Columnistas

Un país enfermizo

Posiblemente una de las mayores pobrezas de Honduras es la falta de salud, y tal vez sea la más grave. En las últimas semanas ha ocupado varios minutos en los medios de comunicación el drama que viven los pacientes renales. Y, como de costumbre, el tema se ha politizado y se ha utilizado de carnada para hablar de lo bien que actúan unos y lo mal que actúan los otros. Mientras tanto, la diabetes, el cáncer, la obesidad, la hipertensión, las enfermedades renales, las enfermedades cardiacas, de la piel, entre otras muchas, atacan a los hondureños sin piedad.

También fue tema de interés en los medios de comunicación y las redes sociales las enormes filas que se formaron para ingresar al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), producto de errores en la coordinación, según se declaró en su momento. Hubo algunos faltos de seriedad que afirmaron que los compatriotas andaban buscando incapacidad para tomarse toda la semana de feriado. No, la situación es simple y a la vez más delicada: los hondureños estamos enfermos y hay muchos que tienen muy comprometida su calidad de vida y la existencia misma.

Lo que se vio hace unos días en el IHSS y lo que se vive en los hospitales de Honduras es una muestra de lo necesitados de salud que estamos los hondureños. Sería un error creer que se trata nada más de muchos problemas individuales, hay detrás de todo esto un problema colectivo y me atrevería decir que incluso cultural.

Cualquier médico lo que nos dirá es que somos lo que comemos. Claro, es muy difícil hablar de una dieta balanceada si el primer problema es que exista una dieta. Se come lo que hay, lo que se puede, hay compatriotas que simplemente no tienen manera de escoger. Y aquellos que pueden escoger, simplemente se dejan llevar o bien por sus gustos o bien por los trucos de la mercadotecnia, que prácticamente nos dicta lo que nos llevamos a la boca o no.

Habrá quien diga que se trata de un asunto de educación o de voluntad. Lo primero es que en nuestras escuelas no es una prioridad enseñarnos a comer, pero de verdad dedicarle horas completas al asunto, no una frasecita suelta de “tienen que comer sano y balanceado”, hay demasiada ignorancia, desinformación y mitos sobre los hábitos alimenticios; y lo segundo es que no se nos ejercita la voluntad, la verdadera: se nos obliga a hacer cosas, que no es lo mismo.

En términos presupuestarios, Honduras ha destinado este 2023 para salud más de 26 mil millones de lempiras, 1.9 mil millones más que en 2022. Y casi todo está concentrado en remediar los problemas de salud que tenemos, probablemente más mal que bien. Pero, desde este punto concreto en el que escribo, muy poco se trabaja en la verdadera educación de la población en términos de prevención. Así como se hacen robustas campañas mediáticas con intereses políticos, creo que se pueden usar los medios de comunicación, y cualquier recurso a mano, para informar a la población sobre cómo cuidar la salud. No hablo de un par de propagandas en un canal por aquí y una radio por allá, hablo de un verdadero tanque de guerra contra el sobrepeso y sus consecuencias, por ejemplo.

Y más allá de todo el presupuesto, una población enferma es mucho menos productiva, además, de que, por supuesto, las enfermedades tienen un fuerte impacto emocional en las personas. Capaz que nos hace un país más triste, porque, ¿quién está alegre mientras sufre una enfermedad a la buena de Dios y sin ayuda del Estado?