco años después

Alejado de la política, el expresidente hondureño calificó con dos de cinco la gestión de “Pepe” Lobo, a quien acusó de desdeñar a los demócratas por seguir a la izquierda y de haberlo tratado como un ciudadano de segunda.

09.02.2014

Roberto Micheletti fue presidente de la República de Honduras durante apenas siete meses tras la crisis política-institucional vivida en este país en junio del año 2009, cuando el sistema democrático estuvo a punto de naufragar y la nación se encontraba al borde, casi, de una guerra civil. Golpista para algunos, héroe para otros, su figura sigue siendo controvertida y objeto de odios y amores.

Ya alejado del mundo político, en su finca de la localidad de El Progreso, cerca de San Pedro Sula, ahora examina el estado de las cosas de su país cuando han pasado casi cinco años desde esos acontecimientos, expresando su esperanza con respecto al nuevo ciclo que comienza de la mano del nuevo presidente, Juan Orlando Hernández. Con respecto al expresidente Porfirio “Pepe” Lobo y antecesor del actual, es claro: “Ha sido un pésimo gobernante, de los peores de Honduras”.
Aquí la entrevista...

Ricardo Angoso. ¿Qué balance hace de estos cuatro años de presidencia de Porfirio Lobo?

Roberto Micheletti. Le voy a dar, siendo indulgente, un calificativo de dos sobre cinco a Lobo. Creo que él se dedicó más a escuchar a la gente de izquierda que a los verdaderos demócratas. No creo que él tenga una razón justificada hasta el momento para haberlo hecho, pero lo hizo. Se argumenta, por algunos, que intentó en todo momento buscar la unidad de todos los hondureños, pero logró solo la unidad de la gente de izquierdas, pero no de los demócratas y los hombres del centro y la derecha. También quedamos fuera de esa estrategia todos aquellos que tuvimos que ver con los acontecimientos y el proceso que se inició el 28 de junio de 2009, y que sirvió para el recambio institucional del presidente “Mel” Zelaya.

Prácticamente, yo me he considerado en estos años un ciudadano perseguido por su gobierno. A nosotros nos redujo la seguridad, nunca buscó nuestro consejo para poder contribuir en algo, tampoco nos hemos sentido en estos años como ciudadanos en igualdad de condiciones, como todos los hondureños, por la actitud que tomó el presidente Lobo hacia nosotros. Hasta retiraron mi retrato de la galería de presidentes. Eso no importa, siempre me he considerado un ciudadano y me vine a vivir a mi pueblo en cuanto abandoné la presidencia. Nosotros sentimos que el señor Lobo fue un pésimo presidente, de los peores de Honduras, porque es un hombre que no tiene ni el valor para enfrentar las cosas ni la moral para hacerlas. Recibió una buena herencia y creo que podría haber entregado el país en una mejor situación de la que la entregó en estos días. Desde luego que sí.

Cuando yo entregué el poder, yo dije que Honduras estaba en la peor crisis económica que habíamos vivido y, en vez de buscar la forma de reducir el tamaño del gobierno para hacer frente a la misma, de cómo evitar gastos superfluos en los aparatos del Estado, Lobo los incrementó, creando más ministerios y recortando las posibilidades de hacer un gobierno de éxito que hubiera hecho frente a la crisis.

R. A. ¿Acaso no fue Lobo presidente por ustedes, que le cedieron el poder y posibilitaron una transición modélica?

R. M. Lobo jamás ha reconocido eso porque pensaba que él era presidente por la enorme popularidad y apoyo que tenía en el pueblo hondureño. Pero no fue así, como piensa Lobo, sino que fueron unas circunstancias especiales las que le permitieron llegar al gobierno. Pero repito, Lobo no cumplió con los anhelos y esperanzas que tenía el pueblo hondureño. E incluso se peleó y enfrentó con un grupo de ciudadanos de todos los partidos políticos a los que se les llamó los “blanquitos”, que eran los famosos camisas blancas que fueron los que estuvieron en las calles defendiendo nuestro gobierno y a favor de la democracia y contra el totalitarismo en el país. Le dimos el poder, en cierta medida, y fue un desagradecido.

