Columnistas

Los cálculos en el negocio de diálisis

Hay quien dice que el dolor por cálculos en los riñones es parecido a un parto, los hombres -naturalmente- no podemos saberlo, pero la primera vez que me ocurrió fue demoledor, una punzada paralizante en la espalda baja, que descendía con rencor hacia la ingle, rebajándome hasta las náuseas, escalofríos, fiebre; más la angustia de no saber qué tenía. Por eso cuando hablan de pacientes renales me inquieta.

Desde luego, no es lo mismo. Los cálculos pueden eliminarse solos o con una cirugía menor; la insuficiencia renal requiere una inaplazable atención médica; la diálisis que cumple la función vital que el riñón ya no puede: eliminar de la sangre la sal, el agua, los desechos y mantener los niveles de vitaminas y minerales en el cuerpo.

Algunas personas lo cargan en su herencia genética; a otras infortunadamente les llega por la puntualidad perniciosa de la diabetes, la presión alta, el sobrepeso, afecciones del corazón o la siempre terrible devoción al tabaco. Los datos conocidos consignan que unos cuatro mil hondureños padecen de insuficiencia renal y requieren la diálisis sí o sí, cuestión de vida.

Hace años el gobierno sacó una partida para contratar servicios externos y dar tratamiento de diálisis -en Economía lo llaman tercerizar- y desde entonces una sola empresa ha controlado el negocio; ahora que apareció otra con licitación y todo, se ha armado el lío por la competencia, de acuerdo a las versiones diversas que rodean todo este embrollo.

La mayoría de los pacientes de hemodiálisis -hay otro tipo de diálisis, la peritoneal- tienen que acudir a tratamiento tres, cinco o más veces por semana, sin olvidar una rutina de cuidado el resto del tiempo, la alimentación, el ejercicio, la habitual pérdida de peso y de cualidades físicas, el miedo persistente de que algo pueda pasar.

Así de enfermos, unos más, otros menos, alguien los movilizó a una temeraria protesta en la carretera en la salida de Tegucigalpa, por donde pasan miles de vehículos ahumando el paisaje y enrareciendo el aire, y con sofocantes 35 grados Celsius; varios se desmayaron y otros se agravaron, me explicaron colegas periodistas que cubrieron impresionados la jornada.

Algunos pacientes defendían a la empresa que los ha atendido bien o mal todo este tiempo; quizás varios de ellos por agradecimiento; tal vez por el temor al cambio en un asunto delicado para sus vidas; pero los colegas y otras personas sospecharon de manipulación para mantener el negocio, y eso sí sería deplorable.

Desde hace veinte y tantos años mis cálculos renales van y vienen, ahora menos, pero cada cuatro años me apuñalan fluctuantes, aunque ya no me estrujan, o a lo mejor me elevaron el umbral del dolor. Requieren más atención y una intensa investigación del Ministerio Público los cálculos de estas empresas de diálisis y sus redes, y cómo hicieron para mantenerse en el negocio.