Editorial

De rumores y secretos a voces

Dicen que cuando el río suena es porque piedras trae. Suele recurrirse a este dicho popular ante los rumores que, a falta de datos que lo desmientan o corroboren, quedan en meras especulaciones.

Cuando estos dichos sin fundamento se hacen en perjuicio de la imagen, honor y credibilidad de un particular, este está en todo su derecho de hacer las aclaraciones respectivas para dejar limpio su nombre y acallar las voces disonantes.

Pero cuando es el gobierno el afectado, o cuestionado, este tiene la obligación en aras de la transparencia y la confianza que debe transmitir a la población de desvirtuar o confirmar esos rumores que lo ponen en entredicho.

Hay que recordar que a lo largo de nuestra historia han circulado toda clase de secretos a voces que tarde o temprano han quedado evidenciados, muchos gracias a la labor incansable de periodistas cuyo esfuerzo está concentrado en la búsqueda de la verdad.

Y para no irnos tan atrás en la línea del tiempo, basta con mencionar lo que ocurrió tras los asesinatos del zar antidrogas Arístides González y del experto en materia de seguridad Alfredo Landaverde, en 2009 y 2011, respectivamente.

Era vox populi la implicación de elementos policiales en ambos crímenes, lo que finalmente fue confirmado con toda la evidencia del caso por la investigación periodística de EL HERALDO. La que vino a marcar un parte aguas en nuestro país, con la llegada de la Maccih y la demanda cada vez más exigente de la población de transparencia y combate a la impunidad. Veremos qué pasa.

Pero hay hechos relativos a nuestras instituciones que sin ser violentos o de naturaleza criminal, y aunque no estén debidamente comprobados, reflejan, como mínimo, una falta de criterio que es deber asumir y reconocer en caso de ser ciertos.

Nos referimos a las versiones no confirmadas que han trascendido en torno al viaje del presidente Juan Orlando Hernández a la Cumbre Textil en Dinamarca. Verdad o mentira, la información que ha trascendido incluso internacionalmente amerita una reacción que no sea el silencio, porque el que calla otorga.