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Milei y el ajuste que no ajusta

La primera vez que vi a Milei en la televisión -hace pocos años- creí que era comediante de una parodia argentina. Procaz, iracundo, insultante y ordinario, aquel melenudo y desastrado personaje me dejó atónito cuando supe que era aspirante presidencial, que iba en serio, por decirlo de alguna manera.

A principios de año estuve en la incombustible Buenos Aires, ciudad mágica y absorbente, en las que se hablaba de las elecciones venideras y de la insoportable crisis, lo decían en la calle y en el “shopping”, como llaman al “mall”, y tal vez lo repetían en el laburo, como se refieren al trabajo, heredado -cómo no- del italianismo “lavoro”.

No había claridad sobre quiénes serían los candidatos en las elecciones de octubre y menos en la segunda ronda un mes después, y aunque sonaban algunos apellidos, el de Milei era apenas una amorfa expectativa, y las casas de apuestas hubiesen ganado dinerales si pudieran abrir quinielas para los resultados en las urnas.

La devaluación la notamos pronto, a finales de enero el cambio oficial del peso era 180 por un dólar; pero nos aconsejaron la casa de cambio, que pagaba el “dólar blue” a 370 pesos. Para los argentinos es terrible, disminuye los sueldos y eleva los precios; para quien llega de fuera con billetes verdes es barato un bife o bistec y uno de sus grandes vinos.

Hace un siglo el PIB de Argentina era igual al de Francia o Alemania, de los países más ricos del mundo, y cayó, y volvió a surgir, y a caer. Su historia. A partir del 73 la sangrienta dictadura de Videla los hundió económica y socialmente; pero, después, con la democracia no pudieron; Raúl Alfonsín recibió una hiperinflación de 3,000%; Carlos Menem aplicó su doloroso neoliberalismo privatizándolo todo.

En 1976 el PIB de Argentina era de 51 mil millones de dólares y el de Corea del Sur 30 mil millones; hoy los coreanos ni siquiera miran por el retrovisor a los argentinos. Luego del “corralito” de 2001, donde nadie podía sacar su dinero del banco y desembocó en violentas protestas, llegó Néstor Kirchner en 2003 con un forzado saneamiento que dejó algo de paz y recuperación.

Resumiendo, Mauricio Macri dejó una deuda bestial de 44 mil millones de dólares con el FMI, que nadie sabe dónde están. En diciembre de 2019 asume Alberto Fernández, lo recibe el coronavirus y se acabó: la inflación más alta del mundo y 40% de pobreza. Eso sí, Argentina es la tercera economía de América Latina, después de Brasil y México, y es miembro del G20, los países ricos.

Ahora llega Milei y con su simbólica motosierra recorta los subsidios del transporte y la electricidad, devaluó la moneda, cancela la obra pública, despedirá a miles y privatizará todo, afectando a los mismos de siempre, los pobres. Cruzamos los dedos para que algo funcione por los amigos allá y el país que admiramos; como canta Fito Páez: “En Buenos Aires todo vuela, la alegría, la anarquía, la bondad, la desesperación”.