LA SEGURIDAD PÚBLICA, PRIMER GRAN PROBLEMA

R. A. La inseguridad pública, cuatro años después, sigue muy presente, ¿por qué cree que este problema se agravó?

R. M. Lobo, en vez de tratar de buscar refuerzos de distintos sectores de la sociedad, prefirió pelear y confrontarse con los mismos, al tiempo que toleró que la llamada “resistencia” fuera a más y, lógicamente, ese sector permite que el narcotráfico haya ocupado amplios espacios en el país. Así las cosas, el narcotráfico siguió operando y el crimen organizado creció también. Estos fenómenos han ido a más en estos años lejos de resolverse el problema. Cuando los delincuentes se encuentran en un país donde pueden hacer lo que quieran, sin que nadie actúe, sin que nadie haga nada de nada, el problema va a más, como está pasando en Honduras. Y Lobo permitió y toleró todo eso, y así nos encontramos con que también aumentó la criminalidad contra los periodistas, los profesores, los abogados y otras profesiones. El problema iba aumentando y nadie implementaba medidas para poner coto al problema. No había el objetivo de mejorar las cosas.

R. A. San Pedro de Sula, segunda ciudad de Honduras, ha adquirido el deshonroso título de ser una de las ciudades más peligrosas del mundo, ¿a qué se debe?

R. M. Yo considero que son situaciones que se han producido porque el presidente Lobo no buscó alianzas ni consensos con la empresa privada u otros sectores. Aquí el Estado emplea a más de un millón de personas, pero la empresa privada a más de cuatro millones; son los que mueven el país y generan la riqueza nacional, se quiera o no aceptar esta idea. Pero Lobo, en vez de construir, se dedicó a atacar y no fue capaz de generar confianza en el país. Sin confianza no hay inversión, tal como ha ocurrido en estos años. Y los resultados a la vista están: un desastre.

La criminalidad y el narcotráfico fueron creciendo a merced de esas políticas, pero también por el descuido de los cuerpos policiales y la seguridad en general. Los delincuentes encontraron el caldo de cultivo para seguir cometiendo fechorías. No podemos olvidar que la seguridad es el tema fundamental que más preocupa a todos los hondureños. Todas las familias, cuando se reúnen, hablan de lo mismo, las encuestas también lo reflejan así… La seguridad es el problema nacional de primer orden. Para los empresarios, para todos los colectivos, el principal problema atañe a la seguridad, algo que no entendió Lobo y que no hizo nada de nada por poner las vías para atajar este asunto tan delicado. Lobo, cuando llegó al gobierno, dijo que iba a ofrecer al país trabajo y seguridad, pero una vez que han pasado estos cuatro años podemos decir que sus políticas han constituido un soberano fracaso. No hay ni seguridad ni trabajo, sino una situación de agravamiento de los problemas que puede tener fatales consecuencias. Ninguna de las dos cosas han mejorado, sino lo contrario: todo empeoró.

EL NARCOTRÁFICO, OTRO FLAGELO CRECIENTE

R. A. Cada día hay más noticias de que la actividad del narcotráfico ha crecido en Honduras, ¿cuál es la razón de ese aumento del tráfico de drogas y sus secuelas en todo el país?

R. M. Yo he escuchado, hablando con responsables militares y policiales, que el 80% de las muertes violentas que se dan en el país tienen que ver directa o indirectamente con el narcotráfico. Cuando yo veo esos jóvenes, algunos con menos de veinte años, morir en las calles, me entristece. Pero esa es la realidad del país, jóvenes con apenas una vida comenzada se convierten en sicarios. Este asunto de la alta criminalidad que padece el país debería preocuparnos a todos, se tendrían que haber tomado medidas para evitar que siga creciendo.

R. A. ¿Y por qué están ocurriendo estas cosas, por ejemplo, en San Pedro Sula?

R. M. Pues está claro, el narcotráfico tiene sus lógicas y sus rutas. Los tentáculos del narcotráfico están extendidos en la parte norte del país, aquí la droga entra por el mar Caribe y de ahí pasa a Cortés y a San Pedro Sula. San Pedro está dentro de la ruta del tráfico de drogas. Luego, una parte de esa droga que entra se queda aquí, en Honduras, y se distribuye en el mercado local. Por eso digo yo que el 80% de la droga que entra en el país va para Estados Unidos, somos tan solo un territorio de paso para ese mercado. A través de Guatemala, México y Honduras pasa casi toda la droga que va para Estados Unidos. El 20% que se queda en Honduras es suficiente para dañar la salud de miles y miles de jóvenes hondureños.

