Editorial

Una lección de civismo

Si hay algo que destacar de las elecciones generales del 26 de noviembre es la lección de civismo que dieron los electores hondureños que acudieron a las urnas.

Fueron de forma masiva, pacífica, ordenada y ejemplar, en un proceso que sin lugar a dudas contribuirá con el fortalecimiento democrático de nuestro país. Está por verse si el miedo generado en los últimos días -con la amenaza de una supuesta presencia de pandillas en los centros urbanos- tuvo algún impacto, pero lo cierto es que los ciudadanos llenaron las urnas con sus votos.

Salvo los mismos problemas y algunos incidentes menores que suelen registrarse en todos los procesos electorales, y que aún debemos mejorar, el domingo no hubo mayores contratiempos.

En medio del despliegue sorprendente de seguridad, las familias hondureñas salieron a ejercer su derecho al sufragio y algunas protagonizaron escenas impactantes con ancianos y enfermos que acudieron a los centros electorales, en una demostración cívica que debe calar en las nuevas generaciones.

Los observadores nacionales e internacionales jugaron su rol como guardianes de la transparencia y confiabilidad del proceso, y dieron fe de la conducta de los hondureños.

Hasta allí, toda una fiesta democrática de la que enorgullecernos. Lo demás, el papel del Tribunal Supremo Electoral (TSE), no solo fue lamentable sino que cuestionable. Mantener al pueblo hondureño en la incertidumbre, en ascuas, sin salir a dar resultados, es repudiable.

Se trata ni más ni menos que del ente rector del proceso electoral, el que no supo estar a la altura de una jornada que estuvo al nivel de los estándares internacionales, como reconocieron los mismos veedores extranjeros que nos acompañaron. Queda pedir sensatez y madurez a la clase política, a los activistas, aceptando y respetando la voluntad de la mayoría, y exigir que el TSE dé sus informes con certidumbre.

Hay que confiar en que Honduras saldrá bien, fortalecida, con esta dinámica democrática en la que, más que señalar a ganadores o perdedores, hay que ver el histórico protagonismo de un pueblo que reafirma su soberanía.