Editorial

Día Internacional de la Felicidad

Se conmemora hoy el Día Internacional de la Felicidad, una iniciativa de las Naciones Unidas para reconocer la importancia que tiene para el ser humano ser feliz. Fue en 2012 que se publicó el primer Informe Mundial de la Felicidad, que mide el grado de satisfacción de los países en base a una serie de factores como la salud de la población, el acceso a la atención sanitaria, las relaciones familiares, la seguridad laboral, la libertad política y el nivel de corrupción en el gobierno.

En 2016, Honduras se ubicó como el país más infeliz de América Latina, al ocupar el puesto 104 de una lista de 157. Un resultado que coincide con los altos niveles de corrupción, ya que ese año descendimos once puntos en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) en comparación a 2015, según Transparencia Internacional. Mientras que la tasa de desempleo y subempleo ronda el 40%, según las cifras del INE. Por su parte, la Cámara de Comercio e Industrias de Tegucigalpa (CCIT) estima que el subempleo supera el 50 por ciento y que es este el mayor problema, más que el desempleo, ya que no permite a la población obtener los recursos suficientes para vivir dignamente. Y si vemos el sistema de salud pública crece más la infelicidad por el “estado de coma” en que se encuentra, según un informe del Conadeh elaborado en 2015, que señala el desabastecimiento y la mala atención en los centros hospitalarios, algunos de ellos afectados dramáticamente por la disminución obligada de recursos debido a la reducción del presupuesto que sufrió este año la Secretaría de Salud.

La felicidad, que según la RAE es el “estado de grata satisfacción espiritual y física”, es la aspiración suprema, que para algunos significa la adquisición de bienes materiales, el poder y el placer, y para otros la religión, el amor y la solidaridad, entre otras virtudes. Pero lo que no está sujeto a duda es la obligación que tienen los gobiernos de garantizar el estado de bienestar de su población, con mejor educación y salud, más empleo y menos corrupción, lo que contribuirá a la ansiada felicidad de un país que ahora, desencantado también por unas elecciones internas ensombrecidas por el fraude, está triste