R. A. ¿De dónde viene la droga que llega a Honduras?

R. M. Procede principalmente de Colombia y Venezuela. La mayor parte de los aviones que se han capturado desde el año 2005 en Honduras tienen matrícula venezolana, esa es una realidad innegable.

VENEZUELA, ¿UNA AMENAZA PARA HONDURAS?

R. A. Parece que Venezuela sigue mostrando algún interés por los asuntos políticos que ocurren en Honduras, ¿es así?

R. M. Sí, sí, algo de eso queda en el ambiente. Usted sabe que cuando a la gente se le ofrecen grandes beneficios, aunque después no se los den, en el sentido de que van a tener casa, vivienda, trabajo y beneficios sociales, la gente sueña y cree en estas promesas, muchas veces por ignorancia y otras por necesidad. Creen que la solución va a venir por una constituyente o por la llegada al poder de estas fuerzas populistas de izquierda. Ahora hay un grupo fuerte en el país, en Honduras, Libre, que cree en esas ideas de izquierda que simpatizan con el régimen que fundara Chávez. Esto no es el comunismo, es el socialismo ese del siglo XXI, un invento de Chávez que fue posible gracias a la caja y el dinero que tenía procedente de la industria petrolera, pero no había contenidos ni proyectos a futuro.

La ignorancia y la necesidad que hay en estos países, que es mucha, nos lleva a estas situaciones. El 70% de la población vota por partidos demócratas, al menos en Honduras, pero lo hace dividida. Si sumamos los votos de los liberales, de los nacionales, del Pac (Partido Anticorrupción) y el resto de las fuerzas democráticas, podemos sumar y llegamos al 72% de la población hondureña votando por opciones democráticas, frente al 27% de los votos que suma la izquierda. La izquierda, eso sí, por primera vez en la historia se consolidó y la candidata de esta alternativa de poder, que era la esposa de Zelaya, no casualmente, consiguió esos votos, en un hecho que se puede considerar un precedente histórico.

R.A. ¿Reconocerá que está viendo un giro hacia la izquierda en todo el continente y que ya casi no quedan gobiernos de centro o derecha en la región?

R. M. En fin, este asunto da para hacerse muchas preguntas, porque si la izquierda es como la de Brasil puede ser buena y positiva. O como la de Chile. Incluso Funes, de El Salvador, no ha sido funesto para el país como en otras partes ha ocurrido. Entonces, creo que todos los países, incluido Honduras, deben tener relaciones y entendimiento con todos los países del mundo, aunque gobierne la izquierda. Por ejemplo, yo siempre he sido un firme defensor que Honduras buscara el entendimiento y la alianza comercial con China. Mire, a veces no importan los asuntos políticos para hacer buenas relaciones económicas, como ha hecho Estados Unidos con China. Creo que la política consiste en hacer las cosas bien, buscando lo mejor para todos, e intentando cubrir las necesidades que nuestros pueblos demandan más allá de las diferencias ideológicas.

R. A. En las últimas elecciones en Honduras, los liberales han salido claramente derrotados y debilitados, ¿a qué se debe esa crisis en su antiguo partido?

R. M. Yo pienso que la llegada de Zelaya para conformar un nuevo partido, Libre, nos afectó enormemente. No olvidemos que Zelaya, en una acción populista e irresponsable, aumentó el salario mínimo a todos los trabajadores sin importarle las consecuencias que pudiera tener para el país. Llevó a la economía a la debacle. Antes de Zelaya, por ejemplo, el presidente Maduro organizó un gobierno de austeridad y volcado hacia la economía, consiguiendo que por primera vez en muchos años el país prosperase. Pero llegó Zelaya, que era un absoluto ignorante en el manejo de las finanzas y la administración, y se enfocó hacia unas políticas absolutamente erradas. Recibe 5,000 millones de dólares de condonación de la deuda, que se debían a todos los países amigos del mundo, y no fue capaz de sacar de la pobreza a nadie en Honduras.
No hubo ningún control de los dineros públicos durante el mandato de Zelaya y se despilfarraron miles de millones de dólares. La economía hondureña fue totalmente destruida, amén de los graves errores de introducir la cuarta urna para perpetuarse ilegalmente en el poder indefinidamente. No gastaron el dinero del país, sino que despilfarraron los recursos de la nación y fueron utilizados indebidamente para gastos inútiles o simplemente se fueron en actos de corrupción.



