Editorial

Integridad en las mesas electorales

En la reciente elección presidencial de Estados Unidos, los republicanos le enseñaron al mundo que para sostener y fortalecer el sistema democrático se requiere anteponer los intereses personales, los del candidato o los del mismo partido

Su nivel de compromiso con la democracia demostrado fue tan alto que no aceptaron que ningún ardid, ninguna presión ni ningún asalto a las instituciones del Estado atentaran contra un proceso electoral edificado sobre las bases de una legalidad y transparencia, que no solo imponen confianza y respeto, sino que no dejan espacio a cuestionamientos.

Las acciones de los políticos estadounidenses en la defensa de su democracia y de la sana gobernabilidad es una lección que los políticos hondureños deben aprender y poner en práctica en estos momentos en que se encuentran enfrascados en una disputa en el Congreso Nacional por una reforma a la Ley Electoral, en el punto de la integración de las mesas electorales receptoras.

La disputa por tener más representantes en las mesas electorales para poder manipular la voluntad popular al momento del escrutinio y redacción de las actas debe ser reemplazada por un acuerdo de integración de puestos de votación donde prime la legalidad, la imparcialidad y la objetividad de sus miembros.

Seguir cometiendo el mismo error de querer ganar las elecciones en las mesas electorales atentando contra la decisión de las mayorías es tener una visión enferma, inaceptable y peligrosa, propia de políticos de una “república bananera”.

Apostarle a la integridad del proceso electoral —desde el principio hasta el fin— no solamente beneficia a la democracia, sino también al fortalecimiento de los partidos políticos y de sus líderes; elegir el camino contrario es fomentar la ilegitimidad, la anarquía poselectoral y la inestabilidad social, es ayudar a darle el tiro de gracia al sistema.