Editorial

La vida vale la pena vivirla

La alegría de vivir, a plenitud e intensidad, debe normar nuestra actitud existencial, a pesar de las dificultades y sinsabores.

Cuando estemos afectados por estados depresivos, quebrantos de salud, decepciones sentimentales, problemas económicos, recordemos que los mismos tienen solución en el corto o mediano plazo. Una vez superados, retomemos nuestro optimismo inicial para reencauzar los proyectos abandonados a mitad de la jornada vital. Estas reflexiones son provocadas por la trágica decisión del joven músico y compositor Gustavo Moreno, vocalista los conjuntos Antivirus y la Banda de los Cien Años, quien optó por suicidarse en el mejor momento de su carrera artística. Su prematuro deceso ha conmovido por igual a sus compañeros y seguidores, así como a sus seres queridos, dejando un vacío profundo en la comunidad musical hondureña.

Al igual que él, otros valiosos compatriotas han decidido poner fin, por mano propia, a sus cuitas y crisis temporales, sea de manera fulminante o gradualmente. Entre otros, recordamos a Manuel Molina Vijil, José Antonio Domínguez, Ramón Padilla Coello, Marcos Carías Reyes, Jorge Federico Travieso, escritores de valía; a Carlos Roberto Reina, gobernante, al político Agapito Robleda, hombres de gran talento creativo.

Cuando debamos enfrentar una coyuntura aparentemente insuperable, no nos encerremos en nosotros mismos, cediendo paso a la desesperación, introduciéndonos a laberintos sin salida, compartamos la crisis temporal con oídos receptivos: aquellos de nuestros parientes, amistades, confidentes y consejeros. Si iniciamos un diálogo lograremos eventualmente remontar esos momentos difíciles y encontraremos una luz al final del túnel.

De esta manera, nos reencontraremos con nosotros mismos y con nuestros semejantes, llegando a concluir que la vida es bella, que merece la pena vivirla en paz, interna y externa, en convivencia, en solidaridad. Así, habremos tenido una segunda oportunidad que no debemos desaprovecharla