RELACIONES ESTADOS UNIDOS-HONDURAS

R. A. Parece que las relaciones entre Estados Unidos y Honduras, que se enfriaron tras la crisis de 2009, no han vuelto a ser tan fraternales como eran, ¿lo cree así?

R. M. Yo podría decir que sí. Obama está más cerca de Chávez, o ahora de Maduro, que de nosotros. Obama tiene simpatías socialistas. En estos países, lamentablemente, hay un caldo de cultivo para las ideas de este tipo y solo falta que se den las condiciones. La posición hostil de los norteamericanos con respecto a nuestra crisis era un asunto que nos preocupaba, vimos que no nos entendían ni sabían lo que estaba pasando.

En un momento dado, cuando estalló la crisis, estábamos rodeados por gobiernos que simpatizaban con el chavismo, si exceptuamos a Costa Rica y Colombia. Obama simpatizaba más con esos países “bolivarianos” que con los que defendíamos las ideas democráticas. Luego había un plan estratégico para convertir a Honduras en una base política desde la que atacar al “imperio”, a Estados Unidos, y estábamos en el punto de mira. Como también lo estaba México. Y tomando Centroamérica, pensaban, que sería más fácil conquistar México para sus ideas. Estados Unidos no supo ver esas cosas y no nos entendió, lamentablemente.

Nosotros, los centroamericanos demócratas, pensamos estas cosas y supimos ver que la democracia estaba amenazada en la región. Nosotros no somos antinorteamericanos, incluso yo he vivido durante años en Estados Unidos, pero sí estamos disgustados con su gobierno y su presidente. Obama, que es muy popular y buen orador, no ha mejorado en absoluto nada en Estados Unidos y los latinoamericanos estamos muy descontentos con su gestión. Prometió cosas que luego no cumplió. No hizo nada con los millones de ilegales que viven allí y tampoco ha legalizado a los que dijo que iba a legalizar, entre los que hay muchos latinoamericanos. Han pasado cinco años bajo el mandato de Obama y no se ven resultados por ninguna parte.

Obama no tiene voluntad política para hacer las cosas, y creo que hasta los republicanos hubieran sido más valientes que él a la hora de implementar esas políticas. Ha hablado de la inmigración, de que iba a favorecer la legalización de millones de ilegales, pero la realidad es bien distinta: ha sido bajo este gobierno cuando más latinoamericanos, pero sobre todo hondureños, han sido expulsados por el simple hecho de haber tenido el sueño de haber ido a Estados Unidos a buscar un trabajo y una esperanza para sus hijos. Gente que llegaba para buscarse la vida y la de sus familias ha sido expulsada por Obama sin contemplaciones. En este país, por ejemplo, cada año que pasa llegan más ciudadanos expulsados por la administración norteamericana (enero de 2014: más de 1,300 hondureños expulsados de Estados Unidos).
Obama es un farsante, ha incumplido con las promesas que ofreció a los millones de latinoamericanos que estaban indocumentados, y la situación que está padeciendo Honduras se está dando en otros países del continente. Obama es un compendio de demagogia, populismo y unas bellas palabras en sus discursos que no tienen nada que ver con la realidad y con lo que luego realmente hace. Para Honduras, ya digo, no ha sido un gran presidente, sino más bien lo contrario.

R. A. ¿No nota que el interés de Estados Unidos hacia América Latina, sobre todo tras el final de la guerra fría, es mucho menor?

R. M. A nosotros determinadas situaciones que han ocurrido en el continente nos han sorprendido notablemente. Por ejemplo, en Paraguay se sacó a un presidente de una forma muy parecida a la que ocurrió en nuestro país, por la vía institucional, y nadie dijo nada, ni siquiera la Organización de Estados Americanos (OEA) o Estados Unidos hicieron nada. A nosotros nos cayó el mundo entero, sin embargo, por qué el presidente Obama y la tal Hilary Clinton dijeron que lo que habíamos hecho era incorrecto, aunque ni siquiera nos habían escuchado. Sin embargo, hemos visto acciones en otras partes, como lo que ocurrió en Egipto, donde no han dicho absolutamente nada. No han hecho nada, ni condenas ni otras historias. Es decir, el pleito era contra nosotros, contra Honduras, porque estábamos tocando al niño consentido de Chávez, que era, casualmente, Zelaya. Qué indignidad, de veras.

R. A. ¿No le parece, visto lo del golpe de Estado de Egipto, que hay una doble moral internacional donde hay “golpes” buenos y malos?

