Editorial

¡Gracias, cardenal Rodríguez!

El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga se despidió el pasado sábado de la feligresía hondureña, tras 30 años de servicio al frente de la Arquidiócesis de Tegucigalpa, desde la que sirvió de guía espiritual de la comunidad católica.

La labor de Rodríguez queda -sin duda- fijada en la mente y en la vida de miles de hondureños y hondureñas que siguieron de cerca su vida religiosa y fueron testigos de su constante trabajo en pro de una sociedad justa, de una Iglesia cercana a su pueblo.

Sus feligreses y la sociedad hondureña no podrán olvidar que su ejercicio religioso estuvo marcado por sus luchas en contra de las injusticias, de la pobreza, de la corrupción; y en favor de los derechos humanos, de los derechos de los migrantes y del fortalecimiento de la democracia.

Que alzó su voz en contra de la represión a los refugiados y el uso que hizo Estados Unidos del territorio hondureño en su lucha por sacar a los sandinistas del poder en Nicaragua.

Tampoco se olvida el papel protagónico que jugó entre 1996 y 1998 cuando presidió el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), desde donde lideró la campaña “Globalización de la solidaridad”, por la condonación de la deuda a los países pobres, que concluyó con la Iniciativa de Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés), mediante la cual varios organismos financieros internacionales y países acreedores condonaron el 60% de la deuda externa a esas naciones, incluida Honduras.

Hoy que deja la vida religiosa, y por sobre los cuestionamientos de algunos a su misión pastoral, Honduras no tiene más que palabras de agradecimiento para uno de sus hijos más prominentes, que supo ondear la bandera de su país en cada uno de los foros y escenarios que tuvo el privilegio de ocupar a lo largo de su carrera.¡Gracias por todo, cardenal Rodríguez!