Editorial

Proteccionismo y libre comercio

El mundo está a la expectativa de los efectos de una inminente guerra comercial iniciada por el presidente Trump al incrementar los aranceles en las importaciones de hierro y aluminio, lo que será respondido por China de forma simétrica, afectando sus compras de productos agropecuarios estadounidenses. Un primer resultado de este nacionalismo económico ha sido la baja en las bolsas de valores tanto de Estados Unidos como de otras naciones.

Trump está cumpliendo una de sus promesas de campaña electoral: restituir el dinamismo de industrias como la siderurgia y la textil, en decadencia desde hace varias décadas debido, entre otros factores, al hecho de que las multinacionales prefieren trasladar operaciones manufactureras a países con mano de obra calificada pero barata que ofrecen estímulos a la inversión foránea. Adicionalmente, en el trasfondo de las medidas implantadas por Washington está su preocupación ante la piratería intelectual, el robo de patentes tecnológicas y el irrespeto a los derechos de autor, practicado tanto por Beijing como por Moscú en su afán de equiparar sus tecnologías de punta con las estadounidenses, además del hecho que la balanza comercial bilateral se inclina favorablemente, y de manera creciente, a favor de China. Tanto el proteccionismo como la libertad comercial poseen ventajas y desventajas, a lo interno y externo, afectando la economía global. El primero invita a la reciprocidad, desatando impactos de corto y mediano plazo que tienen a contraer el comercio y la industria nacional e internacional. Empero, el Estado nacional no puede permanecer al margen de las fuerzas productivas propias: debe fomentar su crecimiento. Así lo entendieron los “tigres asiáticos”, lo que permitió su despegue económico y creciente competitividad.

El libre comercio puede impactar favorable y desfavorablemente en los flujos mercantiles, dependiendo si existe simetría o asimetría entre los socios involucrados en la firma de tratados bilaterales. Hoy Centroamérica y República Dominicana acusan desequilibrios en sus balanzas comerciales con Estados Unidos, al importar mucho más de lo que exportan a la Unión Americana.