Columnistas

Morazán, el metido

Una de estas mañanas escuchaba radio, como acostumbro, para disfrutar la viveza e inteligencia de unos como las burradas y sandeces (abundantes) de otros.

Y en cierta potente emisora, de la que es lástima que teniendo tan valioso personal lo desperdicie en banalidades, me encanté al oír la interesante conversación de dos de sus presentadores (varón y mujer) sobre el escaso conocimiento que poseen los jóvenes de hoy en torno a la educación cívica; moderno tema. Los escuchas llamaban y daban aportes: que falta instruir en moral y patria, que los maestros son descuidados, que a la nueva generación poco le interesa la sustancia de la nacionalidad, e incluso hubo preguntas a muchachos en torno a los himnos nacionales que recordaban de la escuela o conocían, con evidente fracaso.

La presentadora señaló que la formación de la identidad colectiva es proceso fallido ya que las autoridades de educación a lo más que se aproximan es a ilustrar con unos cuantos poemas y unas cuantas canciones hablando de próceres que solamente son pasado. Y entonces estalló, inevitable, la morada burbuja de su pútrida ignorancia cuando dijo en modo casi literal: “en lo único que piensa el ministro es en estar metiéndonos a Morazán, ya ni sé por qué”.

Se me atascó el desayuno, me invadió la acidez, se desplomó oxidado el día. Pero como atento observador de la evolución de la sociedad comprendí de inmediato que aquella perla irreflexiva, diamante negro en los medios de comunicación, jade violado ocurría esencialmente por dos causas: primera, la escasa formación intelectual de los periodistas y opinadores hondureños, quienes imaginan que con el título enmarcado y colgado en la pared basta para dilucidar y perfeccionar la verdad.

Y, segundo, la perversa afición de los dueños de centros de divulgación para contratar primerizos baratos y entregarles la absoluta libertad, sin supervisión ni vigilancia, para expresar ante el micrófono brutadas personales, individuales y a granel. Personas que leyeron en la facultad, si acaso, el manual de Marín y Leñero pero jamás volvieron a disfrutar otro libro; que dependen al absoluto de Google para diccionario, información y, lo peor, orientación política, económica y cultural, como si las redes fueran ideológicas e inocentes palomitas de Castilla. Pronto dejan de ser humildes, extravían la conciencia social, se consumen en el morbo, soberbia y vanidad con que retornan sus palabras las (engañosas y muchas veces volubles) multitudes.

Morazán (auxiliemos a la extraviada compañera) es símbolo de lo nacional no sólo porque dedicó su existencia, hasta la muerte, a componer y estructurar la gran patria centroamericana (y heredárnosla) sino porque es asimismo modelo de ética personal y pública.

Lo he estudiado a la máxima profundidad posible, leyendo acerca de él en cuatro lenguas, y con excepción de alguna desviación por ajenas faldas (que hería al amor de María Josefa) su conducta histórica es irreprochable. Modelo significa no sólo que podemos sino que lo debemos imitar ya que sus energías vitales, y diríase cósmicas, las dedicó por 49 años, sin debilidad ni cansancio, al beneficio de la comunidad ístmica. Puedes dedicarlo a los niños para que anide en sus corazones.