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¿Morazanistas?

Las palabras tienen un defecto: con ellas se puede decir lo que sea, a pesar de que riña con la verdad. De allí tanta fanfarria que se da por estos enfermizos países (leí hace poco ese adjetivo y me gustó) y, por supuesto, tanta autoproclamación. Hay quienes se llaman progresistas, idealistas, estadistas, de derecha o de izquierda, y no lo son. Lo peor: hay quienes los secundan y repiten lo que dijo el otro. Y claro, en un país dedicado a Francisco Morazán (solo vea el feriado enorme que tenemos esta semana y cómo lo apellidamos), no pueden faltar los autoproclamados morazanistas.

Por momentos siento que todos quieren secuestrar la figura de Morazán y adaptarla, como quien quiere entrar en una camisa de dos tallas menos, a sus ideas; y más que a sus ideas a sus propósitos; y más que a sus propósitos a su discurso político, cuyos fines son ampliamente cuestionables.

Lo cierto es que adherirse a un pensamiento, sobre todo a uno tan determinante para la constitución de un país, requiere de una coherencia de la acción, de lo contrario solamente se hace charlatanería con la memoria de nuestro apreciadísimo héroe.

Si bien Morazán encontró en los conservadores un enorme obstáculo para alcanzar sus objetivos, creo que en términos generales su mensaje y, sobre todo, sus acciones eran de unidad. Evidentemente en nuestro país no se fomenta la unidad de ningún tipo, nos escindimos por todo, las enemistades están a la orden del día en los escenarios más importantes para Honduras. Percibo, y creo que en esto no me equivoco, que nada relativo a esto cambiará ni un ápice.

Lo peor de todo es que esta rivalidad se traslada a la población en general y en consecuencia valores como la libertad se limitan, porque en una sociedad radicalizada ya son pocos los que se atreven a discutir o defender su punto, simplemente por mantener una relativa calma, un mínimo de paz y un poco de vergüenza.

Un morazanista educa personas, y no me refiero a los índices de analfabetismo que hay en el país o a la labor docente en su sentido formal; me refiero a que un morazanista explica a las personas la realidad del país y les da herramientas para que comprendan bien lo que sucede y ellas tomen sus decisiones, es decir, nunca manipularía un mensaje simplemente para ganar adeptos. Aunque pensándolo bien, el primer lugar un morazanista comprendería sus propias ideas, las que sigue y la dimensión de estas.

Un morazanista es republicano, y por lo tanto respeta la concepción de Estado que tenemos, desde el lugar que ocupa el individuo hasta la más específica de las funciones de cada uno de los tres poderes.

Y si me remito a su testamento: “Muero con el sentimiento de haber causado algunos males a mi país, aunque con el justo deseo de procurarle su bien”, debo referirme a la honestidad. Se reconoce humano y falible, con necesidad de rectificar sus opiniones. Y esa es probablemente una de las mayores libertades morazánicas. Pero nuestros hombres y nuestras mujeres quieren hacernos pensar que no se equivocan, son presos y presas de sus declaraciones y de unas ideas, más que todo viscerales. Por eso está bien hablar de Morazán y su pensamiento, pero contrastándolo con lo que tenemos y lo que somos, que es poco en relación con lo que él deseó. Aunque claro, puede que eso le quite pompa a la fiesta.