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La esencia de diez valiosas hondureñas

'Enlaces y presencias”, un homenaje de Mujeres en las Artes al legado cultural e histórico de diez damas que hoy son motivo de inspiración.

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09.03.2013

Mercedes Agurcia, Teresita Fortín, Clementina Suárez, Visitación Padilla, Amanda Castro, Fausta Ferrera, Lucila Gamero Moncada, Ana Irbazú de Guardiola, Jeaneth Kawas y Leticia de Oyuela son las diez mujeres que protagonizan la muestra de carteles que Mujeres en las Artes Leticia de Oyuela (Mua) exhibe como un homenaje al accionar de estas hondureñas que en diferentes épocas lucharon por hacer de Honduras un país donde la mujer tuviera representación en el arte, cultura y política.

Esta exposición, que estará disponible en Mua hasta el 30 de marzo, surge de la necesidad de comunicación y coordinación entre los diferentes lenguajes y disciplinas artísticas. “Enlaces y presencias” muestra cómo mujeres de diferentes edades y tiempos en su camino por esta sociedad abrieron posibilidades a las más jóvenes, desenvolviéndose en diferentes sectores que en sus años estaban reservados para los hombres, y que gracias a ese ímpetu que las caracterizaba, trazaron la historia de este país como hondureñas que en muchas ocasiones fueron marginadas e incomprendidas, así como calladas.

Y que a lo largo de sus vidas dejaron un legado tan valioso como su propia existencia, y que a pesar de ya no estar entre los hondureños, siguen siendo motivo de inspiración y lucha constante, ya que su labor es levantada como estandarte en las luchas de la mujer actual tanto en el quehacer artístico y cultural como en el político y social.

Las homenajeadas. En 1830 nació en Yuscarán, El Paraíso, Ana Irbazú de Guardiola, pionera de la poesía femenina. Sus estudios los realizó gracias a sus esfuerzos particulares. De su obra se conoce el poema elegiaco que escribió tras la muerte de su hija Gumercinda Guardiola, en el cual describe las heridas que provocó el deceso sucedido en 1865. De esta manera Irbazú es registrada en la historia como la primera poetisa hondureña. La escritora fue esposa del que fuera presidente de Honduras, Santos Guardiola (1856-1864). Falleció en 1903.

Lucila Gamero Moncada nació en 1873 en Danlí, El Paraíso. Reconocida novelista hondureña, que a finales del siglo XIX era conocida como cuentista en la revista El Pensamiento, donde publicó fragmentada su obra “Amanda Montiel” (1895).

En 1908 sería la primera en publicar una novela en Centroamérica, “Blanca Olmedo”. El género narrativo fue el instrumento de expresión de Gamero en un medio cultural en el que predominaba, y sigue predominando la poesía, y donde los espacios estaban reservados para los hombres. En una ocasión el poeta José Antonio Funes escribió que “Blanca Olmedo” ya estaba terminada en 1903, pero que la autora tuvo que esperar para su publicación, ya que el contenido de la misma era considerado peligroso en esos tiempos, quizá por su contenido ideológico, ya que asumió una posición crítica “con respecto a los valores sociales y morales de la época y, sobre todo, contra la corrupción eclesiástica”. El poeta considera que esta es “la gran novela del siglo XX”.

De esta manera la novelista salió avante, desafiando el puritanismo hipócrita de la sociedad de principios del siglo pasado, y publicó en total siete novelas y un libro de cuentos. Algunas de sus obras son “Adriana y Margarita”, “La secretaria”, “Betina”, “Páginas del corazón” y “Amor exótico”. Gamero falleció en Honduras en 1964.

Visitación Padilla sigue viva en la historia de Honduras, e inspirado en la vida de esta hondureña nació el Movimiento de Mujeres por la Paz Visitación Padilla, conocido como “Las Chonas”. Esta mujer nacida en Talanga en 1883, fue una de las féminas de mayor protagonismo político y social en la primera mitad del siglo XX, y es considerada una de las pioneras del feminismo en Honduras. Fue férrea denunciante de la presencia de marines estadounidenses que llegaron a Honduras para controlar un conflicto civil, ya que consideraba que esa ocupación constituía una afrenta a la soberanía nacional y que en realidad respondía al hecho de que Honduras era el primer exportador de bananos en el mundo (en 1924), y la presencia de ellos buscaba asegurar las grandes ganancias para la United Fruit Company y proteger los intereses económicos y políticos de Estados Unidos en la región. En 1926 Padilla fue secretaria de la que es considerada la primera organización de mujeres que hubo en el país, la Sociedad Cultura Femenina. Entre su logros está que el Congreso Nacional emitiera un decreto en 1927 para establecer el Día de la Madre. También fue fundadora, junto con otras mujeres, de la primera escuela nocturna para adultos. Su vida es un ejemplo para las nuevas generaciones, ya que luchó contra un sistema político cerrado que buscaba callar las voces de hombres y mujeres. Visitación Padilla declaró en su momento que su único dios era la libertad. La hondureña falleció en Tegucigalpa en 1960.

