Columnistas

Un sistema político que se fue en vicio

Los campesinos tienen su lenguaje para denominar a aquellas plantas que por alguna circunstancia de la propia naturaleza no dan fruto, aunque habitualmente lo hagan, se fue en vicio, dicen para referirse a ese tipo de siembras que crecen y crecen, pero al final no dan frutos.

Eso es lo que le ha pasado al sistema político hondureño, se fueron en vicio, crecieron en membresía, ocuparon los espacios de la institucionalidad, consumieron recursos valiosos de la nación y cuando vieron que no podían producir frutos para todos los habitantes de la nación, se asociaron con el capital extranjero y con esto perdieron su capacidad de elaborar una propuesta al servicio de la nación. Algunos, para enriquecerse le robaron al Estado y al ver que no era suficiente, se asociaron con el crimen organizado.

Los militares que dieron el golpe de Estado en 1972 dijeron de los partidos políticos, refiriéndose al bipartidismo integrado por el Partido Nacional y el Partido Liberal, que eran cascarones vacíos y les prohibieron la obligación que habían establecido de poner una cuota en dinero a los burócratas estatales para alimentar sus finanzas de sus organizaciones, recaudación financiera de la cual los dirigentes nunca informaban acerca de la forma de cómo se gastaban los mismos. Esa práctica volvió en las últimas administraciones.

El recordado periodista Ventura Ramos, un crítico de la política vernácula, decía, refiriéndose a los nuevos partidos que han ido apareciendo en la historia del país, que los mismos se acostumbraron a ser enanos, es decir, aprovechar una condición en la cual se han convertido en partidos bisagras para ser consortes de un sistema parasitario.

El país vive una situación económica calamitosa, situación que ha sido reconocida por el empresariado nacional aglutinado en el Consejo Hondureño de la Empresa Privada (Cohep) que con el tiempo se han ido dando cuenta, todavía no con la suficiente fuerza, que si los pobres no producen o no consumen hasta ellos se ponen en peligro o debilitan sus posiciones de privilegio. Por lo anterior, los empresarios no vacilan en denunciar las desgracias de esos 2.3 millones de hondureños que están desempleados, subempleados y jóvenes que ni estudian ni trabajan. Eso y otros males es la herencia de años de un sistema político que se desatendió de las virtudes de la política, quedándose enredado en los vicios de esta.

La falta de democracia interna, sin disciplina, sin principios ni valores que les den orientación y sentido a los partidos; estos quedan desprotegidos, con las puertas abiertas a todo tipo de oportunismo, corrupción e impunidad. Las organizaciones políticas se han convertido en maquinarias electorales; espacios privilegiados para la negociación de favores en la administración pública, perdón de deudas con el Estado y fuente de enriquecimiento de unos pocos.

Si el Congreso Nacional de la República tiene ya alrededor de tres meses de no sesionar por caprichos infecundos, es porque la política y los políticos ya tocaron fondo.