Opinión

Remesas y deportaciones

Cada dólar o euro que ingresa a Honduras en remesas es el producto de ingentes sacrificios y esfuerzos de todo tipo por parte de nuestros compatriotas, que sea por razones de desempleo o por inseguridad en sus personas y bienes, se ha visto obligados a migrar bien hacia Estados Unidos o Europa, ora cumpliendo con los requisitos legales, ora en situación irregular.

Al menos millón y medio de hondureños se encuentran residiendo, temporal o definitivamente, en este o en otros continentes, procurando, con su trabajo cotidiano, tanto su propia supervivencia como la de sus familiares.

Al igual que otros migrantes, experimentan soledad, abusos y maltratos, remuneraciones no siempre acordes con las escalas prevalecientes en el país anfitrión, discriminación en razón de su etnia y nacionalidad. Empero, su motivación de salir adelante, de mejorar su condición humana y económica, los hace perseverar.

Para fines de este 2013, el Banco Central calcula que nuestro país estará recibiendo por concepto de remesas familiares, entre $3.000 a 3.100, cifra superior en $109 millones a la registrada el año precedente.

Es imperativo que un mayor monto de esos dineros sea orientado hacia renglones productivos y un menor hacia el consumo, a efecto de generar un mayor grado de efectos multiplicadores que tengan un impacto social al interior de Honduras.

De otra parte, las crecientes deportaciones, precedidas por periodos de encarcelamiento, generan incremento en las tasas de desempleo a su retorno a Honduras al igual que una reducción en el monto de remesas captadas por nuestro país.

Esta temática posee múltiples complejidades, de diverso tipo, que han sido objeto de investigaciones de especialistas, que incluyen en sus estudios las repercusiones humanas y materiales implícitas en este fenómeno, sin obviar el drama que se inicia desde el momento mismo que niños, adolescentes y adultos inician su recorrido, cada vez más peligroso, en búsqueda de sueños y oportunidades que no pudieron hacer realidad en sus naciones de origen.

Y mientras ese anhelado y eventual regreso ocurre, pueden transcurrir meses y años que combinan la incertidumbre con los logros, por modestos que estos sean, con la satisfacción de haber intentado lo mejor para si y para los suyos, con dedicación y trabajo, esfuerzo y empeño, privaciones y lejanías.