La pintora Teresa Fortín nació en Tegucigalpa en 1885. Su talento reprimido por una sociedad donde no era admitida la educación femenina, vio la luz en los años 20, cuando conoció al maestro italiano Alessandro del Vecchio, que vino a Honduras para restaurar la Catedral de Tegucigalpa. El maestro descubre el talento de la niña y la convierte en su ayudante. Posteriormente, regresa de Europa el maestro hondureño Pablo Zelaya Sierra, quien la forma académicamente. Leticia de Oyuela, en su libro “Mujer, familia y sociedad”, registra que al morir su padre, el doctor Miguel Fortín, “ingresó al cuerpo docente de la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde no solo se entregó a la juventud, sino que experimentó con todas las escuelas y con todos los materiales posibles. Por otra parte, ella cooperó con la Misión Científica del Peabody Musseum de la fundación Carnedie, que en 1938 limpió y restauró el parque arqueológico de Copán. Teresa Fortín vivió los retumbos de los dictados de una virilidad fantasmal y ciega que, escondida bajo la máscara del crítico, del maestro y del colega, no son sino figuraciones de un poder que se esfuerza para no dejarla trascender. En esa época, la artista debía resignarse a permitir que su formación y sus ambiciones, su valía y su saber, le fueran arrebatados por una cultura que es hombre...”.

En su vejez, expuso una muestra de 36 lienzos, llamada “Mi vida”. Falleció en la capital de Honduras en 1982.

En 1891 nació en Santa Cruz de Yojoa, Cortés, la poeta y narradora Fausta Ferrera. Fue formada en el magisterio en la Escuela Normal de Señoritas de Tegucigalpa, ejerciendo la docencia durante toda su vida. Ferrera escribió para varios periódicos y revistas de San Pedro Sula. Su primer libro publicado fue “Alas” (1937), y entre sus otras obras destacan: “Cuentos regionales” (1939) y “La venganza de un campesino” .

El rostro más fuerte de la poesía femenina es, sin duda, Clementina Suárez. Nació en Juticalpa, Olancho, en 1902. Su obra escandalizaría a la sociedad de ese momento, y fue marginada incluso por sus colegas escritores. El escritor Eduardo Bähr dijo en algún momento que Clementina “le dio vuelta a la tortilla del caciquismo y del machismo, quedó como epítome de la equidad… por lo menos en la literatura”, y destacó que ella en su poesía fue la pionera en el abordaje de la igualdad sexual “y su derecho de reclamar al amante varón como suyo, igual a la manera en que los poetas de la época trataban a las mujeres”, lo que no fue bien visto.

Entre sus poemarios están: “Corazón sangrante” (1930), “Los templos de fuego” (1931), “De mis sábados el último” (1931), “Veleros” (1937), “Creciendo con la hierba” (1957), “El poeta y sus señales” (1969) y “De la desilusión a la esperanza” (1994). Fue una mujer franca, independiente y liberada, que no vivía de acuerdo con las costumbres que imponía la sociedad. Fue asesinada en 1991.

El teatro tiene a Mercedes Agurcia Membreño como una gran representante. Fue una buena y paciente sembradora en un terreno infértil en Honduras: el teatro.

Fue la primera escritora y directora de teatro en el país, y en 1926 fundó la Academia de Música Santa Cecilia. Su talento alcanzó no solo a Honduras, sino a Costa Rica, país al que llegó en 1933, y donde dirigió por alrededor de dos décadas el Teatro Infantil de Costa Rica, donde también ejerció la docencia. El teatro, música, danza y ballet fueron algunas de las disciplinas que Agurcia practicó en su trayectoria.

