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Nicaragua: el espejo de la tiranía

Centroamérica ha sido siempre un barco perdido en alta mar, bajo el asedio de los tiburones de gobiernos despóticos y dinastías criminales, desde el general Tiburcio Carías Andino, quien gobernó con puño de hierro a Honduras, hasta los dictadores siniestros de El Salvador: Maximiliano Hernández, Jorge Ubico de Guatemala y el feroz Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua.

Este último, derribado de su poderío el 17 de julio de 1979, escapó en helicóptero junto a su familia; además, Somoza se exilió en Paraguay donde un comando sandinista se encargó de acabar con su vida en 1980. Este fue el fin de la dinastía de los Somoza. Desde ese momento, Daniel Ortega, líder revolucionario de esa insurrección contra aquella dictadura, ha estado en las movilizaciones sociales del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) los últimos 40 años; a su vez, llegó al poder por primera vez en 1980 al frente de la Revolución Sandinista que derrocó al régimen de Anastasio Somoza, en un conflicto que dejó cerca de 50 mil muertos.

En 1990, Ortega perdió las elecciones sorpresivamente ante Violeta Barrios de Chamorro. Desde entonces, se despojó del uniforme verde olivo para adoptar la indumentaria de «civil» como líder de la oposición e impulsó jornadas de protestas. Después de 17 años y tres fracasos electorales, retornó al poder en 2007. En ese momento, fue reelegido en 2011 y 2016, tras eliminar un artículo constitucional que le impedía continuar al frente del Gobierno. Desde 2016, su esposa, la poeta Rosario Murillo, ostenta el cargo de vicepresidenta. Los dos mantienen control sobre todas las instituciones del Estado: el Ejército, la Policía, el Congreso y el Tribunal Electoral, asimismo, lideran un gobierno que ambos definen como 'cristiano, socialista y solidario'.

Ortega, con once años en el poder, sin escrúpulos revolucionarios y con cánticos populistas se ha convertido en el dictador que tanto luchó por derrocar.

'Un exmarxista de los años ochenta, ahora un capitalista enamorado del poder, dedicado a acrecentar sus privilegios, sus fortunas y los de su clase', acusó la exguerrillera Mónica Baltodano. El mandamás nicaragüense acabó con los ideales del sandinismo, al ejercer el poder de forma autoritaria y de nepotismo, al compartir el poder con su esposa mientras sus hijos dirigen medios de comunicación oficialistas y ocupan cargos públicos.

Una práctica más o menos solapada en el resto de los países del área, pero en Nicaragua se acentúa con fibra y opresión, al extremo de someter a fuerza de detenciones autoritarias a cuatro de sus contrincantes en la contienda electoral: Cristiana Chamorro, Arturo Cruz, Félix Maradiaga y Juan Sebastián Chamorro y la candidata a la Vicepresidencia, Berenice Quezada, Miss Nicaragua 2017.Una medida brutal del régimen orteguista que se ha ensañado en criminalizar a políticos opositores, activistas y periodistas. Este asedio ocurre a tres meses de las elecciones presidenciales del 7 de noviembre, que ya el Consejo Supremo Electoral (CSE) ha descartado que haya observación electoral internacional.

Ortega es, en la historia reciente de Nicaragua, el presidente que más tiempo ha estado en el cargo. En caso de ganar las elecciones del 2021, Ortega podría alargar su mandato, por lo menos, otros cinco años grises, arrastrados por la corrupción, fraude electoral, nepotismo, erosión de la institucionalidad, violaciones flagrantes a los derechos humanos y tiranía ante la libertad de expresión. Esta misma semana pasada fue cerrado el mítico diario La Prensa, así como también fue retenido su papel para imprimir y sus servidores de internet para transmisión digital.

Mientras tanto, burlando la censura, un grafiti en pleno centro de Nicaragua, se lee en una pared aún con los últimos fogonazos de la guerra civil: 'Ortega y Somoza son la misma cosa'.