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Oportunidades perdidas

La derrota electoral sufrida por el Partido Liberal trasciende la gris personalidad de su candidato presidencial. Debe ser ubicada en perspectiva histórica. El reformismo encabezado por Villeda Morales durante su mandato (1957-1963) significó el aperturismo e implementación de la legislación social largamente postergada y la inclusión del obrerismo sindicalizado como fuerza emergente, que ya no podía ser ignorada ni reprimida impunemente; fue interrumpido por el golpe de Estado dirigido por López Arellano.

Para 1966, el Consejo Central Ejecutivo (CCE), encabezado por Rodolfo Pastor Zelaya, Edgardo Paz Barnica, Gilberto Osorio Contreras, José Medina González, Leonardo Godoy y Carlos Hidalgo, públicamente se adhirió a la izquierda democrática latinoamericana, sosteniendo “que batallar con los modernos problemas sociales demandaba que el liberalismo modificara sus puntos de vista en varios aspectos: la organización de la sociedad; libertad y derechos individuales; el papel del Estado; relaciones internacionales; igualdad social. La izquierda democrática consideró la modificación de su ideología en vista de la presión de los problemas mundiales y porque la sociedad hondureña en las últimas décadas había sufrido cambios significativos: el ascenso del movimiento de la clase trabajadora, el ascenso de las organizaciones representantes de la empresa privada, el movimiento por la integración económica y los nuevos partidos políticos en ciernes.

En 1966, la izquierda democrática se empeñó en la tarea de forzar al Partido Liberal a asumir posiciones con respecto a la reforma agraria, el movimiento obrero, reformas tributarias, legislación crediticia, inversión extranjera, integración económica. Al hacerlo, el nuevo CCE se comprometió a permanecer entre los extremos de la derecha y la izquierda. En enero de 1967, Pastor Zelaya y sus colegas enfrentaron ataques de los liberales del ala derecha del partido y de los tradicionales opositores al Partido Liberal”. (Darío Euraque, “El capitalismo de San Pedro Sula y la historia política hondureña (1870-1972)”, p. 246).

Este giro ideológico fue adversado por el ala conservadora liberal, encabezada por Rodas Alvarado, neutralizándolo. Fue él quien en 1971 ordenó a sus seguidores abstenerse de votar por el candidato Jorge Bueso Arias. Tal canibalismo facilitó la victoria nacionalista con Ramón Cruz, derrocado por el golpe de Estado de 1972. El historiador Carlos Contreras publicó en 1970 “Entre el marasmo: análisis de la crisis del Partido Liberal de Honduras”, obra premonitoria de su deterioro.

Desde 1990, liberales y nacionalistas, con igual fervor, han aplicado el paradigma neoliberal, con ello las semejanzas entre ambos son mas evidentes, incluyendo la privatización de ambos por grupos fácticos.

El suicidio político continuó con el respaldo liberal al golpe de Estado contra el presidente Zelaya en 2009 y el subsiguiente colaboracionismo con el tradicional rival, desde esa fecha, en el Legislativo y Judicial.

La reciente elección significó un repudio a ambos gemelos, petrificados ideológicamente