R. M. Cuando nosotros fuimos sorprendidos por lo que ocurrió en nuestro país, tengo que decir que fue un rayo inesperado. Antes del cambio institucional en Honduras, por ejemplo, todos los embajadores y líderes extranjeros con los que hablaba en mi calidad de Presidente del Legislativo me contaban la forma tan desafortunada con que gobernaba el país el presidente Zelaya, y el caos y el despilfarro reinante. Era algo público y notorio, todo el mundo lo sabía y no era ningún secreto.

Luego sucedieron los sucesos del 28 de junio de 2009, cuando el país fue capaz de sacudirse de Zelaya de una forma legal, pacífica e institucional, y esos mismos países y dirigentes que se quejaban abiertamente cayeron encima de Honduras. Esos mismos países que se quejaban de la situación de Honduras, que nos abandonaron y nos condenaron, eran los mismos que antes nos habían pedido que hiciéramos algo con Zelaya. Entonces, volviendo al comienzo de su pregunta, claro que sí existe una doble moral de la comunidad internacional y del mundo diplomático, en el sentido que existen “golpes” buenos y malos, aunque me niego a aceptar que lo ocurrido en Honduras fuera un golpe de Estado en el sentido clásico de la palabra. Es que no lo fue.

LOS PROBLEMAS DE HONDURAS

R. A. ¿No cree que la situación de desempleo puede ser una bomba de relojería en el largo plazo para Honduras y hacer generar estallidos sociales?

R. M. Definitivamente, esta situación puede estallar. Yo estoy muy preocupado porque considero que si el presidente de la República actual, Juan Orlando Hernández, no logra cumplir lo que ha prometido en su campaña, en el sentido de bienestar y prosperidad social, nosotros nos vamos a ver en dificultades y, de repente, la ganancia de pescadores va a ser para la peor de las izquierdas. Sin embargo, yo siento que los resultados obtenidos en esta ocasión por la izquierda va a ser difícil que se vayan a repetir y consolidar. Pienso que Libre se dividirá y que no es un proyecto de futuro.

R. A. ¿Cree qué el nuevo Presidente está preparado, va a ser capaz de responder ante los desafíos que tiene ante sí el país?

R. M. Creo que sí. Es un hombre joven, congresista por mucho tiempo, un líder importante en la vida política nacional, que ha desempeñado numerosos cargos, como Secretario y Presidente del Legislativo, y ahora, finalmente, Presidente de la República. Este hombre, esperemos que pueda ser capaz de darnos un buen gobierno y estar a la altura de las circunstancias por el bien de todos los hondureños y de nuestra democracia.

MICHELETTI REGRESA A LA VIDA PRIVADA

R. A. ¿Volvería a hacer lo mismo que hizo en junio de 2009, cuando se puso al frente del cambio político que dispuso la salida de Zelaya del poder?

R. M. No tengo la menor duda. No estoy arrepentido absolutamente de nada de lo que yo hice el 28 de junio del 2009 y durante los siete meses que fui gobernante de este país. Lo volvería a hacer todo sin el menor temor ni asomo de duda. Y sin el menor miedo. Pero, además, quiero dejar constancia de algo: a mí me eligió el Congreso Nacional, que fue elegido por todos los hondureños, para ser el Presidente de la República en ese momento excepcional y me eligieron 123 de los 128 diputados que había entonces.

A mí no me puso el Ejército ni ninguna otra entidad al margen de las instituciones, sino que fue el Congreso de la República quien me designó, que en ese momento tenía las bancadas liberal, nacional, demócrata-cristiana, el Pinu y la UD, que no me votó. ¡Pero me votaron 123 de los 128 diputados! ¿Se da cuenta de lo qué eso significa?

A mí, como ya he dicho, no me pusieron los militares al frente de la Presidencia de la República. Cuando yo llego para asumir la máxima jefatura del país, le pese a quien le pese, lo hago porque ha sido el Congreso quien me ha puesto ante ese destino histórico. Los norteamericanos, por ejemplo, me siguen responsabilizando de muchas cosas de las que ocurrieron en esos días, obviando esos acontecimientos que son parte de la historia de este país. Pese a todo, de lo único que soy responsable es de no haber aceptado sus presiones y las de otros países para entregar el poder de nuevo al depuesto Zelaya, algo que no estaba dispuesto a hacer y mucho menos por presiones externas. Y claro que no lo hice ni lo hubiera hecho nunca. Por eso le repito, volvería a actuar igual que como actué en su momento y no me arrepiento de nada de lo que hicimos para salvar a la democracia de Honduras.

