Editorial

Sueños y pesadillas

Lo que hasta fecha reciente fue un ambiente de esperanza y promesa para los jóvenes llamados “soñadores”, se trocó a partir del martes 5 en un drama ante la decisión del presidente Trump de cancelar progresivamente el programa que les permitió trabajar, estudiar y adquirir bienes, conocido como DACA por sus siglas en inglés.

Dicho programa empezará a caducar a partir del 5 de marzo de 2018.

Esta juventud beneficiada bajo la Administración Obama llegó a EE UU siendo niños (as) para lograr reunirse con sus familiares, migrantes indocumentados que cruzaron la frontera huyendo de la pobreza, inseguridad y violencia.

Rápidamente se adaptaron a la cultura del país anfitrión, poseedores de una admirable voluntad de superación que les ha permitido culminar estudios secundarios (65,000 se gradúan anualmente) y universitarios (10,000 anualmente), insertándose en la industria, comercio, servicios, empleo por cuenta propia, contribuyendo con el pago de impuestos federales, estatales y locales al fisco.

Se estima que han pagado anualmente dos billones de dólares estos 800,000 “soñadores”. Además del impacto económico positivo, participan activamente en labores de voluntariado, lo que les ha granjeado la simpatía y buena voluntad del pueblo estadounidense, que, en gran mayoría, rechaza su expulsión y desea que permanezcan en EE UU.

Queda aún una tenue esperanza: que el Legislativo, en los próximos seis meses, emita un esquema alternativo que facilite su estadía, algo improbable dado que los congresistas republicanos, mayoría en ambas cámaras, apoyan al Ejecutivo en sus políticas migratorias.

Adicionalmente, durante los últimos 16 años han bloqueado cualquier intento por implementar legislación migratoria incluyente.

La Cámara de Comercio de EE UU recién calificó la cancelación de DACA como “contraria a los principios americanos fundamentales”.

Así, en vez de facilitárseles no solo su residencia permanente y eventualmente la ciudadanía, Washington les está diciendo: No son bienvenidos, regresen a sus países; una decisión carente de humanidad y compasión.