El libro “Volver a imaginarlas: retratos de escritoras centroamericanas”, compilado por Janet Gold, cita que Mercedes Agurcia llegó a Honduras con el Teatro Infantil, y el entonces presidente, Ramón Villeda Morales le solicitó que se trasladara al país para dirigir la Casa de la Cultura, fue así que la artista regresó, y en 1951 ocupó su cargo, y no solo eso, también instituyó el Teatro Infantil de Honduras en 1958, con el que presentó más de 230 obras solo en el Teatro Nacional Manuel Bonilla (TNMB). Y después de todo lo que le dio a Honduras, en 1977 el gobierno de Juan Alberto Melgar decide jubilarla, pagándole una raquítica pensión de 200 lempiras, lo que le impedía sostenerse. Debido a eso se fue a vivir a Venezuela con su hijo Alberto. A los 74 años impartió clases de gimnasia en Caracas. El 2 de octubre de 1980 falleció a los 77 años a causa de un derrame cerebral. Merceditas Agurcia pidió que sus restos fueran llevados a San José, Costa Rica.

El 20 de agosto de 1935 nació en Tegucigalpa Leticia de Oyuela, una de las hijas ilustres de Honduras. La historiadora e impulsora del arte tiene en su haber más de 25 libros y una gran cantidad de artículos y ensayos. Fue la primera historiadora mujer reconocida internacionalmente. Realizó estudios superiores en derecho, historia y arte en universidades de Honduras, México, España y Roma. A su retorno a Honduras, después de vivir en países europeos por las labores diplomáticas de su esposo, Felix Oyuela, trabajó en la Dirección de Extensión Universitaria de la UNAH. Doña Leticia fundó la galería de arte Leo y la editorial Nuevo Continente, e impulsó a jóvenes artistas que hoy son reconocidos como grandes exponentes de la plástica, como Roque Zelaya, Ezequiel Padilla, Armando Lara, Santos Arzú Quioto, Mario Castillo y Alex Galo. El pintor primitivista Roque Zelaya, al recordar sus inicios, expresa que doña Lety tenía una gran fe en él, “no solo me proveyó de materiales (bastidores, pinceles y pinturas), sino que un año después me hizo la primera exposición, siendo yo desconocido, no era conocido ni en mi pueblo ni en la ciudad, solo conocido por doña Lety y las personas a las que ella les comunicaba que iba a tener la exposición”. Así era doña Lety, como cariñosamente le llaman, una apasionada por el arte que no miraba de lejos el potencial de los demás, sino que buscaba y actuaba. De esta manera la historiadora y mecenas del arte tiene un sitial en el haber histórico y artístico de Honduras que ni la misma muerte podrá remover. Leticia de Oyuela falleció el 23 de enero de 2008.

La defensora de la naturaleza Jeanette Kawas nació en Tela en 1948. Su férrea oposición en contra de la explotación comercial del área de Punta Sal, donde habitaban más de 1,500 garífunas que resultarían afectados, la llevó a instituir la Fundación para la Protección de Lancetilla, Punta Sal y Texiguat (Prolansate). La ecologista hondureña murió a los 47 años de edad víctima de un asesinato, el cual fue ejecutado para callar su voz que se alzaba con el fin de proteger el medio ambiente de Tela, específicamente Lancetilla y Punta Sal. El crimen sigue impune. En su honor el nombre de Parque Nacional Punta Sal fue cambiado a Parque Nacional Jeanette Kawas.

Amanda Castro, poeta hondureña nacida en Tegucigalpa en 1962, fue una gran promotora de la literatura femenina. Fue miembro de la Asociación Nacional de Escritoras de Honduras (Andeh) y fundadora de la Editorial Ixbalám de Honduras, también fue defensora de los derechos laborales de las mujeres, principalmente de las que trabajan en la industria de la maquila. Helen Umaña escribe sobre ella en su libro “La palabra iluminada”, y señala que Castro “utiliza un habla que, sin cómodos eufemismos, a contrapelo de criterios conservadores y defensores del stablishment, devela la situación de género”. El amor, la memoria y la injusticia están presentes en la obra de la poetisa, que hace un llamado a la rebelión y a no aceptar dominación alguna. Algunas de sus obras son “Poemas de amor propio y de propio amor”, “Onironautas”, “Quizás la sangre”, “Una vez un barco”y “La otra cara del sol”. La muerte apagó su vida en 2010.

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