Editorial

Abuso y maltrato en la vejez

No es infrecuente ver en los medios de comunicación casos de personas de la tercera edad que han sido víctimas de maltrato sexual o físico por parte de familiares o extraños, llegando en ocasiones al extremo de quitarles la vida.

Más silentes son los casos de maltrato psíquico, desatención, abandono y abuso de confianza en asuntos económicos contra ancianos cuyos derechos humanos son vulnerados.

La edad dorada, como se le conoce eufemísticamente, conlleva inevitablemente el declive físico y mental de los hombres y las mujeres, lo que empeora ante la falta de los controles médicos necesarios para que tengan una mejor calidad de vida.

En el ocaso de la vida, cuando el divino tesoro de la juventud está lejano en la memoria, lo menos que merecen nuestros ancianos es gozar de bienestar, respeto y atención, sin embargo, en algunos entornos suelen ser vistos como un obstáculo y terminan siendo abandonados, explotados, despojados o víctimas de abuso físico. Este estigma que persigue a los ancianos está anclado en nuestra sociedad, donde no se valora su conocimiento ni experiencia y faltan programas de protección social, atención y esparcimiento.

Un ejemplo de las violaciones a los derechos de los ancianos es el incumplimiento al descuento de la tercera edad por algunos comercios que por ley están obligados a otorgar ese beneficio.

La pobreza es otro de los problemas que aquejan al 43% de las más de 800 mil personas de la tercera edad, en parte por la limitada cobertura del sistema de previsión social. Según el Índice Global de Envejecimiento, las personas mayores son el segmento con el peor nivel de vida en nuestro país, que ocupa el lugar 82 de 96 naciones.

En esta fecha, la ONU conmemora el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez, un tema “tabú, por lo común subestimado y desatendido en sociedades de todo el mundo”, además de un “grave problema de salud pública y social”.

Recordemos que con el aumento de la esperanza de vida va creciendo también la población de ancianos, lo que plantea la necesidad de repensar las políticas de protección, que por ahora son insuficientes.