R. A. ¿Les sigue negando el gobierno norteamericano la visa para entrar a Estados Unidos?, ¿alguno de los condenados en ese momento por ese medida ha sido perdonado?

R. M. Muchos de los que estábamos en esa lista seguimos ahí. Creo que esa situación seguirá por mucho tiempo. No he vuelto a Estados Unidos, ni creo que me fueran a dar la visa para ir. Además, tampoco tengo el temor de decir a los norteamericanos lo que tengo que decirles y, en este sentido, me da igual el asunto de la visa. Una buena parte de los ciudadanos hondureños que fuimos condenados por ese asunto y se nos denegó la visa todavía no la han recuperado.

R. A. ¿Cómo fue ese cambio de la vida pública a la vida privada, descubrió quiénes eran sus auténticos amigos?

R. M. Pienso que todo hombre que se retira hace la misma lectura. Yo solo quise servir a mi partido y al país. Lo he dicho públicamente: mi partido, el Liberal, me dio los grandes honores que un hombre puede recibir en su vida. Fui diputado por 29 años en el Congreso Nacional y ocupé durante mucho tiempo otras responsabilidades, como la máxima jefatura del país. Uno cuando abandona el poder pierde los amigos que consiguió por el poder, pero los de siempre continúan, aunque alguno que otro de ese grupo te da la espalda y se va. Ven que el árbol ya no tiene fruta, que no pueden sacar nada, y se van. Nosotros sabemos que la vida y la política son así.

Pero yo soy un hombre de familia, me encuentro feliz estando en mi casa, con mi familia y mis amigos de toda la vida. He vuelto a mis negocios de siempre y a mis antiguas ocupaciones, habiendo mejorado la situación nuestra y el vínculo familiar. Económicamente, no ando con poderes extraordinarios pero tampoco tengo grandes problemas. Somos felices en la medida en que podemos serlo, también soy un demócrata convencido que cree en Honduras y en el funcionamiento de su democracia. Y sigo creyendo que todos los hombres tenemos derecho a decir en lo que creemos y en lo que sentimos para nuestro país. Finalmente, sigo siendo cristiano católico y con mucha fe en un Dios que sé que no se va a olvidar de nosotros, de mi familia y de nuestro país.

R. A. ¿Volvería a la política activa?

R. M. Muy difícil, sinceramente. Yo tuve un hijo que participó en política e incluso estuvo electo como diputado hace años, pero, sin embargo, acabó renunciando cuando llegué a la máxima institución del país. Fue una determinación suya y me alegró porque era una obligación política por ley. Ahora está en política en otros menesteres, pero sin ningún cargo específico.

R. A. Entonces, ¿el único sobresalto en estos años ha sido el misterioso atentado contra su hija?

R. M. Correcto. Hay imbéciles que han llegado a decir que fue una jugada política mía. ¿Cómo voy a arriesgar la vida de mi hija por un asunto así? Mi hija, a la cual yo adoro, no está en juego. Yo no creo que este asunto fuera algo aislado y fruto de la delincuencia común, porque desde el principio los delincuentes se bajan disparando hacia el conductor y el guardaespaldas. Afortunadamente, no pasó nada más que las heridas del conductor, que fueron superficiales. Doy gracias a Dios porque no pasó nada y afortunadamente mi hija solo tuvo secuelas psicológicas.
Hasta ahora no hemos sufrido más que los ataques de aquellos que desde los medios nos atacan y nos ofenden públicamente, nadie nos atacó ni nos ofendió más allá de eso a lo que me refería. Sabemos que tenemos enemigos por la actitud que hemos tomado en aquellos acontecimientos, pero a nivel de calle me reciben muy bien y la gente en los actos públicos expresa sus sentimientos a favor mío. Me piden que me haga fotografías, me aplaude, noto que la gente de la calle me quiere. Me siento contento de que la gente me quiera, pero también de estos últimos cuatro años que he vivido tranquilo, sin problemas, y en la paz de Dios sin que nadie me haya ofendido o atacado. Vivo una vida tranquila, sin sobresaltos, en austeridad y gozando de la paz de mi familia, ¿qué más quiero pedir?

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